19 de junio, 2014.
—Insisto en que deberíamos ir a celebrar, pasaste el semestre con la mejor calificación, y yo, pasé el semestre —dijo el chico por quinta vez, haciendo que Margot pierda la paciencia.
Ambos jóvenes se encontraban en la habitación de paredes moradas de Margot. Ella estaba sentada en la silla giratoria que tiene junto al escritorio de madera, en el que pasa horas y horas estudiando; mientras John, de pie, continuaba hablando, al mismo tiempo que admiraba la nueva pintura que Margot había terminado hacía unos minutos atrás.
—¿Sabes cómo logré sacar la calificación más alta? —dijo levantándose de la silla, colocándose junto a John.
—¿Sobornaste al profesor? —replicó sarcástico.
—Que gracioso, pero no. Lo hice estudiando y salir a un club no es precisamente estudiar.
—Sólo ésta noche, Margot, es viernes, son casi las diez y hay un excelente club a unos cinco minutos de aquí —insistió.
—Está bien —dijo de mala gana—. Iremos, pero si alguien se pasa de listo conmigo tomaré un taxi y regresaré aquí. Ahora sal porqué quiero cambiar de ropa.
John sonrió, le entregó el cuadro y le besó la mejilla, salió de la habitación cerrando la puerta y Margot comenzó a negar con la cabeza sonriendo.
John es su mejor amigo desde que tienen memoria, crecieron juntos jugando en los parques de Omaha y ahora ambos estudian en una de las mejores universidades en Los Ángeles.
Dejó el cuadro debajo de la cama, junto a todos los demás; ella amaba pintar, podía hacer a la perfección desde una simple manzana a un paisaje urbano o rural, o hacer el retrato de una persona. Pero además de John, sólo su familia conocía el talento artístico de Margot. Hasta se ofrecieron en pagar una escuela de arte, en lugar de una de derecho; pero ella, pensando en el bien de su familia eligió la escuela de derecho, porqué claramente tendría más futuro siendo abogada que artista.
Deslizó ambas puertas del armario hacía los costados, observando las prendas disponibles.
Al ser verano eligió un vestido marrón claro, por encima de las rodillas y de tirantes; unas botas largas, que le llegaban por la rodilla, negras y como un accesorio, una campera de cuero negra. Se colocó toda la ropa y se miró en el espejo que estaba apoyado contra la pared, al lado de la cama.
«No luzco nada mal» se dijo para sí misma. Su estatura de uno sesenta y siete, hacía que las botas lucieran mejor. No es una chica a la que se considere fea: las pecas cubren sus pómulos y toda su nariz, su dorado y liso cabello le llega por la cintura, los ojos en una mezcla de verde y marrón resultan muy atractivos, unos labios rosados, ni muy gruesos pero tampoco son demasiado finos; es delgada, pero con falta de atributos, por lo que no rellena del todo el vestido. Y a causa de eso, varias veces pensó en hacerse una cirugía para arreglar el problema, pero la falta de dinero y coraje no lo permiten.
Se desarmó el nudo del cabello, sacando el pincel que tenía como traba. Sólo con las manos lo estiró, dejándolo más presentable; se había dado un baño por la tarde, luego de volver de hacer ejercicio. Se maquilló y luego roció un poco de perfume por su cuello.
Apagó las luces de la habitación y abrió la puerta, saliendo al corredor. A pesar de tener que pagar un poco más de dinero, tiene una habitación para ella sola, lo cual es una ventaja porqué puede hacer lo que a ella le plazca sin molestar a nadie.
Abrió la puerta que da hacía la escalera y se encontró con John. Ambos se detuvieron de golpe mientras se examinan de hito en hito; él tiene puesta una camisa negra con el primer botón desabrochado, un vaquero azul y unas zapatillas negras; el cabello se ve húmedo, lo que significa que se dio un bañó o lo mojó para peinarse.
—¿No viste a Margot por aquí? Ya sabes, estatura mediana, rubia y sospecho que es teñida, mal genio —la describía a ella, mientras reía.
—Vamos antes de que me arrepienta —dijo, dando un pequeño empujón a John—. No tengo mal genio, y sabes que soy teñida
Bajaron las escaleras, llegando a otro corredor en el que también hay habitaciones. John abrió la puerta, que da hacía una parte del campus y donde se encuentra el aparcamiento, para dejar salir a Margot primero.
Se dirigieron al auto de ella, ya que John había estrellado su auto contra un árbol hace como tres semanas, mejor dicho su hermano, Max, lo hizo. Margot le quitó la alarma al auto, con uno de los pequeños botones en la llave, y abrió la puerta por el lado del copiloto.
—Yo no puedo conducir con esto —señaló sus botas—, así que lo harás tú.
Le pasó las llaves por encima del techo del carro y John las tomó. Ambos subieron al auto y él comenzó a conducir. Una vez que llegaron, ambos bajaron del auto, y sólo entonces Margot se dio cuenta de que no traía dinero, ni el celular.
—John, no traje dinero —dijo, deteniéndose.