La iglesia antigua y pequeña se alzaba ante mí, como un refugio del tiempo, sus muros de piedra cubierta de hiedra evocaban siglos de historias, de risas y llantos, de promesas susurradas en los bancos de madera pulida. Los rayos del sol se filtraban a través de las vidrieras, proyectando destellos de color que danzaban sobre el suelo, como un recordatorio de la belleza que podía encontrarse incluso en los momentos más melancólicos. Sin embargo, hoy no era solo un escenario evocador. Es el lugar donde mi hermana, Ana, se va a unir, dentro de pocas horas, en matrimonio con Alex, mi mejor amigo desde que éramos niños, y el hombre al que desde hace años llevaba en mi corazón, aunque nunca me atreví a confesar mis sentimientos.
Con una ligera brusquedad, paso entre los invitados y me adentro en el templo. Saludo apresuradamente a algunos parientes que intentan detenerme. Me dirijo hacia una puerta lateral que se abre a un pequeño pasillo que contrasta con la grandiosidad del lugar. Camino rápidamente hasta llegar a un cuarto discreto, entro sin pensarlo dos veces.
Lo primero en lo que me fijo es en Ana, la estilista de alto nivel que nuestra madre le contrató está terminando de maquillarla. El pelo rubio de mi hermana está recogido en un moño elegante con algunos mechones sueltos, en perfectas ondas, que enmarcan su rostro.
—Alicia, ¿tienes el ramillete nupcial? — pregunta Amanda de forma seca, estaba tan distraída mirando a Ana que no me di cuenta que mi madre estaba parada justo a mi lado.
— Sí, aquí está —contesto, levantando el ramillete blanco que había ido a buscar en el coche de mamá —estaba en el coche como dije. Se le debe haber olvidado a Ana cogerlo cuando llegamos esta mañana.
Ana, que había estado escuchando en silencio, se enderezó y me lanzó una mirada fulminante.
—Bueno, ese es el trabajo de la dama de honor, ocuparse de cosas pequeñas como esas para que la novia pueda disfrutar de su gran día al lado del amor de su vida— dijo Ana, su voz clara.
—¡Listo! He terminado mi trabajo— la estilista exclamó con gran entusiasmo— Eres una novia hermosa. El novio no podrá apartar los ojos de ti. Recogeré mis cosas para irme. ¡Felicidades por tu boda Ana, te deseo una vida muy feliz al lado de Alex!
—¡Muchas Gracias, Jessy! — Todas vimos como Jessy recogía sus cosas rápidamente y se marchaba despidiéndose amablemente de todas.
—Estás preciosa—lágrimas de emoción corrían por los ojos de mi madre, se los seca con un pañuelo y se acerca a mi hermana que está contemplando su imagen en un espejo— estoy tan orgullosa de ti, todos los días agradezco tener una hija tan bonita, talentosa y buena como tú. Te quiero mucho.
Oír esas palabras hacen que me duela el pecho, me pregunto si algún día mi madre se sentirá orgullosa de mí. En toda mi vida, no puedo recordar un momento en el que me haya dicho que soy bonita o que me quiere.
—Oh, mira, ya llegó el novio, justo a tiempo— dice mi madre mirando por una pequeña ventana que da al frente de la iglesia — iré a buscar a vuestro padre para que inicie la boda. Alicia ayuda a tu hermana en todo y, por favor, haz bien tu trabajo por una vez en tu vida. No heches a perder el gran día de tu hermana.
Las palabras de mi madre tienen un filo que son comunes cuando habla de mí. Me muerdo la lengua para no decirle nada desagradable y solo muevo mi cabeza en señal de que estoy de acuerdo con sus palabras. Ella sale de la habitación dejándonos a Ana y a mí solas.
—Alex me contó que te vas de la ciudad la semana que viene— las palabras de Ana me toman por sorpresa.
Es la primera vez que Alex le cuenta algo que yo le he dicho a alguien más. Hasta este momento no me había dado cuenta que realmente he perdido, de forma irremediable, a mi mejor amigo y confidente. Él va a estar casado con Ana por lo que todo o casi todo lo que le cuente, ella lo va a terminar sabiendo. Ya no voy a poder confiar en Alex. Es increíble lo mucho que duele perder un amigo de tantos años. Pero tengo que ser fuerte, seguir adelante con mi vida lejos de Ana, de mi madre, de mi padre y, sobre todo, de Alex.
—Si, uno de los bufetes de abogados más prestigiosos de la gran ciudad me ha contratado como socia. Será una gran oportunidad para llevar mi carrera al siguiente nivel— dicen que cuando repites muchas veces una mentira esta se vuelve verdad. Espero que sea así y algún día esa pequeña mentira se convierta en verdad.
