Christopher.
Caminé y me detuve a mitad de la sala al escuchar sus pasos tras de mí.
Miré sobre mi hombro la pequeña bola de pelos frenando en seco a mis pies y contuve las ganas de reír cuando se sentó a mi lado, mirándome a la expectativa.
— No te abriré la puerta. —solté, agachándome y tomándolo en mis manos para luego dirigirme hasta la cocina. Lo dejé sobre la encimera y entrecerré mis ojos en su dirección. —No te orines. —lo apunté.
Jadeante, me ignoró y tras un par de segundos en donde notó que no podría tirarse desde la altitud hasta el suelo, se acostó con su cabeza entre sus patas delanteras, cerrando sus ojos en el proceso.
Había tenido que ir por el esta mañana nada más despertar y encontrar el mensaje de Maikel diciéndome que él y Nat tendrían que salir de la ciudad en unas horas, por lo que dejé a Lana dormida y tomando mi auto, me dirigí a su casa hace una hora.
Sonreí al ver la creación de mi pequeño en su alfombra y la mirada furiosa en su rostro nada más llegar, y algo me decía que no tenían que ir a ningún lado, solo que Enzo había hecho de las suyas anoche en su casa por no seguir las instrucciones que detalladamente les di.
— Tu madre va a despertar con la resaca mas grande. —me burlé, abriendo el refrigerador y mirando mis posibilidades.
Mierda.
No habíamos ido de compras ayer como habíamos dicho, por lo que o me resignaba a ir al supermercado, o me empinaba la botella de yogurt en el fondo de la nevera.
¿Qué karma estaba pagando?
El timbre de la puerta me hizo dejar la botella sobre la encimera junto a un Enzo respirando con pesadez.
El chico del otro lado me sonrió a medias. —¿Christopher Hotch? —asentí bajo su escrutinio. —Firme aquí. —me tendió una planilla con un sinfín de nombres en ella, mientras rebuscaba en su bolsa.
Plasmé mi nombre, tendiéndole su pertenencia de vuelta al momento en que me tendía un sobre azul.
— Gracias. —no se movió cuando se lo recibí. —¿Algo más?
Sacudió la cabeza y dándose la vuelta, se perdió en el sendero que daba a la salida del conjunto.
Entré y tirando el sobre en el suelo, corrí llegando a la encimera, justo en el momento en que Enzo dio la última patada a la botella, previniendo que el líquido cayera en el suelo.
— ¿No puedes quedarte quieto dos segundos? —mascullé llevando inconscientemente la botella a mi boca.
Tragué el yogur a regañadientes, para luego cerrarlo y meterlo de nuevo en su lugar.
Prefería esperar a que Lana se despertara para que se quedara con el monstruo que teníamos por mascota para yo poder ir al supermercado. De llevármelo, tendría que pagar muchas cosas en ese lugar si me descuidaba y lo dejaba hacer de las suyas.
— Maldita sea. —miré la mata de cabello rubio aparecer en el pasillo, mientras observaba todos sus movimientos hasta que llegó a estar frente a mí.
Sus ojos marrones pasaron de un Enzo alegre moviendo la cola a mí. —No hice ni dije una idiotez anoche, ¿verdad?
Reí con desgano al recordar el mal rato que me había hecho pasar nada mas llegamos a casa. —¿Quieres que te las enumere? —le solté, más que todo burlándome de ella.
Su cara de horror se hizo presente, mientras se llevaba su mano derecha a su cabeza. —¿Tan mal?
Sacudí la cabeza. —Nada de lo que preocuparse.
— Gracias a Dios. —soltó en un suspiro.
Enzo escogió ese momento para hacer lo inevitable y comenzar a ladrar al ver que Lana no le había prestado atención. El rostro de mi chica se descompuso al tiempo que la miraba desesperada. —Amor, mami tiene dolor de cabeza. —los ladridos incrementaron. —Te amo, pero por favor, deja de gritar. —chilló tomándolo en sus brazos y dejando que el perro le lamiera el rostro.
— ¿Quieres salir a desayunar? —dije aún divertido por su reacción.
Sacudió la cabeza y me miró con ganas de salir corriendo. —No tenemos nada, ¿verdad? —negué y ella gimió frustrada. —Me bañaré e iremos.
Reí.
— Voy yo. Tu solo quédate con este pequeño.
— Me dejas el trabajo duro a mí, Hotch. —sonrió besando la cabeza de Enzo y dejándolo en el suelo.
Pensé en ignorarlo, hasta que lo vi dirigirse con rapidez al sobre que anteriormente me habían entregado. Corrí pasando a Lana y se lo quité de su alcance haciendo que me ladrara en respuesta. —Vete a dormir.
Lana rio, sentándose en una de las sillas.
Caminé hacia ella y deteniéndome junto a ella, atraje su rostro hacia el mío y planté un ligero beso en sus labios. —Se dice buenos días, no maldita sea.
Rodó los ojos y luego me miró extrañada.
Sus manos ahuecaron mis mejillas y me atrajo de vuelta, besándome con sutileza y dejándome completamente desconcertado cuando se alejó. —¿Qué? —solté.
— ¿Te tomaste mi yogurt?
Solté una carcajada y me alejé, ignorándola. —¿No qué no? —insistió.
— Fue un error de cálculos.
— Teniendo en cuenta que solo tenemos agua y eso, no creo del todo tus palabras. —se burló, sus ojos sonrientes puestos en mí. —¿Qué es eso? —apuntó el sobre.
— No lo sé. —lo abrí.
La tarjeta dentro ocupando toda mi atención mientras Lana jugaba con Enzo a sus pies.
Erick y Verónica Hamilton tienen el placer de invitarte a su renovación de votos matrimoniales.
Fecha: 8 de noviembre de 2020.
No leí más y simplemente la dejé de lado riendo. Estos dos no salían de una cosa y ya estaban en otra. Sabía que más que por ganas de hacer la ceremonia, esto se iba a llevar a cabo por su escapada en la boda oficial. La madre de Erick no estaba contenta con el hecho de no ver a su único hijo casándose, y que decir de la madre de Verónica. La mujer estaba molesta porque su exesposo había entregado a su hija en el altar y ella no había estado presente.
— Prepara un vestido para dentro de dos meses. —besé la cabeza de Lana.
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Editado: 04.06.2024