Ofrenda De Amor (lady Frivolidad) Trilogia Prohibido 1 Y 2

XXIII PARTE 1

“Dulces ilusiones, que son teñidas por sucesos que generan amargas decepciones.

Batallas ganadas que dan un poco de poder, reafirmando lo que nadie dio certeza de que podía ser.

Porque se es dueño del destino propio, y se puede moldear como se crea conveniente, pese a que no se conciban aquellos romanticismos absurdos.

Más cuando se cree alcanzar el cielo con las manos, recibiendo el helaje de una lluvia torrencial de invierno como respuesta, en donde las acciones repercuten a unas consecuencias.

Las mismas que libraran a terceros de estorbos, pero le añadirá más sufrimiento a su vida.

Porque la luz en su caso siempre iguala a la oscuridad, y es muy difícil posicionarla atrás.

A la par que resignarse a dejarse invadir por esta que lo puede consumir.

Haciéndole pese a sus deseos luchar hasta el fin.

Con tal de que los que ama no se vean afectados.

Sin imaginar cuanto dañan esas acciones, que parecen malas pese a que son buenas”

*****

 

África occidental.

(Costa del oro neerlandesa – Ghana)

Pueblo de Asantes.

Septiembre de 1799

 

Goce.

Era la sensación que experimentaba Javier de Borja, después de tantos años de padecimiento.

De las noches en vela, de comer con las ratas rodando y hurtándole las míseras migajas de alimento que le brindaban despues de un trabajo arduo, en el que los latigazos eran su aliento para seguir.

El dolor proferido que le traspasaba la piel, calando hasta en sus entrañas, siendo aquello lo que lo motivaba a no querer volver a padecer tal ultraje, sin al menos luchar por salir de esa inmundicia.

Una rutina diaria que ejercía, y esa jornada no fue la excepción.

Pero habría un cambio radical que ni siquiera se notaba en el ambiente, ni mucho menos se vio afectando su tradición constante.

Ese algo determinante que lo iba a sacar de aquella miseria.

A él, y a las personas que compartían encarcelamiento con su persona.

Que no eran pocos.

Con el pasar del tiempo habia sabido como jugar sus cartas, para que el don de la palabra con el que fue bendecido, hiciera efecto en esa oscuridad forjándose un nombre entre los reclusos, si es que asi se le podría llamar a los seres de la misma estirpe que eran torturados, por nada menos que el Cacique, Apoku Uaré.

Porque pese a su renombre seguía sin valorar a los suyos, implantando el terror sin saber comandar con inteligencia.

Cosa que tomo a su favor, y con la ayuda de las personas idóneas e impensables ganar más terreno, obteniendo asi lo que ese día se conquistaría…

Un cambio radical en aquel pueblo.

En la existencia de la gente que lo habitaba.

Durante ese periodo lleno de baches en su transitar, cambio la cobardía nutriéndose de la osada valentía de la única alma de su familia que mantenía en la mente día con día.

Esa misma que le enseño más que ninguno pese a su corta edad.

Aquella que esperaba no se hubiese dejado cegar por el brillo del mal.

Seguía a cabalidad las labores impuestas, ganándose el afecto del sirviente que comandaba los trabajos de campo, Tafari.

Lo hizo su allegado.

Al principio apreciándolo como su superior, para despues reflejarse a su nivel, después de que aquel recibiera por centésima vez una reprimenda injustificada por echar de ver dos veces a la hija del mandamás, la cual pasaba por el terreno y le dedico una mirada en forma de saludo que el otro correspondió con afabilidad.

Esa misma que no volvió a acercársele, y ni siquiera le dirigía una ojeada cuando se topaban por rara casualidad, logrando que se afianzase a sus pensamientos, marcando cada vez con más claridad lo que tenía pensado ejecutar, despues de obtener el primer punto en la lista mental que trazo.

Escucho sus quejas, pese a que escasamente entendía el dialecto, y con estoicismo logro que hasta le enseñase el idioma.

Para que con su excelente oratoria lograra llegar a su poco letrado cerebro, prometiéndole cosas que llevaría a cabo si le ayudaba a derrocar al tirano.

Al inicio como en todo, se ganó uno azotes por la osadía de tal proposición, aunque el hombre de color con el tiempo comprendió que si deseaba más libertad para su pueblo, debían de unir fuerzas siendo objetivo plausible derrocar a ese ente mezquino lleno de maldad, sin una pizca de piedad.

Cuando por fin sellaron la alianza con un apretón de manos, dio al fin inicio a su plan de ataque con la reclutación de gente de la tribu, que despues de verle respaldado por uno de los más allegados al gobernante, con algunas trabas accedieron a dar un paso certero.

Horas arduas.

Semanas extensas.

Meses decadentes.

El pasar del tiempo, que le aseguro que poco a poco se forjaría una especie de organización, o como ellos la nombraron: «Tribu luchadora de la opresión», dándole el nombre propio de Daidato (Igualdad) en Hausa, pese a que no era la lengua originaria del lugar, proporcionándole algo a su favor al adoptarla como propia, ya que escasamente sabían distinguir otro dialecto que no fuese el Twi o Fante.

Asi fue básicamente como apenas siendo dos en un inicio, unos cuantos años despues eran alrededor de cien personas o más, pues con cada amanecer, ultrajados se unían con el voz a voz popular, cansados de que su propia comunidad los maltratase por unas cuantos míseros granos de arroz, y menos de la mitad de una hogaza de pan.




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