La noche ya estaba cayendo cuando íbamos cruzando el puente que se ubicaba justo a cien metros antes de llegar a mi casa, de camino ya habíamos pasado a dejar a Aldo y Simon a sus casas, ahora solo quedábamos Nicolas, Raquel y yo.
En realidad nuestro pueblo era grande, al rededor de unas 7,000 personas vivían aquí, pero nuestras familias habían decidido apartarse un poco del ajetreo del centro y comprar una propiedad justo a unos 5 kilómetros del centro del pueblo.
Así que todo lo que tenemos a nuestro alrededor es un increíblemente hermoso bosque verde, hay pequeños ríos por todos lados y todo tipo de animal diurno y nocturno que jamás imaginarias que pueda existir.
Pero me encanta vivir aquí, es demasiado fresco y limpio, y hay cientos de senderos dentro del bosque a los que puedo salir a curiosear cada vez que quiera.
En realidad el lugar es muy tranquilo, no se escucha noticias acerca de altercados o asesinatos muy seguido, solo cuando llegan grupos de alguna banda criminal a buscar personas (la mayoría jóvenes de mi edad) que se meten en serios conflictos con ellos.
-Muy bien chicas, hemos llegado-. Dijo Nicolas parqueando el auto frente a su casa, junto con Raquel nos disponemos a salir del carro.
-Estuvo increíble hoy, deberíamos volver y poner cámaras en los alrededores de la cabaña a ver quién vive allí -. Dijo Raque refiriéndose a la cabaña que encontramos en San Pedro. Nos gusta mucho ir a escalar las montañas que hay en el pueblo vecino.
-Sabes qué, no sería mala idea, quizá le encontremos muy buen material para tu padre-. Nicolas volteó a mirarme. Mí papá era el jefe de policía del pueblo. Llevaba 17 años en ese trabajo.
-¿Creen que sea alguien peligroso? -. Les pregunté.
-No lo sé, quizá sea algún drogadicto o alguien que esté escapando de alguna banda enemiga-. Dijo Nicolas frunciendo sus labios. -Pero chicas, dejemos el drama, quizá es solo el dueño que la quiere restaurar. Yo me voy a casa, me llega el olor a comida recién hecha, y la escalada me ha dejado con un hambre terrible.
Nos despedimos de él y lo miramos alejarse corriendo y haciendo gestos raros, lo que nos causó risa.
-Bueno... Raque, ¿quieres pasar a cenar a mi casa? -. Le pregunté, ambas estábamos sentadas en la acera que se encontraba justo en la entrada de mi casa.
En mi casa no se encontraba nadie, lo usual es que mi madre llegue a las 7.00 de la noche, y mi padre llega aún más tarde, en la comisaría han estado teniendo más trabajo de lo normal, pero él trata de no traer esos temas a casa, así que no sabemos mucho de lo que sucede fuera de la ciudad si no es por las noticias locales.
-Mere, me encantaría, solo que mi hermano está solo y debo ir a cuidarlo, pero mañana podemos hacer algo juntas, ¿que tal si invitamos a los chicos a cenar con nosotras-. Dijo entusiasmada. -Ya casi se acaban las vacaciones y tendremos que entrar a clases de nuevo.
-Sería genial, podríamos comprar películas de terror, pizza y helados-. Dije levantándome de un salto, me agrada demasiado diría yo la idea de noche de películas.
-Perfecto, llamaré a los chicos, quizá Aldo y Simon puedan pasar a comprar las películas, la pizza la podemos encargar y que la vengan a dejar. Pasaré a decirle a Nico. Nos vemooos! -. Gritó mientras salía corriendo, le despedí de vuelta y pude escuchar donde le llama a Nicolas para comentarle de nuestros planes para mañana.
Nuestras casas quedaban un poco cerca, solo una pequeña parte de bosque las dividía, lo que daba cierta privacidad a cada casa. Mucha gente vivía por acá, es demasiado lindo y tranquilo.
Abrí el portón de entrada a mi casa, cuando ingresé lo cerré, mis padres tenían una copia de las llaves cada uno, así que ellos podían abrir cuando lleguen.
Caminé por una pequeña acera que marcaba el camino al corredor principal de la casa, estaba hecho de planas piedras volcánicas. Subí el escalón que tenía la entrada y me dispuse a ingresar la llave en la cerradura de la puerta.
Dentro de la sala el ambiente estaba tibio a comparación con el frío de afuera, encendí las luces de la sala y la cocina. Rodeando los sillones de la sala caminé hacia las escaleras en dirección a mi habitación. La puerta se podía distinguir claramente, era la única que tenía una rótulo de no molestar colgando de la puerta.
La habitación estaba justo como la había dejado. Decidí darme un baño antes de ir a hacer la cena. Mi cama se encontraba justo en el centro de la habitación, ubicada bajo una ventana larga que ocupaba el centro de la pared y llegaba a ambos extremos de esta.
Las paredes eran de color azul, los muebles eran blancos y tenía una esquina de la habitación con un mueble de varias plazas, allí tenía muchos objetos que me gustaban, algunas piedras de figuras muy geométricas, una occidiana, y muchos abalorios que encontraba en los mercadillos de los pueblos. La habitación estaba llena de plantas y flores ya secas.
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Editado: 29.06.2018