Es de día y la tarde esta fría. Cuando miro por la pequeña ventana de mi habitación no se logra divisar nada, la neblina tapa toda clase de objeto. Por un momento parece que estas volando entre las nubes y en otro parece que estas bajando al mismísimo infierno.
Mi nombre es Sophia, tengo 17 años, vivo con mi madre María, mi tía Jessica y su hija Melissa. No conozco a mi padre ni a mi hermano mayor, o al menos no los recuerdo, aunque suelo recibir sus postales durante las fiestas y mis cumpleaños, no sé mucho de ellos, solo que actualmente deben residir en España. Guardaba en mi buró una vieja foto desgastada de ellos dos.
Mis padres se divorciaron cuando era muy chica, la querella judicial determinó que mi hermano viviría con mi padre y yo con mi madre. No me imagino lo mal que terminaron las cosas como para que papá se haya ido a otro continente escapando de todo aquello.
Melissa tiene mi edad, compartimos casi todo, crecimos como hermanas, nació justamente tres días antes que yo, y al igual que nosotras, nuestras madres eran muy unidas. Melissa es muy hermosa, cabello corto y liso, teñido de negro y rasgos finos en el rostro parecidos a los de su madre.
De las dos ella siempre fue la mas atrevida, la que coqueteaba con chicos y salía a fiestas, a veces me obligaba a acompañarla pero muy rara vez cedía. A diferencia de mi prima yo era bastante pequeña, y desgraciadamente no conseguí heredar los hermosos ojos azules que caracterizaban a las tres mujeres con las que vivía, me debía conformar con mis muy comunes ojos y cabellera café.
Mi vida últimamente parecía un disparate, y todo esto se lo debía agradecer a Phil Parker, magnate millonario que mi madre conoce desde la universidad, pero un completo extraño para mi. Aun así seria obligada a convivir con él hasta que lograra independizarme, ya que mi testaruda madre no me ha dejado muchas opciones.
Lo de ayer fue una larga noche, después de empacar todo no pude pegar un ojo hasta ver los rayos del sol colarse por la ventana de la habitación. Consolé a Melissa hasta que se quedó dormida, la abrazaba mientras ella sollozaba diciendo cuanto me extrañaría y lo injusto de la situación.
Aunque yo estaba de acuerdo con ella debía ser lo suficientemente consciente como para ver que nada de lo que hiciera cambiaria la opinión de mi madre, y lo sabía porque ya había pasado meses rogándole que fuera diferente. Ella nunca me dejaría.
Ya era hora, así que me encaminé hacia la puerta de copiloto de la camioneta de María tras haber montado la ultima caja. La camioneta iba llena con nuestras cosas, tanto que tuvimos que doblar hacia delante los asientos traseros para que cupiera todo.
Había abrazado a tía Jessy y a Melissa por ultima vez y pude notar como éstas estaban haciendo un gran esfuerzo para no llorar, se los agradecía, y mi corazón dio un vuelco al darse cuenta de lo que dejaba atrás ese día. Con un nudo en la garganta me despedí de ellas con la mano mientras mi madre y yo nos alejábamos en la camioneta.
Fueron largas horas de viaje, me la pasé cambiando la estación de radio una y otra vez hasta que me decidí a conectar mi móvil. Ya nos empezaba a rugir el estómago, y habíamos agotado todas las provisiones que traíamos, por tanto, nos detuvimos a preguntar en un pequeño local en el medio de la nada si había cerca algún lugar dónde almorzar.
-¿Se les ofrece algo? - Salió una anciana de una esquina del improvisado local, con hileras de botanas y otros artículos de aseo. No sabía si la interrumpimos en un mal momento, pero no lucía muy feliz de vernos.
-Hola, si gracias, buenas tardes - Intervino mi madre algo seria al notar la actitud de la anciana - Mi hija y yo estamos buscando un lugar donde podamos comer por esta zona.
-Si sigue la carretera en un par de kilometro podrá encontrar donde comer - La anciana apenas miró a mi madre mientras hablaba.
-¿Esta segura? - Insistió María - No parece ser muy transitada esta vía...
-Estoy segura - la interrumpió la anciana sonando fastidiada mientras se daba la vuelta y caminaba al interior del local.
-Gracias -Dije yo en un tono sarcástico pero serio.
Caminamos hasta la camioneta resguardándonos del sol del mediodía, mi madre la puso en marcha y se concentro en la carretera mientras retrocedía.
-Que extraña señora - Comentó María.
-Podría decirse - en mi voz había un tono divertido, acompañado por la leve sonrisa que se asomaba en mi rostro, después de todo, aquella escena me resultaba graciosa, las dos en medio de la nada hablando con una anciana con mal carácter.
-Me pregunto qué hará ella en el medio de la nada - María parecía pensativa.
-Supongo que es feliz...-Dije y continue hablando para mis adentros Es mejor estar solo que rodeado por mil ojos siempre.
Aparcamos en un bar, donde comimos y hablamos durante un rato. María pagó la cuenta, pude notar como el hombre que estaba en la caja empezó a coquetearle estúpidamente. Mi madre era atractiva, de figura esbelta, alta y de tes muy clara, con sus hermosos ojos y sus labios acorazonados. Volvimos al auto y seguimos nuestro camino parando solo para beber agua e ir al baño.
Recuerdo que una vez mi madre fantaseaba con este lugar, me contaba que seriamos muy felices viviendo aquí, no había delincuencia, me rodearía de personas "con futuro" y podría "empezar de nuevo", María nunca dejo de preocuparse por mi vida social, desde que se marchó James hace un año, aunque si soy sincera yo tampoco creo que lo haya podido superar aún.
Aunque bueno, ¿Quién olvida con facilidad a su mejor amigo?
Entramos a lo que parecía una urbanización, las casas eran grandes y viejas, pero hermosas y lujosas, con sus grandes jardines y sus grandes entradas. Si no me equivoco esta debía de ser una de las zonas donde vivían las personas más adineradas del pueblo, saque esta conclusión del aspecto tan ostentoso de las residencias. Además habían demasiados autos deportivos último modelo como para ser normal en una comunidad promedio.
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Editado: 30.10.2022