—Me alegro mucho por ti— la falsa alegría en la voz de Ana es un claro indicio de que sus palabras son mentira— Es bueno saber que cuando vuelva de mi luna de miel no voy a tenerte como alma en pena dándole vueltas a mi esposo.
Ah, con que era eso. Sabía que tanta alegría por mi de parte de Ana no podía ser real. Resulta que ella, en el fondo, se siente amenazada por el cariño que Alex me profesa, aunque nunca vamos a ser más que amigos y los sentimientos de él son de hermandad.
Un golpe en la puerta interrumpe mi respuesta. Abro para encontrarme con la cara sonriente de Santiago, nuestro padre, que entra a la habitación y me da un abrazo de oso tan apretado que casi me quedo sin aire.
—Papá, que me ahogas—mis palabras salen suaves por la falta de aire y la alegría de ver a mi padre.
—Lo siento, es que siento que hace un siglo que no te veo. Espera, déjame verte bien— Mi padre me toma de una mano, me hace dar una vuelta completa para ver mi bonito y sencillo vestido azul de dama de honor que Ana, por un milagro de la vida, me dejó escoger para usar en su boda— Estás preciosa, eres tan bonita.
—Gracias papá—sus palabras hacen que un pequeño rubor incendie mis pálidas mejillas. Mirar sus ojos grises que siempre me hacen sentir querida y amada. Miro como su pelo negro está salpicado de blanco. De hecho, hay más blanco que negro en su pelo.
—¡Papá, que la novia soy yo! Dime, que tal estoy— Ana interrumpe nuestra charla parándose de la silla, se acerca a donde estamos papá y yo, reclamando su atención.
—Estás bella hija—nuestro padre toma a Ana de la mano derecha, la acerca a él para darle un beso en la frente— Ya el novio está en su lugar. Vuestra madre me ha enviado para venir a buscarlas y empezar la ceremonia. Alicia, ve delante que yo y tu hermana te seguiremos después.
—Está bien, papá— mi padre me abre la puerta del pequeño cuarto, salgo dejándolos atrás. Me encamino por el pequeño pasillo hacia la capilla donde se va a celebrar la ceremonia.
La capilla está elegantemente decorada. Los bancos de madera oscuro están vestidos con telas de un color rosa muy pálido y ramos de flores blancas, que contrastan perfectamente con las frescas piedras de piedra. La luz del sol se filtra a través de los vitrales, creando un juego de colores que danzan sobre el suelo como si celebraran la unión que pronto tendrá lugar en ese lugar.
El eco de mis pasos resuena mientras avanzo hacia el frente donde está el padre Mateo, que es quien va a oficiar la boda, a su lado está Alex y junto a él está Lucas, el hermano de Alex. Alex está vestido con un elegante traje negro perfectamente ajustado a su figura atlética; su corbata azul resaltaba sus ojos grises, que brillaban intensamente con emoción. Por su parte, Lucas, tenía el mismo aire encantador y chispeante en sus penetrantes ojos negros, aunque un pocos más serio. Era curioso como los dos parecían sacados de una película romántica, con una elegancia innata que deslumbraba a todos.
Me coloco al otro lado del cura, rezando para poder pasar por este mal trago sin hacer nada que traicione a mi corazón. Saludo al padre Mateo con una suave sonrisa que utilizo para saludar a Alex y muere en el momento en que me fijo en Lucas. Antes de que pueda decir o hacer algo, la marcha nupcial empieza, los murmullos cesan y los invitados se ponen de pie para recibir a Ana, la novia que viene de la mano de mi padre.
El vestido blanco flota alrededor de Ana como si fuera una nube. El velo blanco y largo en su pelo le da un aire angelical del cual, se a ciencia cierta, mi hermana carece. Ella está radiante. Mirándola, una mezcla de tristeza y resignación se apodera de mí. Dentro de unos minutos, Ana va a tener algo que yo soñé ser por años, ella va a ser la esposa de Alex. Mientras que yo solo voy a ser la amiga que siempre ha estado y va a estar ahí, en el fondo de su vida. ¿Por qué? ¿Por qué Alex nunca se dio cuenta de lo que sentía por él?
Mientras todos miran a Ana, yo devuelvo mi atención a Alex. Su mirada está fija en Ana, una sonrisa confiadamente feliz surca sus labios. En ese momento una penetrante mirada reclama mi atención. Mis ojos se encuentran con los de Lucas, un escalofrío recorre mi piel dejándome sensible y con los pelos de punta. Hay algo en su mirada, algo penetrante y extraño que me hace dudar. Era como si estuviera intentando descifrar mis pensamientos. Lo sacudo de mi mente: no era el momento de pensar en eso. La ceremonia estaba por comenzar y debía concentrarme.
