El día siguiente estuve desayunando tranquilamente en mi cocina hasta que recordé que tenía un vecino por evadir, el suceso de la noche anterior invadió mi cerebro y no pude evitar sentirme avergonzada. No quería recordar nada de lo ocurrido, pero mi cerebro era un especialista olvidando las cosas importantes y repitiendo como disco rayado las mayores vergüenzas de mi vida. Y si de vergüenzas se trataba, anoche había batido un nuevo récord.
Por nada del mundo quería volver a ver a Ezra en mi vida, pero ahora era mi vecino y sería complicado esconderme de él. Una solución temporal era no ir a la cafetería, ni hacer compras en el supermercado, pero por mucho que quisiera evadirlo sabía que tarde o temprano me lo encontraría de nuevo. Era una verdadera lástima.
Me acerqué a una de las ventanas que daba hacia su casa y moví ligeramente la cortina, no había nadie en el jardín y tampoco había señales de Ezra. Ese era mi momento. Agarré mi mochila y rápidamente salí a la carretera para tomar un taxi, pensé que tenía el asunto arreglado, pero me frustré mucho al ver que no pasaba ningún taxi. Siempre con mi mala suerte.
Voltee a ver hacia la derecha y me di cuenta de que estaba siendo objeto de estudio de un grupo de jóvenes que estaban al otro lado de la carretera. Traté de ignorarlos, pero no era fácil. Volteé a ver a mi izquierda y me llevé el susto de mi vida al ver a Ezra parado a mi lado. ¿Era un fantasma?
‒Hola Kim ¿Pasa algo? ‒preguntó preocupado por mi expresión.
Cuando lo oí hablar supe que no era un fantasma. Traté de recuperar la compostura.
‒No, nada. Es sólo que... ‒traté de decir algo casual, pero no pude‒ ¿Qué haces aquí?
‒Nada, estoy por irme al trabajo.
No fue hasta ese momento que noté que tenía su gabacha de médico doblada sobre el brazo.
‒¿Vas a ir a la universidad?
‒Así es.
Los nervios se apoderaron de mí y no pude pensar en un tema de conversación. Me era imposible verlo sin recordar que había visto mi brasier. ¿Acaso se atrevería a comentar algo sobre lo ocurrido o guardaría silencio?
‒Qué extraño que no pase ningún taxi ‒comentó Ezra mientras veía a los lados.
‒Es la historia de mi vida, siempre tengo mala suerte.
‒La mala suerte no existe, todo pasa por algo en esta vida.
“Sí. Como no. Incluso lo de la ventana”.
‒Quisiera saber si cambias de opinión en el futuro —respondí.
‒Ya veremos.
‒¿Cuántas horas dura tu turno?
‒Veinticuatro horas. Si quieres puedes ir a visitarme ‒diciendo eso me guiñó un ojo.
¿Estaba insinuando que lo iba a extrañar? ¡Por supuesto que no! Serían las 24 horas más felices de mi vida.
‒No creo que tenga tiempo para hacerlo ‒respondí tan amable como pude.
‒Es una pena, pero si tienes algún malestar recuerda que estaré en la sala de emergencias.
‒Lo tendré presente.
Vi que un taxi se acercaba a lo lejos y comencé a sentirme más tranquila, después de todo hablar con Ezra no fue el fin del mundo…
‒Tienes un lindo sostén.
‒¿Qué?
La vergüenza invadió mi ser, mi cara perdió su color y empecé a ver estrellitas debido a la conmoción.
Ezra me vio como si estuviera loca.
‒Dije que tengas un lindo día ‒repitió.
‒Ah... ‒ respondí un poco desconcertada.
Lo que había escuchado había sido producto de mi imaginación. Me estaba volviendo loca.
‒¿Qué habías escuchado? ‒preguntó con una sonrisa.
‒Nada importante ‒respondí evitando sus ojos.
‒Me preguntaba si...
