Chris.
Un mes después.
No me miré más de dos veces en el espejo una vez abandoné el baño del lugar, mi corbata perdida era la menor de mis preocupaciones en este momento.
Escaneé el club, mis ojos deteniéndose en la morena de la barra que había estado mensajeando durante la última hora en busca de una repuesta. Lana no había respondido ni mis mensajes ni mis llamadas en el último mes, mi maldito contrato me había impedido tomar un avión y faltar a los entrenamientos, y de no ser por Bailey mandándome uno que otro mensaje a la semana, no sabría si estaba bien o no.
Sabía que no tenía derecho a reclamos, que no tenía derecho a sentirme consternado y vacío por la ausencia de ella en mi vida, pero lo hacía. No había bloqueado mi número, eso me había dado esperanzas, pero Bailey había dicho que ya no vivía en su casa y que no podía decirme más nada.
Las ideas habían estado rondando por mi cabeza, y el pensamiento de ella en casa de su jodido novio me estaba tocando cada célula de mi cuerpo.
- Hola, hermoso. -suspiré y me senté en la barra, haciendo que los ojos de Angie se posaran en mi con preocupación.
- ¿Dónde está? -tragó en seco y me mantuvo la mirada. Molesto, entrecerré mis ojos en su dirección. -Dime. Necesito hablar con ella.
Sacudió la cabeza. -Estás borracho, Chris. Llamaré a Mika para que te lleve a tu hotel. -tomó su teléfono. La detuve y arrebaté el aparato de sus manos. Sus ojos se posaron con furia sobre mí. -No me interesa la mierda pasando, no vas a venir aquí con imposiciones cuando solo estoy buscando que no cometas una estupidez.
- No haré nada. Quiero hablar con esa mujer. -rió secamente y desafiándome metió su mano debajo de la barra para luego sacarla y enseñarme otro celular.
Se nota lo poco que me conoce.
En un movimiento rápido, bajé la cabeza luciendo abatido y escuché una leve risita victoriosa salir de su boca. Me puse de pie y tomé el segundo teléfono de su mano, guardando cada uno de ellos en mis bolsillos. Lucía patético en un club nocturno con un traje de gala a medio poner, pero no me importaba en lo absoluto.
Emma y Nicholas no habían estado molestos conmigo saliendo con rapidez de su boda, el único que me puso problema fue Erick. Sus ojos azules no se apartaron de mí en el transcurso de la ceremonia, y sabía que no estuvo feliz cuando no pudo evitar que me subiera al taxi.
La llegada al aeropuerto había sido un infierno y tuve que discutir con la mujer en el mostrador para que me consiguiera un boleto directo a Boston en la siguiente hora. No fue fácil, pero ya podría decir que tampoco imposible.
Mañana tendría que estar en el campo y no serviría de nada perder el tiempo en una noche pesada escuchando a los idiotas que tenía por amigos preguntándome a cuál de todas las mujeres me iba a follar. No me interesaba ninguna de las vegas, la única a la que quería ponerle las manos encima se hallaba en Boston escondiéndose de mí y yo quería saber el por qué.
- No está aquí. -de no ser porque sabía con certeza que esa mierda era una vil mentira, me habría creído las sandeces saliendo de su boca.
No me inmuté y escaneé el lugar. -Christopher, ya te dije que...
Estampé mis manos a cada lado del mostrador con fuerza. -No me mientas, Angie. La vi entrar. Y no la he visto salir. Así que dime de una maldita vez donde se encuentra.
- ¿Quién demonios eres? -la confusión inundó su rostro. -Este no es el hombre que vino aquí hace meses y se volvió mi amigo. -sus palabras tocaron fibra sensible. Sabía que la estaba cagando con ella, pero la impotencia me estaba ganando la pelea.
Bajé mi cabeza y con un suspiro me alejé un poco. -Lo siento. -solté de golpe, sin mirarla.
¿Qué mierda me hiciste, Lana?
- Solo necesito hablar con ella, Angie. -solté, completamente resignado.
Asintió. -Lo entiendo, pero ella no está bien, Christopher. Todos hemos notado eso. -eso me alertó y levanté mi mirada para encontrarme con la suya. -Te gusta. -me mantuve en silencio.
No sabía lo que sentía por ella, pero la palabra gustar se quedaba corta para la mierda de emociones encontradas que me producía. Valentina me había gustado, pero Lana, esa mujer me traía perdido. La extrañaba. Me sentía vacío.
- Si ella te pide que te vayas, te vas. -la esperanza tras sus palabras fue un alivio para mi. -No estoy jugando. Johnny te sacará si sucede.
Asentí. -¿Dónde está? -suspiró y caminó animándome a seguirla.
Me resultó jodido que Bailey me dijera que Lana había vuelto a trabajar en el club. Ella misma me había dicho que no volvería, pero aquí estaba, buscándola en el mismo lugar en que hace un par de meses la encontré. Ese había sido el inicio y el final. Para bien o para mal.
Seguí a Angie por el pasillo, sin importarme que hubiese dejado la barra sola. El lugar no estaba tan concurrido de gente esta noche, así que esperaba que no la despidieran por mi culpa.
Me detuve a mitad de camino cerca de la salida de empleados. No seguí a Angie y desvié mi camino rumbo a la puerta entreabierta. Los gemidos por alguna razón me hicieron caminar más allá, el cabello rubio de la mujer me detuvo en seco. Sus ojos brillando por el deseo se encontraron con los míos a medida que me daba una sonrisa y se arqueaba contra el tipo cuyo rostro estaba enterrado en su cuello. Reconocí el tatuaje cubriendo su cuello aún en la oscuridad. No olvidaría jamás al imbécil que le había gritado a Lana la noche que decidió subirse a mi auto desconsolada.
Las ganas de golpear al hombre embistiendo a la mujer por detrás en el sucio callejón, me invadieron. La imagen era jodida si tenía en cuenta que Lana estaba esperando al idiota en algún lugar. Tenía lo que yo anhelaba y no lo sabía valorar.
Me alejé sin querer seguir observando la patética escena frente a mí y me volví en dirección donde Angie me miraba con confusión. Sacudí mi cabeza al verla esperando a que pronunciara alguna palabra.
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Editado: 04.06.2024