"We fall apart as it gets dark
I'm in your arms in Central Park
There's nothing you could do or say
I can't escape the way, I love you
I don't want to, but I love you"
I love you; Billie Eilish.
Una semana.
Con ese día, se cumplía una maldita semana de la última vez que vio a Thor.
Cuando Peter se reconcilió con su ahora pareja, Stark—obligado por Peter—se ofreció a alcanzarle a su apartamento. Y se hubiese negado de no ser porque aún tenía una gata en casa que seguro estaba rasguñando dramáticamente las cortinas del hambre.
Fue un mal tercio por veinte minutos, y cuando al fin se encontró solo, alimentó a su gata y trabó las puertas, fue que cometió el primer acto masoquista de la noche.
Buscar "Thor Odinson" en el buscador de Netflix.
Nunca lo había hecho, solamente porque no quería mezclar las cosas.
Pero ahora ya no importaba, así que se tapó cómodamente en su cama y con la gata entre sus piernas, se vio la primera película, donde Thor interpretaba a un soldado en plena guerra y moría al final de la pelicula.
Genial, pesadillas aseguradas. Por eso no solía mirar ese tipo de cosas.
Aunque si le corrieron escalofríos, no se puso a llorar, para mantener la dignidad que ya escaseaba.
Y allí, cometió el acto masoquista número dos.
Se había traído la pesada bolsa con el regalo que le había dejado, y la había abandonado a un lado de la cama, sin abrir.
Loki jamás había recibido regalos antes. No más que el desayuno que Peter le llevó una vez y las eventuales galletas caseras de Frigga.
Thor le había hecho un par de regalos de sus viajes, pero ese, por alguna razón, parecía ser especial.
Y lo era.
De la bolsa sacó una caja de madera oscura, lisa, perfectamente suave. Sobre la tapa, tenía impresa una serpiente dorada muy delicada y bonita.
Después de tantos documentales de animales, Loki le había agarrado cariño morboso a las serpientes, y Thor eso lo sabía muy bien.
Cuando abrió la caja, supo que podía morirse.
Dentro, había un ejemplar de Orgullo y prejuicio, hecho a pedido, a medida y con dedicatoria incluida.
La tapa era dorada con detalles en verde. Llevaba una caligrafía exquisita donde precidia el título y el interior de la caja protegía el libro con una suave seda color esmeralda.
A Loki le temblaron las manos cuando lo sostuvo en sus manos y la primera lágrima cayó cuando leyó la dedicatoria con letras, por supuesto, en dorado.
"En vano he luchado. No quiero hacerlo más. Mis sentimientos no pueden contenerse. Permítame usted que le manifieste cuan ardientemente lo admiro y lo amo".
De: La criatura tonta.
Para: El bello hechicero de la torre mas alta.
No supo que hacer ni donde poner las manos. Su gata comenzó a olfatear el libro confundida y hasta se apiadó de él cuando inevitablemente se echó a llorar.
No sabia si lloraba por la culpa, la frustración, o la felicidad. No tuvo tiempo de adivinarlo. El cansancio emocional le dejó vencido y la mañana le sorprendió aún abrazado la libro y a su gata acurrucada sobre su pecho.
Luego de ello, la semana se le había pasado lenta y dolorosa. Había leído la dedicatoria más veces de las que hubiese deseado, intentando entender lo ultimo.
"Para: el hechicero de la torre más alta"
Loki se había desecho intentando encontrar la referencia. ¿Sería de algún libro? ¿De alguna de las películas de Thor? Aún buscaba la respuesta.
En tanto él sufría, Peter había vuelto a ser la pelotita azucarada llena de luz de siempre, solo que ahora no paraba de estar al pendiente suyo.
Se preocupaba cuando le veía quedarse en blanco o preguntaba si había alguna novedad.
Pero no la había. Thor no había vuelto, tampoco le había llamado.
Y Loki no le culpaba, tampoco esperaba que lo hiciera.
En lo que a él respectaba, se había terminado siquiera antes de empezar y no era más que su culpa.
Peter le había dicho que se dejase de tonterías y le llamara. Que estaba seguro de que Thor atendería de inmediato e iría corriendo a verle de tan solo ver su nombre en la pantalla.
Pero Loki no estaba tan seguro, tampoco podía decidir que era lo que quería.
Miraba el teléfono en su mano, como si esperase una señal o que la respuesta pareciera en pantalla.
Porque le extrañaba, pero no sabía que decirle. ¿Disculparse? Eso era obvio. El problema era que luego debía dar una explicación.
Y no sabía como demonios hacer eso sin entrar en un estado de completa desesperación.
—¿Qué tanto esperas?—por una razón completamente desconocida, Frigga estaba apoyada frente a su mostrador, con la mirada dulcificada —. Peter me ha contado un poco al respecto. No te enojes con él.
Negó con la cabeza, algo cansado. El día había estado movido y casi no había tenido tiempo de descansar.
—Toda la librería se enteró, no te preocupes— no tenía ni energía para enojarse, de todas formas. De pronto recordó que ya era de noche y que Frigga solía visitarle solo en las mañanas —. Me faltan diez minutos para cerrar.
Ella asintió, siendo consciente de ello. Loki supo que la mujer había ido hasta allá solo para tener una charla.
—¿Está mal suponer que eres muy orgulloso para dar el primer paso?