Isaac tocó la puerta de Margaret y ambos esperamos a que nos abriera. El sol estaba muy fuerte y eran alrededor de las dos de la tarde. Isaac agarró mi pesada mochila y la quitó de mi espalda para ponérsela en la suya. Después del incidente con Paola no pensaba volver a la universidad nunca más, pero Isaac usó todos sus encantos y logró convencerme de ir con él. Por su parte Paola no pensaba asistir a clases por un tiempo y eso me ponía triste aunque su postura era perfectamente entendible.
Sentí la mirada de alguien sobre mí y volteé hacia atrás al instante, sin embargo no había nadie allí, ni siquiera un carro. Estar en esa propiedad me traía malos recuerdos y cualquier crujido del jardín ponía mis nervios de punta. Isaac notó mi nerviosismo y agarró mi mano.
‒Tranquila, no pasa nada.
Asentí con la cabeza y apreté su mano.
‒¿Estás seguro de que no lees mi mente?
‒A veces sí ‒respondió con una sonrisa.
Margaret abrió la puerta y se sorprendió mucho al vernos, no obstante nos dejó pasar. Para mi sorpresa su novio se encontraba en la sala y ella nos lo presentó, su nombre era Federico y mi primera impresión fue que era bastante simpático, pero ya me había equivocado antes con mis primeras impresiones. Isaac y yo nos sentamos en el sofá y Margaret nos ofreció una limonada antes de sentarse junto a Federico.
‒Me siento muy apenada con Kim por todo lo que está pasando ‒Se dirigió a Isaac‒ Y también contigo, en el momento en que te vi espiándonos por el jardín pensé lo peor de ti. Creí que no tenías razones para estarnos investigando, pero ahora es obvio que estuve equivocada‒ reconoció ella.
‒Tenía un mal presentimiento sobre tu hermano, sin embargo no podía probar nada y eso me volvía loco ‒explicó Isaac.
Se me partió el corazón al recordar la discusión que tuvimos aquel día. No me alcanzaría la vida para arrepentirme.
‒Sí, ahora lo entiendo ‒meditó ella‒ ¿En qué puedo ayudarlos?
‒Me gustaría contactar a Lourdes, ¿Crees que podrías darme su número? ‒consulté.
‒Ella no responde ningún número desconocido, hablaré con ella y le preguntaré si acepta reunirse contigo.
Margaret agarró su teléfono y llamó a Lourdes. Yo tampoco respondía a ningún número desconocido así que la entendía perfectamente. Mientras esperaba empecé a dudar un poco ¿Y si no aceptaba hablar conmigo? Margaret colgó y me sonrió.
‒Lourdes tiene que trabajar mañana, pero en estos momentos está desocupada y accedió a reunirse contigo.
Me sentí un poco aliviada al oír eso.
‒No sabes cuánto te lo agradezco ‒respondí.
‒Es lo menos que puedo hacer por ti. Mi hermano no puede huir por siempre y sé que terminará en la cárcel así que debes ser fuerte hasta que lo atrapen ‒Ella me extendió una tarjeta‒ Éste es el número de Margaret, está esperando tu llamada.
Mientras nos alejábamos de su casa procedí a llamar a Lourdes. No sabía muy bien qué decir, pero ella me contestó y sonó muy tranquila, era como si supiera exactamente lo que quería saber. Ambas nos pusimos de acuerdo y escogimos una cafetería en el centro de la ciudad para reunirnos. Colgué el teléfono y miré a Isaac.
‒¿Y bien? ‒preguntó él.
‒Nos está esperando.
* * * * *
Lourdes resultó ser una chica morena, de ojos cafés, nariz fina, cejas abundantes, barbilla resaltada, cabello largo y liso, de estatura mediana. Estando frente a ella comencé a darme cuenta que muchas de mis preguntas ni siquiera tenían sentido. Estábamos sentadas junto a una ventana y podíamos ver todo el paisaje de afuera. Isaac se encontraba en una mesa lejos de nosotras y se veía muy a gusto tomando una malteada. La mesera se nos acercó y dejó nuestro pedido sobre la mesa. Todo estaba muy tranquilo a nuestro alrededor así que era el lugar ideal para conversar sin que nadie nos escuchara.
‒Supongo que viste el reportaje de lo que me pasó ‒dije mientras mezclaba mi refresco.
Sus ojos cafés eran muy bonitos y parecía estarme estudiando con detenimiento.
‒Así es. Siento mucho lo que te pasó ‒Parecía sincera.
Si había alguien en el mundo que podía entender lo que estaba sintiendo esa era ella.
‒Agradezco mucho que hayas aceptado reunirte conmigo.
‒Entiendo tu necesidad de obtener respuestas así que te ayudaré en todo lo que pueda ‒afirmó ella.
‒¿Cómo conociste a Ezra? ¿Fue una simple coincidencia o hubo algo más detrás de todo?
Lourdes apoyó los codos sobre la mesa y miró por la ventana.
‒Fue una coincidencia. Lo conocí en la universidad hace mucho tiempo, él era un hombre maravilloso y cuando me propuso ser su novia acepté sin pensarlo dos veces. Siempre fue muy detallista y romántico conmigo. Jamás me engaño con otra porque creía mucho en el amor verdadero. Nuestra relación era muy seria, incluso teníamos planes de casarnos ‒Lourdes hizo una pausa como si le dificultara hablar de ello‒ Sus padres eran muy buenos conmigo y me querían como si fuera su hija, Margaret siempre me consideró como una hermana y me volví parte de la familia. Todo iba muy bien hasta que sus padres murieron. Los chicos quedaron devastados y yo compartí su dolor, nunca podría haberlos abandonado en un momento tan difícil. Los tres estuvimos unidos todo el tiempo y nos apoyamos mutuamente. Afortunadamente no tuvieron problemas económicos porque ambos tenían trabajo y además sus padres les dejaron una herencia. No sé qué fue lo que pasó con Ezra, pero a partir de ese momento empezó a ser muy controlador y posesivo conmigo. Al principio se lo dejé pasar en nombre de nuestro amor, sin embargo hizo tantas cosas… ‒ella suspiró‒ Empezó a escribirme cartas apocalípticas, no me dejaba hablar con mis amigos, se volvió extremadamente celoso, comenzó a seguirme a todas partes y casi me aísla de todos mis seres queridos. Pensé que al dejarlo todo se resolvería y fue allí cuando empezó el verdadero infierno.
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triangulo amoroso y celos, suspenso intriga, romance adolecente juvenil
Editado: 19.07.2021