Odiaba el hecho de no saber qué iba a suceder conmigo, llevaba varios días encerrada en este lugar. Si bien mis ojos no estaban vendados, mis pies, manos y labios permanecían inmóviles. Por la luz que se filtraba de los pequeños espacios de las ventanas podía calcular como tres días los que llevaba aquí dentro. No había comido o bebido algo, Hector no habían aparecido después de que me golpeara, pero Nicolas había venido los últimos dos días a ponerme algún tipo de anestesia o adormecedor para que estuviera inmóvil la mayor parte del tiempo. Luego de que se aseguró de que no podía escapar llamó a la dueña del lugar, la anciana incriminadora que nos había corrido del mismo lugar a Max y a mi, para decirle que nadie podía entrar por esa puerta y que estaba totalmente prohibido abrirla sin importar el ruido que yo hiciera.
Así que me encontraba sentada en el mismo lugar donde me había dejado, no podía ver mi abdomen, pero sentía las magulladuras y los cortes que sus zapatos me habían provocado, eso contando también el labio partido y el golpe en la mejilla que aún dolía al intentar mover la boca.
Llevaba analizando las fotografías desde hace muchas horas, o días. Claramente era imposible para mí sistema dormir, y tenía sueño, de eso no había duda, pero cada sonido proveniente de dentro o fuera del edificio me hacía sentir sobresaltar y estar lo más alerta que pudiera.
Todas las chicas tenían rasgos físicos muy similares a los de Sofia, eso significa que Hector tiene una obsesión con asesinarlas para, no lo sé, ¿vengarse?, por el hecho de que ella lo ignoró durante mucho tiempo o por que prefirió a su familia antes que a un asesino psicópata que la amenazaba.
Miré a mi alrededor, la pared detrás de mi era intermediaria hacia la cocina, si me inclinaba un poco hacia la izquierda podría ver el pasillo que llevaba a esta.
Miré hacia mis pies, los zapatos de plataforma que llevaba el viernes por la noche habían desaparecido, en su lugar se encontraban mis pies descalzos y sucios por la mugre que había en el piso. Seguí el recorrido hasta ver los jeans rotos, sucios y desgastados, mi mirada se detuvo en la camisa blanca casi transparente y de media manga, algunos de los botones y el cuello estaban manchados por pequeñas gotas de sangre seca.
La piel de mis muñecas ardía al contacto con la cuerda estrategicamente atada.
Mi visión, respiración y agilidad se veían afectadas por la falta de alimento y descanso. Pero no me podía rendir, tenía que luchar por salir de ese lugar, tenía que poner orgulloso a Isaac, todo tenía que ser por él y sabía que él me estaba cuidando desde dónde sea que se encuentre.
Cerré los ojos un instante y reaccioné rápidamente, debía darme prisa antes del anochecer. Por que esa era la peor parte, al caer la noche todo se volvía una completa oscuridad, cada sonido se presenciaba el doble de molesto y alarmante. Me hacía sentir que había alguien más acechando en la oscuridad, esperando para clavar un cuchillo en mi pecho o envolver sus manos al rededor de mi cuello.
Pasaba toda la noche llorando y mirando hacia todas partes en busca de un poco de luz.
Por eso el que no quiers pasar una noche más en este lugar.
Me coloqué de pie apoyándome con los hombros sobre la pared y a cortos pasos caminé por toda la casa, debía encontrar la manera de salir de aquí, no sabía cuánto tiempo me quedaba antes de que Nicolas y su demente tío volvieran.
Un pequeño rayo de luz me hizo ver unos trozos de vidrio roto acumulados debajo de una mesa.
Con cuidado me acerqué y me senté de vuelta en el piso agachandome bajo la mesa. Tomé con mis dedos un trozo de cristal y empecé a frotarlo contra la soga, el filo de este me hacía pequeños cortes en los dedos, pero no podía desistir.
Cuando sentí la soga caer de mis manos un suspiro lleno de esperanza salió desde mi garganta.
Llevé las manos y el cristal hacia la soga al rededor de mis tobillos y me deshice de esta.
De un tirón quité la cinta que cubría mi boca y pasé mi lengua sobre los labios lastimados.
Me puse de pie y limpié mis manos ensangrentadas en los costados del pantalón y empecé a buscar como salir de ahí.
Al momento en que llegué a la puerta intenté abrirla, pero el raído y viejo llavín no cedió a mis manos, debía estar cerrada por fuera.
Todas las ventanas estaban selladas con madera, así que intentar quitarlas alertaría a la anciana por el ruido.
Me tomé un respiro largo y pasé el dorso de mi mano por la frente, estaba sudando nerviosa. Pensé que, si salía de aquí sin una sola prueba, probablemente está situación volvería a repetirse.
Dejé que mis pies tomarán vida propia y corrí por toda la casa casi chocando con las paredes, tomé la fotografía de Sofia hecha pedazos de suelo y unas cuantas más de las otras chicas, más que todo varias de las fotos marcadas y de las que aún no lo estaban.
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Editado: 29.06.2018