“Encuentros esperados con un final poco considerando.
Lo que se creía solucionado, cobra fuerza hasta el punto de parecer que la única salida es dejar la cordura de lado.
Haciendo perder el enfoque y que el dolor prime.
Porque el alma se agota despues de ser constantemente herida.
Necesitando una salida.
Una liberación que demuestre que el sufrimiento pesa en los cuerpos que pretenden ser inexplicablemente indestructibles.
Pugnando aquello en el ser que se creía más desalmado.
Ese que a veces necesita más apoyo moral, que cualquiera que se jacta de expresar lo que experimenta en el momento.
Al igual que lo dañan esas palabras de amor, que nunca espero.
Porque aunque parezca algo inusual, prefiere ser odiado para que el golpe dado no acarree tantos daños.
Pues despues de los acontecimientos pasados, especulando los venideros le dejaran la cabeza fuera del juego.
Pero teniendo presente que lo mejor es sortearlos en el proceso como vayan llegando, pero tambien sacado beneficios de aquello.
Ya que cuando el corazón está en juego todo lo vale.
Y aunque la gente poco crédula no se espere el ataque, es mejor estar preparado.
Pese a todo un ente enamorado es capaz de hacer muchas cosas, que solo lo frenaría el desenlace que le suscitaría por fin respirar con tranquilidad.
Como correspondería.
Como siempre debió serlo”
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28 de diciembre de 1794.
(Wenmister - Londres)
Palacio de St. James.
Reparaba las instalaciones con monótona apatía.
Desde los candelabros, pasando por las arañas que decoraban el ostentoso lugar, las alfombras de un rojo impoluto. Los empleados adecentados acorde al lugar en donde prestaban sus servicios, hasta llegar a los escudos labrados en oro que decoraban las puertas de cada estancia; dando identidad a la casa de la que era perteneciente el Rey de aquel país que nunca habia tenido la curiosidad de conocer.
Pero ahí se hallaba.
Esperando para que la recibiese, mientras respiraba aquel aire de opulencia que no habia echado de menos en lo absoluto.
En especial ese día en particular.
En una fecha que recordaba con un sabor amargo que acrecentaba el dolor de su pecho.
Una época que le conmemoraba como habia acabado su sueño de amor.
Ese que al parecer no habia muerto, pero que irónicamente se sentía desecha porque ella lo estaba apreciando de aquella manera.
Rememorando las palabras que le procuró el pelinegro antes de darle un último beso, para dejarle delante de la propiedad que habitaba con Sebastien.
Unas tan cargadas de verdad anhelante que no pudo evitar ilusionarse.
<<No importa el tiempo que pase, o todo lo que tengamos en contra mi hada del bosque. Como me llamo Alexandre Allard te buscare en cada dama para hallarte, el cada país colindante, en cada piedra gigante. Porque por más que te ocultes y me quieras hacer creer lo que no es; un amor como el que siento por ti no se desvanecerá tan fácilmente, y te ubicare cada que me repudies alejándome, hasta que por fin aceptes que es tiempo para dejarnos sobrecoger por esto que sentimos. Porque te amo y esta vez seré yo en que vaya a tu encuentro las veces que sean necesarias. Adorándote en el proceso, para que comprendas que pese a todo nos pertenecemos por la eternidad, y esos anillos que cargas a cuestas contigo te lo reafirmaran cunando estés por perder las esperanzas amor mío>>
No tuvo palabras para responder ante aquello.
No pudo detenerle cuando se alejaba con la promesa velada de regresar por un nosotros.
Teniendo por fin eso que llaman felicidad.
No poseyó las entrañas para romperle el corazón, yéndose su alma con este en aquella disolución.
Pero ese día en particular habia encontrado la intrepidez que requería.
Despues de salir de aquella tertulia premeditada, pero con un cambio de planes que no tuvo en cuenta, regresaría a Francia para decirle todo.
Sin guardarse nada.
Para explicarle porque le habia mentido y escondido demasiados acontecimientos.
Lo estaba tomando como una señal.
Que el Rey que era catalogado como loco, aunque para ella le sentase más el título de impredecible, adelantara su encuentro poniéndola en aquel contratiempo.
Tenía que ser una clara revelación.
No confiaba en la señales, pero le daría la confianza a aquello porque necesitaba justificar sus ganas de seguir con las locuras que transcurrían por su cabeza sin dejarla cavilar con tranquilidad.
Por otro lado era un encuentro en donde ni siquiera pudo tener la compañía de Sebastien, pues se habia idio a una reunión que no podía postergar.
Sin contar con que desde el día que partieron de Francia, su actitud para con ella se habia tornado distante y reacia.
Como si algo le incomodase, y no tuviese la valentía de contarle lo sucedido.
Suspiro con pesadez, mientras estiraba una arruga inexistente de la falda de su vestido color azul celeste.
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Editado: 17.12.2022