Chris.
Un mes después.
Vi al hombre acercándose y decidí que lo mejor sería quedarme en la banca en lugar de correr a la dirección opuesta como estuve haciendo durante semanas para evitarlo. Sus ojos marrones se encontraron con los míos de manera amenazante dándome la advertencia de que si salía corriendo lo pagaría.
Repasé el anillo en mi dedo índice y lo giré un par de veces aun cuando sentí el lugar vacío a mi lado siendo ocupado por el gran cuerpo que igualaba el mío.
— Me has estado evitando. —me encogí de hombros y reprimí la sonrisa que amenazó con salir una vez las palabras llegaron a mis oídos. —Debes dejar de hacerlo si quieres seguir aquí. —rodé los ojos y lo miré por primera vez desde que se sentó.
— Terapia. Entrenamientos. Buena conducta. —enumeré con mis dedos. —No sabía que había otra clausula en mi contrato que conllevara tener que aguantar tu voz, habría declinado de haberlo sabido. —me burlé enderezándome en mi lugar.
— No te hagas el gracioso conmigo.
Noté la sonrisa amenazando con salir a medida que me observaba. —Estoy orgulloso de ti. —sus palabras se escucharon fuertes y claras, pero tardé en acoplarme a ellas. —Hotch...
— Te escuché. —solté. —¿Qué esperabas? ¿Qué me abalanzara a tus brazos llorando como un niño? —rechisté de la mejor manera que sabía hacerlo. Su sonrisa esta vez sí que apareció y golpeó mi hombro con fuerza.
— ¿Algo que deba saber? —lo miré sin comprenderlo. Sus ojos se posaron en mi mano, específicamente en mi teléfono silenciado. El nombre de Lana parpadeaba con insistencia mientras su foto sonriente le hacía competencia en la pantalla haciéndome saber que estaba llamando.
Bloqueé la pantalla y pacientemente guardé mi teléfono en mi mochila. El hombre era estricto con el uso de los celulares en los entrenamientos, por lo que mi platica con Lana debía quedar pospuesta hasta que saliera de aquí.
— ¿No tienes vida privada que ahora quieres meterte en la mía?
Su ceja se enarcó y sonrió aún más amplio por mis palabras. —¿Vida privada? ¿La hermosa mujer hace parte de tu vida privada? —yo y mi jodida boca.
— ¿Desde cuándo te volviste un jodido metiche? —me burlé, poniendo mis ojos al frente. Los muchachos corrían alrededor del campo a medida que el suplente del entrenador les gritaba con fuerza hasta hacerlos sudar por poros que ni siquiera sabían que tenían.
Escuché su risa seguida del ligero tintineo de un par de llaves. —Desde que Hannah ha reventado mi teléfono con llamadas por saber si es cierto lo que sale de tu mentirosa boca.
Me tragué la burla y el insulto para tomar mi botella de agua y llevarla a mi boca, tomando dos tragos e ignorándolo.
— Los muchachos están entrenando fuerte para el próximo partido. —permaneció en silencio. No iba a rogar más, lo había hecho mucho en el último mes para que me dejara entrar, no era lindo estar en la banca, pero que me golpearan si otra suplica salía de mi boca en dirección al idiota a mi lado. —Hotch.
— ¿Qué? —dije sin mirarlo. Los ojos se Blake se encontraron con los míos, sonrió y me sacó el dedo del medio para luego ganarse un golpe de Rick por detenerse.
— No estarás más en la banca. —a pesar de la emoción que se acumuló en mi pecho, guardé silencio, esperando a que terminara. —Entrarás en el partido del sábado de manera oficial.
— ¿Ya no más rodilla jodida? —pregunté con una carcajada.
— No te quieras pasar de listo conmigo.
Me encogí de hombros y me fijé en la sonrisa llenando su rostro. —Me extraña que no te haya sacado un par de canas ya, los cincuenta te están tratando bien. —sus ojos se achinaron con gracia.
— Las chicas dejan a los de tu edad por los de la mía. —rodé los ojos. —¿Quieres ver? Pregúntale a mi novia. Tiene treinta, veinte años menos que yo, y yo sí que supe llenar lo que idiotas de tu edad no pudieron. Demasiado concentrados en su polla como para darle la atención que merece una mujer. —acabó por decir.
— No generalices. —apunté con una sonrisa. La imagen de Lana apareció en mi cabeza.
Carajo.
— No has tenido una chica formal en tu vida en años, Hotch. No jodas con la mierda de no generalizar. A menos, —me tensé, sabiendo el rumbo que tomaría la conversación. —que la señorita de la llamada sea tu novia. —no me inmuté. —¿Lo es?
No dije nada y estalló en carcajadas atrayendo la atención de algunos de los muchachos.
— Blake, tú y Reynolds caerán pronto, lo sé. Son los únicos que faltan después de todo.
— Pon tus esperanzas en Reynolds más que en Blake. —expresé recordando la manera de actuar de Blake, nadie con dos dedos de frente soportaría su mierda llena de fetiches.
— ¿Sigue en la fase de dominación? —se burló. —Oh vamos, lo vieron salir de un club de BDSM hace meses, no me creo esa mierda de que solo estaba experimentando.
— Déjalo estar. Blake no quiere hablar de ello y no me vas a meter ideas en la cabeza para que me meta en la boca del lobo y corra a preguntarle. Si le gusta azotar y la mierda que conlleva todo eso, es su maldito problema, no soy yo a quien se lo está haciendo.
— Wow, alguien no lo tomó bien. —sus ojos brillan con diversión. —¿Crees que tenga que ver con su infancia?
Me encogí de hombros y preferí callar. Yo más que muchos aquí sabían lo mucho que los padres podrían marcar a un niño. Blake había tenido unos primeros años jodidos antes de que lo llevaran a una casa de acogida, nadie podía juzgarlo sin conocer todo lo que tuvo que pasar. Su padre, sin duda estaba recibiendo todo el odio que mi amigo podía darle tras tantos golpes y moretones. Ni todo el dinero que el bastardo tenía, podría llegar a comprar el perdón de Blake. Y vaya que lo había intentado.
— Hola, hola. —escuché el bufido demasiado exagerado del entrenador y reí al tiempo que Hannah llegaba a nuestro lado y plantaba un beso en mi mejilla. —No te besaré a ti, no te lo has ganado. —apuntó con su celular al hombre a mi lado. —Nat debe tener mucha paciencia para aguantarte.
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Editado: 04.06.2024