Ofrenda De Amor (lady Frivolidad) Trilogia Prohibido 1 Y 2

XIV

“La consolidación de alianzas acarrea con estas sentires nuevos.

Aquellos que alteran el rumbo, forjando futuros inciertos.

Que con el pasar del tiempo se vuelven alicientes para reafirmar cada hecho.

Como tambien hay acciones extremas que no se les halla solución temprana.

Dolores intangibles inevitables.

Aquellos que dañan al único órgano vital que se puede restaurar mientras haya vida, si ese es el deseo de la persona herida.

Porque aunque siga latiendo no desiste el dolor.

A tal punto de hacer perder la razón, y querer arrancarse del pecho el corazón.

  Porque dejar de apreciar es una aspiración que no se verá consolidada.

Amar esta trazado, a la persona correcta en la existencia errónea.

El destino a veces muestra designios poco lógicos e indicados.

Ya que al juntar a dos seres con apellidos incorrectos, no se premedito que el daño físico era lo de menos.

El dolor que no se puede ver ni tocar, es más infalible que el arma más letal.

Solo queda seguir aunque los motivos para respirar se hayan acabado.

Dejándose guiar por una nueva sensación, siendo la única revelación.

Sin saber que el odio, que es el que ahora impulsa sus vidas es el que más arraiga y acerca, a eso que se ama aunque se aborrezca”

*********

 

Las palmas de las manos le sudaban.

Cada segundo recorrido se sorprendía a si mismo descubriendo como solo su esencia le trastocaba los sentidos, y aunque le calase, encendía aquella llama interna de deseo desmedido que tenía escondida.

Ella su mayor debilidad.

Luisa de Borja lo más odiado, a la par de lo más querido.

El tiempo se detuvo en ese instante.

Con las palpitaciones más contundentes.

Pudo abrir la puerta en su totalidad, pero tenerla frente a él nuevamente y tan pronto… era algo para lo que no estaba preparado.

Recargo la frente en la superficie de madera.

Sosteniéndola para que no cediera.

Respirando agitado.

Con las palabras atascadas en la garganta.

Con el nombre de esta en mente.

La iba a enfrentar, solo quería asegurarse que no era un sueño.

Un anhelo enfermo.

— ¡Eres tú!— susurro seguro de que del otro lado se escuchaba perfecto por el silencio ensordecedor— ¿A qué has venido Luisa?— pregunto con ansias—. No eres bien recibida aquí. ¿Quieres terminar de matarme? ¿Es eso?— indago con ira creciente, pues cada replica se escuchaba estúpida.

Hasta para reprocharle, era un imbécil de primera.

No obtuvo respuesta, pero la respiración pesada que se apreciaba del otro lado delato la presencia de alguien más.

Reafirmando su teoría.

Haciéndola verídica.

Tenía a un palmo de distancia a la que en un momento considero su hada.

Esa mujer que lo hechizo y lo llevo al borde de un abismo, arrojándolo por el precipicio sin un retorno próximo.

Apretó los dientes, tensionando la mandíbula al apreciarla tan cobarde.

Pudo enrostrarle como se acostaba con otro aun teniendo impregnado su olor. Con cada caricia y beso tan latente solo porque él era producto de su más oscura diversión, y ahora se amedrentaba con tenerle cerca.

Era una maldita pusilánime.

Le dio un golpe seco a la pared continua.

Lleno de exasperación.

Tozudez desmedida.

Porque pese a todo necesitaba oírle.

— ¡Háblame, maldita sea!— gruño a punto de perder los papeles—. Se la desgraciada sin corazón que no tiene redención— solto mas brusco de lo que quería, pero no se arrepintió—. No te muestres con el papel hipócrita de cobarde rastrera que no te queda— un sollozo pugno de aquella estancia que no se atrevió a sobrepasar, aun despues de esas últimas palabras—. Llorar en ti es algo que no tiene valía, es como esas nubes secas que simulan desbordarse en la calurosidad inminente que es el verano, consientes que lo único que dan son migajas de algo que es efímero pero no real— sonrió con ironía—. La que casualmente es tu estación favorita del año. Igual de vacías y embaucadoras.

Para ese punto ya no le importaba si era cierto que ella estuviese ahí.

Solo necesitaba sacar la ira que menguaría cuando la mirase a los ojos, corroborando lo que tanto temía.

Que era una maldición con la que viviría hasta el final de sus días.

Con sus articulaciones avivadas, tomo la manija con más fuerza dispuesto a abrirla sin esfuerzo, pues esta ya habia cedido.

—Creí que ya te habías ido— la voz de Sebastien con un deje de fingida curiosidad, abarroto su cerebro de más pensamientos.

Esta vez cerró la puerta dispuesto a encararlo.

Quedando su encuentro en nada.

Dilatando el enfrentamiento.

Las palabras que se debían, y que ninguno estaba preparado para asumir.

Tantos secretos que no era el momento de ser revelados.

Alexandre era conciente que Luisa seguiría hiriéndolo, a la par que si se daba aquel careo lo asediaría con preguntas del porqué de su acercamiento, y no podría decirle con palabras que al igual que ella intento utilizarla. La diferencia es que el claudico por lo que le hizo sentir, en cambio esta siguió con todo hasta las últimas consecuencias.

Definitivamente no era el tiempo indicado.




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