Obsidiana

Capítulo 4 → Primeras Impresiones.

Nunca te lo quites.

Las palabras de Lou se repetían en mi cabeza una y otra vez. ¿Por qué me habría dicho eso? Pero lo más sorprendente era el por qué la puerta se había abierto con el toque de la piedra de obsidiana.

Todo era tan confuso para mí, tanto que no siquiera me estaba fijando en todo el escenario que comenzaba a mostrarse ante mis narices. Escuché un leve susurro a la distancia, como el soplo del viento en mi oreja. No fue sino hasta que vislumbré la palma de Axel de un lado al otro que desperté de mi ensimismamiento.

– ¿Uhm?

–Estás en la luna, Elle. ¿Te encuentras bien?

El semblante de Jens me hizo sonreír de forma inevitable. Le dediqué una pequeña sonrisa tras asentir con suavidad. No iba a preocuparme de las palabras de Lou, y tampoco me iba a quemar la cabeza pensando en el sucedo de la puerta.

Miré hacia al frente y una imponente edificación se alzó con porte majestuoso. ¡Oh My God! Miré a Jens, preguntándole con la mirada si aquel castillo era nuestro ahora hogar, en cuanto él asintió, inevitablemente chillé un poco.

Bien. No admitiré jamás que me había preocupado a horrores cuando vi la clase de bote que nos llevó del muelle de Copenhague. La edificación estaba conformada por grandes piedras que a su vez lo hacían ver como un maravilloso castillo imponente de algunos metros de altura con enormes ventanales de cristal. Grandes puertas de madera tallada y un enorme jardín que se perdía con el verde que vimos a las afueras del campus.

Me encontraba con la mirada hacia arriba, admirando tan solo la magnificencia que encontré en las instalaciones de mi ahora nuevo hogar. De forma sutil volteé hacia Jens y lo admiré con sigilo, lucía realmente fascinado. Y me sentí contenta. Contenta por él y por el nuevo inicio que su vida tendría ahora que finalmente podía ser un muchacho normal sin demasiadas ocupaciones.

Como si fuera una conexión verdadera, Axel me sorprendió mirando a Jensen y él sonrió también. No necesitaba leer su mente para saber que pensaba lo mismo que yo.

Nos gustaba ver a Jensen feliz. Nos gustaba ver lo ilusionado que estaba.

–¡Bien! Estoy de vuelta. Lo lamento, tenía muchos papeles que revisar.

Lou se acercó hacia nosotros, haciendo repicar el tacón de sus zapatos a medida que avanzaba con paso elegante y sutil. Me asombraba ver cómo caminaba con ese porte aristócrata mientras cargaba una pila de papeles y carpetas folio entre sus brazos. Es decir, no eran tres o cuatro. ¡Eran una pila!

–Ellery, ten, estas son las llaves de tu habitación. Estás en el pabellón número tres en la habitación cuatro. – Lou me ofreció una llave de color plata y luego se dirigió a mis hermanos.

–Axel tú estarás en el pabellón número trece en la habitación dos. – Su llave también era de color plata. – Jensen. Tú vas a tener que acompañarme. Primero debes conocer el centro donde te esperan mañana a primera hora para iniciar tus actividades laborales, luego procederé a darte la respectiva llave de tu habitación.

Jensen asintió tras inspirar con profundidad. Supongo que finalmente se percató de que los aires habían cambiado. Él nos dedicó una sonrisa de labios sellados y se despidió de nosotros sacudiendo suavemente la mano mientras seguía el paso de Lou hacia el interior de la edificación.

–¿Y bien? –Voltee hacia Axel. – ¿Damos un paseo?

–Eso estaría bien, pero primero debemos ir a las habitaciones para saber que recorrido tendremos que hacer al volver. Anda, toparemos aquí dentro de quince minutos.

–Está bien.

Tras coordinar con Axel me encaminé hacia el interior de la edificación. Admirando con fascinación la perfección de la madera tallada a mano que decoraba las puertas. El interior era asombroso, tenía una decoración tan moderna que ni siquiera parecía estar dentro de un edificio tan antiguo como lo aparentaba la fachada exterior. En el interior, las paredes se encontraban perfectamente pintadas con un blanco y azul armonioso.

Tal parecía que estábamos en el pabellón habitacional, porque encontré una recepción y tres pasillos que a simple vista lucían interminables.

–De acuerdo, pabellón número tres, número tres. –Busqué con la mirada algún indicador de qué número de pabellón era cada pasillo, pero no me encontré con ninguno. En realidad ni siquiera había un letrero o una señalización. ¿Cómo demonios se suponía que iba a encontrarlo así?

Pensé que lo usual era que se realizaran recorridos guiados en conjunto para que las personas nuevas puedan acostumbrarse. Pero recordé que no estaba en primer año, estaba en el último año por lo que las visitas guiadas no se incluían para mí. En realidad pude tenerla, Lou hubiera estado encantada de acompañarme, pero de forma estúpida no lo pedí porque los ojitos ilusionados de Jensen me dijeron: Cállate y déjame vivir el sueño.

Aunque mi hermano nunca en su vida me diría esas cosas, estaba segura de que su mirada no mentía y no quería ser la causante de que su ilusión se viera eclipsada por mi incapacidad de encontrar mi habitación. Tampoco quería escribirle un mensaje de texto a Axel para pedirle que venga a ayudarme.

Tensé mis labios y acomodé un mechón de mi rubio cabello detrás de mi oreja y solo usé la lógica. Si había un pasillo adjunto a la recepción debía ser el primer pabellón, el pasillo conjunto sería por lógica el segundo y el que le seguía el tercero. Ajusté la correa de cuero a mi hombro y tras acomodar mi bolso, caminé hacia internarme en el pasillo y me fijé en los pequeños cuadros dorados que poseían las puertas.

Número 1, continué caminando por el pasillo, extendiendo mi mano hacia la puerta para delinear la suavidad de la madera a medida que avanzaba por el alfombrado concho de vino que se extendía por el pasillo. Número 2. De alguna forma sentía que me encontraba en una especie de hotel de alta categoría. Número 3. Paso a paso me acerqué a la habitación con el grabado #4 en el centro de la puerta.




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