Él iba a decir algo, pero yo detuve el taxi porque sentía la urgente necesidad de salir corriendo.
‒Yo también espero que tengas un buen día, nos vemos ‒expresando eso me subí al taxi y pude alejarme.
* * * * *
Cuando llegué a la universidad vi a Fernando en el pasillo y arqueé una ceja ¿Recordó al fin que estudiaba ingeniería civil? Debía ser un milagro. Fernando era un hombre de estatura normal, delgado, de tez morena, cabello liso, ojos negros y barbilla alargada. Él volteo en mi dirección y ambos intercambiamos una mirada, pero él prefirió ignorarme y se fue a su salón de clases.
Había desaparecido por varios días y actuaba como si nada hubiera pasado, nunca se molestó en darme una explicación y tampoco respondió mis llamadas, no tenía perdón. En cuanto pudiera hablar con él lo mandaría al infierno y él debía saber perfectamente lo que le esperaba.
No perdí mi tiempo y fui a mi salón de clase, Isaac ya había llegado y me había reservado un lugar junto a él. Forcé una sonrisa y me desplomé a su lado.
‒¿Y al final qué sucedió con el libro que te tenía tan obsesionada? ‒preguntó Isaac mientras estiraba los pies. Sus ojos color miel sobresalían más con la luz del sol.
Sonreí ampliamente. Isaac tenía la capacidad de ponerme de buen humor.
‒Lo recibí ayer por la tarde, no podía esperar para comenzar a leerlo y hasta ahora no me ha decepcionado.
‒Pero a mí sí me decepcionó mucho la última novela que me recomendaste.
Acomodé un mechón de mi cabello detrás de mí oreja y traté de recordar todo lo que me gustó de la penúltima historia que leí.
‒¿Por qué? Tienes que darme un buen argumento.
Isaac resopló.
‒La protagonista se equivocó terriblemente, nunca debió escoger al chico nuevo. Simplemente no tiene sentido, debió quedarse con su mejor amigo. Él si la quería de una forma sincera.
Fruncí el ceño.
‒¿De qué hablas? El chico nuevo también la amaba.
‒El amor a primera vista no existe, era solo atracción a primera vista. Su amigo estuvo enamorado de ella por muchos años y la quería de una forma desinteresada.
Isaac estaba inspirado dándome una catedra sobre tomar malas decisiones, pero yo no podía dejar de notar la forma en que nuestras compañeras de clase lo veían. Siempre era muy obvio el interés que tenían por él y no podía culparlas, porque era un hombre único y sincero y hubo un tiempo en que también me sentí atraída por él.
Él era alto y musculoso y aunque tenía apenas 22 años, aparentaba ser mayor. Su piel era clara, poseía un rostro alargado, tenía unos increíbles ojos color miel y sus facciones eran muy masculinas. Mi parte favorita de él era su cabello negro porque siempre se veía perfecto, aunque algunos mechones estuvieran desordenados.
Se veía tan irresistible como siempre, traía puesta una camisa de color azul fuerte y un pantalón negro que no estaba ajustado. Y para rematar traía unos zapatos negros que me encantaban. Su forma de vestir siempre era bastante formal y eso era suficiente para derretir a cualquier mujer.
Isaac tenía la capacidad de hechizar a las personas, pero no solo por su físico. Era mucho más que eso. Hablaba de temas muy profundos y te hacía replantearte muchas cosas.
‒Nunca debió dejarlo de lado por un hombre que quizás no la iba a valorar de la misma forma ‒agregó firmemente.
Me puse a reír.
‒Debí suponer que hallarías huecos en la trama, hasta el día de hoy me sigue sorprendiendo tu atención a los detalles ‒analicé.
‒¿Te gustó el final?
‒¿Qué si me gustó? ¡Me encanto!
Isaac entrecerró los ojos.
‒Tienes que admitir que su decisión no tiene sentido.
