La Adopción
La mansión se encontraba vacía, la luz penetraba sus ojos, yacieron las siete con treinta minutos de la mañana. Lilliam, la nana. Todos los días la despertaba con un beso en la frente. Y la acompañaba hacia la parada de buses. Aquello era una tortura, repetir el mismo guión falso de vida, solo para formar parte de una sociedad superficial, no tenía amigos, el mutismo selectivo no se lo permitía, desconfiaba de todos.
Pero, conocía la vida completa de cada persona que se cruzaba en el camino. Elizabeth, maestra de artes, tiene el don especial en hacerle hablar fuera de casa, le inspira confianza, tal vez porque en ella siente la figura materna que nunca experimentó. A los padres adoptivos los veía cada año, y los biológicos son el enigma que no ha descifrado.
Cualquier joven a su edad sería feliz por tener todo a su alcance, la casa perfecta, la imagen de la familia perfecta, la libertad completa de hacer y deshacer con lo que quisiera. Más solo es el espejismo de una realidad distorsionada.
A los cinco años visitó seis familias, Morgan el agente del servicio social, decía que luego de visitar cinco familias no tendría más oportunidad que vivir en el orfanato hasta cumplir la suficiente edad para valerse por sí misma. Esas palabras se tornaron inciertas al cumplir los diez años, una pareja de noruegos llegaron al orfanato central de Barcelona, de aproximadamente treinta años, firmaron los documentos necesarios para su salida. Pero antes, Morgan la llevó hacia la habitación para alistar la maleta, no comprendía porqué tanta melancolía en su rostro, y con voz entrecortada expresó;
-te extrañaré, me hacía la idea que nunca te irías-.
Le preguntó; ¿es de tu agrado la familia que ha venido por ti?
No, le respondió. Lo observó y se marchó de la habitación, no quería ser parte de una escena triste, no comprendía a qué le temía, aunque él le dijera que la extrañaría, un mal presentimiento recorrió su cuerpo, las razones eran otras, pensó. Se subió en un automóvil convertible, color negro mate, los sujetos que llegaron a por ella tomaron sus pertenencias y la tiraron por la ventana en el camino entre pinos y nieve.
No conocía aquel lugar, imágenes fugases aparecían de repente en su mente, veía su cuerpo joven tirado sobre la nieve, descalza, y a la par de una persona en medio de un charco de sangre. Tal vez solo es la ilusión de una pesadilla, la mujer hablaba otro idioma y el hombre le respondía en español, no comprendía lo que ella decía, sus muecas demostraban un estado molesto, detuvieron el automóvil y salieron a discutir.
A su corta edad se dio cuenta que no era la típica familia adoptiva entusiasta. En su mente se reflejaban escenas de secuestro, de tráfico de órganos como en las películas que veía. La curiosidad era inmensa y el miedo nulo. Decidió salir del auto, se dirigió hacia ellos y observó cada uno de sus ademanes, la mujer la miró con desdén y luego él, caminó hacia donde ella y la sujetó de un brazo, elevándola y encerrándola contra su voluntad en la parte trasera del coche.
Intentó escapar, no era posible, se cruzó en la parte delantera e hizo que el auto arrancara y circulara, estrellándolo contra un árbol, todo aquello lo aprendió viendo películas a escondidas por las madrugadas de los domingos en el auditorio del orfanato, conocía los rincones dónde guardaban todas las pertenencias de valor, los secretos más profundos de cada uno de los trabajadores. Y Morgan no quedaba expenso de eso, sabía que en ese tiempo él salía, y frecuentaba los antros de gays, lo descubrió porque debajo del escritorio en el dormitorio tenía pegado dos páginas de una revista de antros gay y de pornografía homosexual, no fue difícil, siguió y observó cada uno de sus pasos, en ese instante se dio cuenta que cada individuo lleva consigo una doble vida, una más oscura que otros pero, eso no lo hacía una persona mala, pues sus acciones lo definían y no su vida privada.
Mareada por el accidente que provocó en el intento de sobrevivencia, una luz escandalosa se veía desde el cielo, no entendía nada, tal vez estaba muerta y veía la luz divina, como en los libros que leyó, pero no, las ramas y los pedazos de carrocería destruidas se elevaban golpeando contra el auto, provocando un ruido estremecedor. Y de repente se abrió la cajuela, y la sacaron estando un poco consciente, tenía dolor de espalda y se le dificultaba moverse. Vio a unos hombres vestidos de negro, la tomaron en brazos, y la subieron en el helicóptero, no comprendía porque la pareja se quedaba. Sus ojos involuntariamente se cerraban, no entendía nada, pensó…
La Bienvenida
No lograba ver, una especie de máscara cubría sus ojos. Escuchaba conversaciones entre dos hombres y el sonido del helicóptero andante. Una luz quemaba la piel fresca de sus piernas descubiertas, y la sequedad de garganta, por las horas que permaneció inconsciente. Recordó que Morgan había entregado un documento a la familia adoptiva sobre su procedencia. Se dispuso actuar con cautela sin que se percataran de las intenciones futuras, estudiaré y anotaré cada acontecimiento, pensó. Un eco se estremeció, las hélices disminuían la velocidad al descender sobre el suelo sólido, sintió el desvanecer de sus piernas y una fuerza ejercida sobre la espalda, hizo que cayera de rodillas y adolorida, lágrimas descendían sobre sus mejías, no comprendía porqué hacían eso. Sus ojos no lograban abrirse por completo, la luz la dejaba ciega por un instante, tenía frío y hambre. Sintió el caer del agua con hielo sobre el cuerpo menudo y luego agua hervida, aquella sensación era inexplicable, apagaron las luces y cerraron la puerta con doble llave.