Chris.
Toqué la puerta frente a mi tres veces sin obtener respuesta alguna. Consideré la idea de irme y no regresar, pero teniendo en cuenta que Hannah había estado las últimas dos semanas encima de mi como una jodida plaga, no tenía más opción que pasar a revisar las cláusulas de la renovación de mi contrato. Ya me estaba imaginando las limitaciones que tendría. Nada de alcohol. Cero problemas con la prensa. La puta terapia a la que no quería ir. Todo junto.
¿Valía la pena intentarlo?
Todos dirían que sí, pero a estas alturas, la sola idea de abrirme con alguien más que no fuera cercano a mí, me resultaba jodido. Ni siquiera pude hacerlo con ninguno de mis amigos, ¿cómo podía hacerlo con alguien a quien no conocía?
Luego del estado vulnerable en la morgue junto a Erick, fue como si cada que el nombre de mi hermana aparecía en una conversación, mi vocabulario se limitara a escasas palabras y al balbuceo de unas cuantas oraciones si contaba con suerte.
Podía pasar mi día entero pensando en ella, pero cuando de sacar información se trataba, era un completo desastre.
— Carajo. ¿Qué el horario de entrada no es a las ocho? —inquirí en voz baja furioso. El carraspeo tras de mi seguido de una risita me hizo girarme a la hermosa mujer de cabello rubio sosteniendo un café en su mano derecha.
Su boca se contrajo y parecía estar conteniendo las ganas de reír fuerte al ver mi notoria confusión. ¿Qué hacia ella aquí?
— Christopher Hotch. —tendió su mano disponible en mi dirección adoptando una postura profesional. La última vez que nos habíamos visto había intentado ligar con su mejor amiga. No terminó como todos esperábamos, pero Verónica y yo ahora éramos amigos, y en los meses que habían sobrevenido, mi amistad con Erick se había reformado. Estuvo para mi incluso después de toda la mierda que lancé en su dirección e hizo lo que yo no...protegió a mi hermana incluso de mí.
— Samantha. —recibí el saludo y me alejé tras estrecharle la mano. La imagen de Johnson y ella coqueteando apareció en mi cabeza. Estos dos habían tenido algo esa noche, todo el mundo se había dado cuenta de la escapada de ambos antes de que Verónica y yo hubiésemos decidido salir.
El hecho de ella aquí notoriamente sintiéndose como en casa, me daba a suponer que lo suyo con Kyle no había acabado tan bien como creía. Johnson no la habría dejado así porque si de haberlo hecho.
— ¿Me buscabas? —dijo pasándome y sacando un juego de llaves de su bolsillo. El llavero de corazones tintineando mientras metía la llave en la cerradura y abría la puerta que había estado tocando un par segundos después.
— Eso depende. —permanecí en el umbral notando como ella caminaba dentro y encendía el aire acondicionado para luego dejar sus cosas sobre su escritorio.
Se recostó sobre la mesa de madera colocando el café a un lado para que su blusa blanca no sufriera daño alguno. Sonreí genuinamente cuando enarcó una ceja en mi dirección a la espera de que continuara.
— ¿Tienes mi contrato? —una sonrisa cubrió su rostro resaltando sus ojos marrones. Me hizo un gesto con la cabeza para que entrara y caminando hasta su silla, se sentó esperando a que tomara asiento frente a ella.
Soltando un suspiro, entré y encajé mi cuerpo en la angosta silla haciendo que rodara los ojos.
— Lo tengo. —habló abriendo el cajón a su derecha y sacando una carpeta color piel y tendiéndomela. —Esa es una copia. Necesito que la leas y cuando ya lo hayas hecho, vengas a firmarlo.
— ¿Y si lo termino el próximo año? —me burlé, aunque la idea era tentadora.
— Entonces despídete de la temporada. —su sonrisa igualó la mía. —Tienes un mes para firmar, lo ideal sería que lo más pronto posible, pero Hannah habló con Amara y ella accedió a darte ese tiempo. —asentí, la mirada cautelosa en sus ojos poniéndome nervioso. No la conocía y sabía que la preguntaba estaba allí en el aire entre los dos.
— Gracias. —me puse de pie antes de que dijera nada más. —Lo traeré pronto.
Asintió colocando una sonrisa forzada en su rostro y notando probablemente el cambio en el ambiente. Verónica, Erick y ella eran buenos amigos, y mi problema no es que fuese un secreto, me había acostumbrado a las miradas y a las preguntas, pero eso no significaba que no me incomodaran las primeras o que me dieran ganas de responder las segundas.
Salí de su oficina con la carpeta en la mano y tratando ajustar la gorra sobre mi cabello para salir de aquí antes de que alguien me detuviera en el camino. No tenía ganas de entablar una conversación con ninguna persona en este momento.
— ¡Hotch! —suspiré y quise hacerme el tonto y seguir caminando, pero los pasos firmes del entrenador intentando llegar a mí, me hicieron detenerme en seco justo cuando intentaba pasar seguridad.
Me giré encogiéndome de hombros y esperando a que hablara. Sus ojos negros me taladraron enojados mientras su postura no demostraba felicidad en lo absoluto.
— A mi oficina. —confundido, me quedé en el lugar donde estaba de pie. Al ver que no lo seguía, me dirigió una mirada que no daba lugar a replicas. —Ahora, no estoy preguntando si quieres o no, es una maldita orden. Camina.
Conteniendo las ganas de darle la espalda e irme en mi maldito día libre, lo seguí y pase primero a su oficina cuando me esperó en la entrada.
Se sentó frente a mí y me dedicó una de esas miradas que siempre nos daba cuando estaba decepcionado o enojado, y en mi caso, probablemente se estaba debatiendo cuál de los dos sentimientos era más fuerte cuando me miraba.
— ¿Qué está mal contigo? —cuatro palabras y me sonaba a pregunta capciosa. Me encogí de hombros y lo vi pasar su mano derecha por su cabello canoso. Tenía suerte de tenerlo intacto en su cabeza teniendo en cuenta que cada día era un dolor de cabeza distinto con nosotros. Yo le estaba compensando en los últimos meses, el dolor en el culo que no le había dado en los últimos años. —Te hice una pregunta.
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Editado: 04.06.2024