Lana.
Me tiré al suelo viendo como Christopher se alejaba sonriendo mientras me observaba totalmente sudada y cansada.
Idiota arrogante.
En las ultimas semanas había mejorado, pero eso no significaba que algún día tendría la resistencia que el hombre manejaba. Apenas si llegaba a correr veinte minutos seguidos sin tener que detenerme en busca de aire.
— Oh vamos, muñeca. Levántate. —me animó riéndose.
Sacudí la cabeza y me aventé sobre el la graba completamente exhausta. Ya había hecho demasiado corriendo desde la casa en primer lugar.
— No debiste comerte ese helado antes de salir. Lo sabes. —hice una mueca ante la mención del helado de chocolate que había logrado probar antes de que el hombre me convenciera de colocar toda mi energía en ropa de deporte para salir a correr.
— Que ánimos, Hotch. —lo miré, ya se encontraba apenas a un par de pasos.
¿Qué nunca se cansaba?
Se sentó a mi lado sin quitar la sonrisa de su rostro al tiempo que tomaba mi rostro entre sus manos y estampaba un beso en mi boca. —Vamos a casa. —murmuró atrayéndome a su pecho y abrazándome.
Pensé en responderle cuando sentí el leve tirón en mis leggins. Miré asustada el lugar donde terminaban mis pantalones de deporte y mi corazón se contrajo al notar al pequeño animal tirando de la bota.
Reí un poco cuando en un intento por tirar por completo de la tela, cayó en picada rodando y emitiendo un ligero chillido.
Me puse de pie bajo la atenta mirada de Christopher y caminé hasta llegar al cachorro, el cual al ver que iba a tomarlo en mis manos se encogió chillando.
— Ven aquí, hermoso. —solté agachándome e intentando poner mi mano derecha sobre su pequeño cuerpo con lentitud.
El animal se quedó en su lugar y permitió que poco a poco llegase a él. —No creo que estés perdido. —dije cuando lo tuve entre mis brazos.
Estaba completamente sucio y su pelaje que parecía color hueso, ahora estaba en un tono mucho mas oscuro por la suciedad.
¿Cuántos días tendría por aquí?
— ¿Está bien? —se acercó Christopher, examinando al cachorro en mis brazos. —No tiene collar.
— ¿Crees que tenga dueño? —pregunté con tristeza sin mirarlo. El pequeño labrador se acurrucó contra mi pecho, permitiéndome pasar mi mano por su cuerpo. Los chillidos cesaron cuando se acostumbró a mi toque.
— Lo tiene. —soltó.
Lo miré sin comprender del todo sus palabras, sus ojos puestos en el animal.
— ¿Qué?
Fijó su mirada en mí. —No veo a nadie intentando buscarlo por aquí, y teniendo en cuenta que las personas vienen y van con demasiad frecuencia, lo más probable es que lo hayan dejado para que alguien más lo recogiera o para que buscara un lugar por su cuenta. Nos lo quedaremos.
— ¿Me estás hablando en serio? —asintió, riendo por mi tono emocionado. —¿Escuchaste eso? —levanté al pequeño, que pasó de cómodo a asustado. —Tienes un nuevo hogar, lindo.
— Tendremos que pasar por la tienda de mascotas para abastecernos de comida y sus cosas, pero sí. —se burló mi hombre.
— Lo haremos, pero primero vamos a darle un baño a este pequeño. —miré al animal. —Hay un jardín demasiado grande esperando por ti, incluso papá te dejará dormir en su cama.
— Lana.
— Mmmmm. —apenas si tenia ojos para alguien más que el pequeño contra mi pecho.
— Nuestra cama. —eso llamó mi atención y las palabras quedaron atoradas en mi boca. —Nuestra.
— ¿Eso quiere decir que si puede dormir allí?
Soltó una carcajada ante mi respuesta, pero asintió.
Chillé emocionada. —Pero primero lo bañamos.
***
Me alejé del pecho desnudo de Christopher cuando escuché los gemidos al pie de la cama tamaño King.
El hombre junto a mí, rodó los ojos y río al verme bajar del colchón y desaparecer en el piso, para luego levantarme con Enzo en mis manos.
— ¿Extrañas a mamá? —besé su cabecita al tiempo en que lo subía a la cama y lo veía correr en dirección a Christopher.
El musculoso hombre me dedicó una mirada engreída al tiempo que lo ayudaba a subirse en su pecho jugueteando con sus orejas.
— El adora a su papá.
Hice una mueca ante sus palabras y me subí junto a ellos en el lugar que antes estaba ocupando. —¿Iremos a la despedida de Hannah? —pregunté tomando el control del televisor y apagándolo.
Christopher suspiró y se encogió de hombros. —Le dije que iríamos, pero no quiero dejar a Enzo solo en el departamento. —soltó sin mirarme, sus ojos puestos en el animal tratando de lamerle el rostro, muy a pesar de que, en varias ocasiones, el hombre sosteniéndolo le había truncado el paso.
— Puedo pedirle a la vecina que se quede con él.
Su mirada se posó en mi. —¿Qué vecina?
— La del piso de abajo que crees que te odia.
Sacudió su cabeza con horror. —No. Ni hablar. —siguió negando. —Enzo se quedará en casa de Maikel. Nat no creo que ponga problemas con ello.
Asentí riendo. —Claro. Entonces le diré a Hannah que nos encontraremos en GIA a las nueve. —ahora fue su turno de asentir.
— ¿Cómo demonios pensabas en dejarlo allí de todas formas? —me miró, horrorizado. —Ella me odia. Si le hacia algo a Enzo, sería yo quien le haría algo a uno de sus gatos molestosos. Les haría un favor al apartarlos de ella. Tal vez llevarlos a la gatera o alguna mierda de esas.
— ¿La qué?
— La gatera. —me reí sin poder contenerme. —Lana, el nombre del lugar es lo de menos. —se defendió.
Llevé el cojín a mi rostro en un intento de detener mi incesante carcajada.
— Claro. —dije en medio de risas. Sus ojos se clavaron en mi, lanzándome dagas por mi burla lanzada en su dirección. —Te quedarás en casa del entrenador, mi cielo. —miré al perro en su regazo.
El animal me ignoró y comenzó a dar vueltas en círculos sobre la entrepierna de Christopher. En las últimas dos semanas había aprendido a diferenciar esa manera de hacerlo, de cuando iba a dormir. Pero el hombre que lo sostenía, completamente ausente de sus intenciones, no había mirado más allá. —Cariño...
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Editado: 04.06.2024