En ese momento el profesor entró al salón y todos nuestros compañeros comenzaron a ocupar sus asientos, sin embargo, no iba a permitir que él tuviera la última palabra así que trate de pensar en una respuesta que destruyera todos sus argumentos.
Isaac se preparaba para tomar sus apuntes, pero lo tomé desprevenido y me acerqué a su oído.
‒Su amigo no le declaró sus verdaderos sentimientos hasta que fue muy tarde así que lo que sucedió al final fue su culpa ‒diciendo eso le guiñé un ojo y comencé a tomar apuntes de lo que decía el profesor.
Tal y como esperaba Isaac no fue capaz de darme una respuesta. Mis palabras lo dejaron muy pensativo y eso me daba la victoria a mí. Era genial ganarle en una discusión.
Las clases transcurrieron con normalidad y llegó la hora del receso. Todos abandonaron la sección, pero Isaac y yo nos quedamos para charlar un rato. Paola no tardó en llegar y nos llevó pollo frito, papas fritas y salsa de tomate.
Ella era de piel morena, tenía ojos cafés oscuros y su cabello rizado de color negro era idéntico al de mi mamá y de mi tía. Su rostro era tan redondito que me causaba ternura, tenía unos labios grandes que siempre le envidié y poseía una nariz grande. Pero el aspecto físico que teníamos en común era la altura, nunca me sentí acomplejada por mi tamaño porque ella siempre estuvo a mi lado para decirme lo grandioso que era ser alta.
‒¿Te he dicho que eres la mejor prima del mundo? ‒pregunté luego de darle una mordida a mi deliciosa pieza de pollo.
‒Claro que sí ‒respondió ella mientras se limpiaba los dedos con una servilleta. Sus rizos le hacían cosquillas en la cara así que no tardó en hacerse un moño. Era muy raro que ella anduviera con el cabello suelto. Ella siempre se quejaba de sus rizos aunque todos lo amaban.
‒La chica del otro día sigue insistiendo en que los presente y se está volviendo muy molesta —dijo dirigiéndose a Isaac— Ya no sé qué decirle.
‒Solo dile que tengo novia y ya. Problema resuelto ‒dijo él restándole importancia.
‒¿Y por qué no te la presento para que se lo digas tú? ‒sugirió Paola.
‒No tengo tiempo para esos juegos psicológicos.
‒¿Se puede saber por qué rechazas a todas las chicas?
‒Digamos que estoy esperando a la indicada.
Nunca entendí ese argumento así que tuve que intervenir.
‒¿Y cómo sabes que no estas rechazando a la indicada? ‒cuestioné.
Era una duda razonable.
Isaac se encogió de hombros.
‒Supongo que sigo mis corazonadas.
‒Esperemos que no te equivoques con tu corazonada porque de lo contrario te arrepentirás.
‒Cambiando de tema ¿Supiste algo de Fernando o sigue sin aparecer? ‒me preguntó Paola de repente.
Respiré profundamente antes de contestar. La sola mención de su nombre era suficiente para llenarme de ira.
‒Lo vi en el pasillo, creo que está en clase.
‒Me pregunto cuál será su excusa ésta vez ‒meditó Paola.
‒Apuesto a que durmió tres días seguidos. Esa debe ser su “Justificación” ‒concluyó Isaac mientras hacía comillas con sus dedos‒ ¿Me podrías explicar una última vez por qué estas con ese imbécil?
Yo me estaba preguntando lo mismo. ¿Por qué acepté a Fernando? Él fue muy insistente y esa fue la única razón por la que decidí darle una oportunidad. Al principio pensé que no perdía nada con intentarlo, pero estuve muy equivocada, perdí mi tiempo.
‒Sé que están tan molestos como yo, pero confíen en mí, ésta vez no será igual ‒afirmé decidida.
A los chicos pareció tranquilizarles mi respuesta así que cambiaron de tema. No les comenté lo que pensaba hacer, porque era mejor decírselos cuando todo terminara. Sin duda la noticia los haría muy felices.
‒¿Podemos hablar un momento Kim?