La voz del cura resonó en el aire, firme y llena de solemnidad. “Estamos aquí reunidos para celebrar la unión de Ana y Alex…” Sus palabras se escurrieron en mis oídos como un murmullo lejano, mientras mi mente alcanzaba otros pensamientos, mis sentimientos confusos retumbando en mi pecho.
El intercambio de anillos fue un momento mágico. Cuando Ana deslizó la alianza en el dedo de Alex, un susurro de admiración recorrió la iglesia. No pude evitar una pequeña mueca sarcástica; sabía lo que significaba ese anillo: la promesa de estar juntos para siempre. “Qué romántico”, pensé, mientras miraba a Lucas, que me devolvió una mirada inquisitiva, como si adivinara cada uno de mis pensamientos.
Cuando los novios se dieron el "sí", me invadió una ola de felicidad genuina, a pesar de la punzada en mi corazón. La culminación de la ceremonia llegó en forma de un beso, un beso que se sintió como un adiós para mí. Cuando sus labios se encontraron, el mundo pareció detenerse por un breve segundo. En ese instante, vi cómo todo lo que había querido desde la infancia se esfumaba ante mis ojos, pero también vi cómo la felicidad llegaba para ellos. Su amor desbordaba la iglesia, llenando cada rincón que antes había sentido vacío.
Escuché el aplauso estallar como una tormenta, acompañada de risas y murmullos llenos de alegría. Aplaudo, forzando una sonrisa. Al fin y al cabo, Alex era feliz y eso era lo único que importaba, ¿verdad?
Los invitados comenzaron a levantarse de sus asientos, aplaudiendo y gritando con entusiasmo, mientras Ana y Alex se dirigían hacia el pasillo en un mar de sonrisas. Todos se empujaban hacia las puertas, ansiosos por salir a la luz del día y celebrar el comienzo de su nueva vida. Me quedé atrás, observando cómo la felicidad de los demás iluminaba el momento. Con el corazón repartido en mil pedazos, seguí la corriente de personas mientras salíamos de la iglesia, dejando atrás los ecos de la ceremonia.
Los vehículos esperaban en la entrada, relucientes bajo el sol. Múltiples choferes sonreían, listos para transportar a los recién casados y a los invitados hasta el salón de banquetes donde se celebraría la fiesta. Mientras los demás reían y hacían chistes, yo permanecía en silencio, luchando por contener las lágrimas que amenazaban con escapar. Miré a Alex y, por un instante, nuestra mirada se cruzó. Fue un momento breve, pero sentí como si un mundo entero estuviera en juego. Su sonrisa era ahora para ella, no para mí.
Lucas se me acercó, abordando mis pensamientos antes de que tuviera la oportunidad de procesarlos.
—¿Me arias el honor de acompañarme en la fiesta? Al final, tú eres la dama de honor y yo el padrino — Lucas sonrió, parecía comprender más de lo que decía. Quizás había algo en su mirada que se podía descifrar, quizás había una conexión que estaba empezando a formarse entre nosotros— Tenemos que formar un frente unido y todo eso.
—Ja, Ja, si claro. Tú lo que quieres es a alguien que te proteja de toda esa gente que te va a hacer preguntas incomodas que no quieres responder. Alguna vez le dirás a alguien porque te peléate con tu papá en el verano antes de irte a la universidad y te fuiste de la ciudad como lo hiciste — Los ojos negros de Lucas me devuelven una mirada tan fría que hacen que la sonrisa muera en mis labios.
—Alex nunca te lo dijo— me pregunta de forma inquisitoria, a lo cual le contesto moviendo la cabeza en señal negativa— Pensé que ustedes se contaban todo. Que tal esto, tus haces de escudo hoy y puede que yo te lo cuente.
Asentí, sin poder evitar que una pequeña sonrisa se dibujara en mis labios. Tal vez, solo tal vez, esta historia de amor no iba a ser tan dura. Quizás podría encontrar la felicidad, incluso si mi corazón aún lloraba por lo que no podría haber sido. La vida continuaba, y aunque el amor que sentía por Alex estaba destinado a morir, había algo en el futuro que me invitaba a seguir adelante. Después de todo, la celebración apenas comenzaba y, quién sabe, quizás los caminos están hechos para cruzarse en formas inesperadas.
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Editado: 07.08.2025