Mi pequeño cerebro apenas se pudo concentrar en lo que el profesor decía, traté de anotar de vez en cuando pero no pude finalizar ninguna idea, Isaac estaba sentado junto a mí y parecía estar muy tranquilo, todo lo contrario a mí. Paola insistía en que no confiara en él, pero yo le dije que estaba equivocada y que creía firmemente en su lealtad, al final no pudimos ponernos de acuerdo y ambas acordamos ocultarle todo lo que habíamos hablado. No quise comer nada durante el receso porque no tenía apetito así que me quedé en mi asiento mientras todos mis compañeros abandonaban la sección felices de la vida, excepto Isaac que decidió quedarse conmigo.
‒¿Me quieres decir que te pasa? ‒preguntó con impaciencia.
Me sorprendí mucho.
‒¿A qué te refieres?
‒Estas muy pensativa. ¿Tiene que ver con Fernando?
‒Claro que no.
‒¿Entonces?
Dudé un momento y decidí que me era imposible desconfiar de él porque no sería capaz de hacerme nada parecido.
‒Fernando no es el culpable ‒admití.
‒¿Por qué estás tan segura? Él te estaba molestando en las redes sociales.
‒Recibí mensajes de un número desconocido cuando Fernando estaba frente a mí. Creo que sólo estaba celoso de ti y por eso me estaba molestando, pero no significa que el acosador sea él.
Isaac no podía creerlo.
‒¿Por qué no me lo dijiste?
‒Es que… no estoy segura, no sé qué pensar y no quería preocuparte.
‒¿Quién más tiene razones para querer hacerte daño aparte de Fernando?
‒No lo sé.
Isaac se quedó muy pensativo.
‒No quiero que te preocupes por esto, vamos a resolverlo de una forma u otra ¿De acuerdo?
Asentí con la cabeza y él me abrazó. Me sentía segura y protegida a su lado.
‒No sé qué haría sin ti ‒susurré contra su pecho.
Esa tarde me sentía muy cansada así que me encerré en mi casa y me puse a dormir, pero al despertarme de mi siesta recordé de golpe el cumpleaños de Ezra. ¿Cómo lo pude haber olvidado? No lo había felicitado en todo el día, aún tenía tiempo para hacerlo porque habíamos quedado en salir a cenar juntos.
Abrí mi ropero y me puse lo primero que vi, la suerte le tocó a un vestido rojo sin mangas por encima de la rodilla que resaltaba mis curvas, me hice una coleta y me senté frente al espejo para maquillarme, resalté mis ojos con el delineador y usé un labial rosado. Escogí el tacón más bajito que tenía y me lo puse, el resultado se veía muy bien así que agarré mi bolso y baje las escaleras. Me sentía constantemente bajo estrés así que esa salida casual era justo lo que necesitaba.
Margaret y Ezra pasaron recogiéndome en un auto rojo y fuimos al restaurante que habíamos elegido. Los chicos se veían muy contentos así que traté de fingir que no estaba preocupada porque no quería arruinarles la noche, era lo último que necesitaba. Los tres nos sentamos en una mesa e hicimos nuestros pedidos después de ver el menú.
‒Espero que no sea tarde para desearte un feliz cumpleaños ‒comenté.
Ezra se veía muy tranquilo y tenía que admitir que estaba muy elegante con la camisa manga larga de color azul que había elegido.
‒Nunca es tarde para nada, gracias Kim ‒respondió con una sonrisa.
‒Olvidé felicitarte en la mañana porque tengo muy mala memoria, a veces olvido hasta mi nombre.
‒A mí me pasa todo el tiempo ‒respondió Margaret.
‒Tal vez necesitan tomar vitaminas, eso les pasa por odiar el hospital ‒agregó Ezra.
‒No podemos ser más diferentes ‒concluyó Margaret.
En ese momento llegó la mesera y dejó nuestras órdenes sobre la mesa. No me di cuenta de cuanta hambre tenía hasta que vi la comida. ¿Cómo pude descuidarme tanto de mi alimentación?
‒¿Estas soltera? ‒indagó Margaret.
Su pregunta me hizo recordar todo lo que estaba intentando olvidar.
En realidad no, estoy saliendo con un compañero de la universidad ‒Agarré mi teléfono y le enseñé una foto de mi novio a Margaret‒ Es él, se llama Isaac.
‒Lo recuerdo, lo he visto frente a tu casa.
‒Siempre pasa por mí en su moto para que vayamos juntos a la universidad. ¿Qué hay de ti, estas soltera?
‒Estaba soltera, pero conocí al hombre más romántico del mundo y estamos pensando en casarnos‒ comentó Margaret llena de ilusión.
Ezra iba a meterse una cuchara de comida a la boca, pero se quedó a medio camino y volteó a verla sorprendido.
‒¿Qué? ‒Preguntó atónito‒ ¿Cuándo pensabas decírmelo?
Había cierto enojo en su tono de voz, la situación se volvió un poco incómoda así que fingí que no estaba oyendo nada y me puse a comer.
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Editado: 19.07.2021