La voz de Fernando me sobresaltó, había entrado al salón y ninguno de nosotros lo escuchó entrar. Su expresión era muy seria ¿Estaba pensando lo mismo que yo?
Un silencio incómodo se apoderó de todo el lugar, Fernando no le dirigía la palabra a los chicos ni ellos a él, pero si me negaba a hablar con él sabía que me apoyarían.
‒Regresaré rápido.
Mi respuesta pareció decepcionar a Isaac, pero lo que él no sabía era que pretendía ponerle punto final a todo.
Me levanté de mi asiento y Fernando y yo nos dirigimos al pasillo de la biblioteca sin decir nada, podía oír sus pasos detrás de mí, pero no lo confronté hasta que ambos llegamos a una esquina solitaria.
Fernando se veía muy serio, al igual que yo. Las cosas habían cambiado mucho y no pude evitar recordar los días buenos que tuvimos en el pasado. Al principio él fue muy detallista y paciente conmigo, sin embargo, no tardó en mostrarse frío e impaciente. Que rápido se acabó el supuesto amor que me tenía.
‒No sé porque siempre le pides permiso a Isaac para todo ‒dijo con enfado.
“De nuevo con lo mismo”
‒No le pedí permiso. No digas estupideces.
‒Él siempre se ha metido entre nosotros porque tú se lo has permitido.
‒Es mi mejor amigo y no lo cambiaría por nada del mundo. Sería más fácil cambiarte a ti —dije poniéndome de brazos cruzados.
Fernando apretó los puños.
‒Nunca me va a agradar, es muy arrogante y no pierde ninguna oportunidad para decirme que soy un bueno para nada.
‒¿Y no es cierto? Volviste a fallar a clases, me prometiste que serías más responsable y no cambiaste en absoluto ¿Qué estuviste haciendo? ¡Me imagino que nada!
Él levantó un dedo de forma amenazante.
‒No me hables así, te estás pasando del límite Kim.
‒Tú eres el que se pasó del límite, te llamé y no quisiste responderme, no contestaste mis mensajes ni me diste la más mínima explicación.
‒Porque sabía que ibas a sermonearme, no necesito una novia amargada que me recuerde cuales son mis obligaciones, para eso ya tengo a mi mamá.
Sus palabras me hirieron más de lo que estaba dispuesta a admitir.
‒¿Por qué actúas así? ¿No quieres terminar tu carrera o no has madurado?
Fernando se acercó mucho a mí y me atrapó contra la pared, sus ojos estaban llenos de ira y me hizo sentir miedo. Quise alejarme, pero él me lo impidió agarrándome fuerte del brazo.
‒¿Qué es lo que te pasa? ¡Suéltame!
‒¿Quieres saber cuál es la diferencia entre tú y yo? ‒él apretó su agarre sobre mi brazo y yo solté un quejido‒ Yo soy una persona divertida que vive la vida al máximo, no me ahogo en un vaso de agua como tú. Eres muy aburrida, no tienes sentido del humor y tampoco eres una diosa. Nuestra relación no tiene sentido y no pienso perder ni un minuto más de mi tiempo contigo.
De alguna manera logré liberarme de su agarre y lo empujé. Estaba tan molesta que le di una sonora cachetada, fue tan fuerte que hasta me dolió la mano.
‒¡Eres un imbécil! No me importa nada de lo que digas, solo te di una oportunidad por lástima. Nunca me has merecido maldito.
Fernando se pasó la mano por la cara y su rostro enrojeció de ira.
‒¿Merecerte? No seas ridícula, cualquier mujer sería mil veces mejor que tú.
‒Ni siquiera toques el tema porque tú eres una basura de hombre.
‒No le llegarás a los talones a mi nueva novia.
‒Mándale mis condolencias por favor, siento mucha lástima por ella ‒diciendo eso le di la espalda y me fui corriendo para no oír todos sus insultos. Maldito, mil veces maldito.
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Editado: 19.07.2021