Ofrenda De Amor (lady Frivolidad) Trilogia Prohibido 1 Y 2

XVI PARTE 2

Como lo habia presupuestado el Conde de Lincoln, la mejor decisión fue hacer una pequeña parada en el que fuere su domicilio en aquel lugar.

El cual se ubicaba a unos cuantos minutos del puerto, mientras le comentada de manera distraída, pero animosa que le resultaba más conveniente por sus negocios.

Cuando avisto la vivienda de inmediato corroboro que tanto la vereda como la residencia no eran parecidas a los domicilios de España, o algún lugar que ella hubiese frecuentado con anterioridad.

Las moradas a los alrededores, al igual que la de este se asemejaban a chozas, unas más grandes que las otras dependiendo de la economía que ostentaba el dueño de dicho terreno, y como era de suponerse, la del Conde resultaba uno de los hogares más pomposos de la zona.

No reparo mucho en los detalles, aparte de los signos plasmados en las paredes de la entrada pintados de colores pintorescos y algo llamativos.

El interior paso de escrutarlo, pues cuando aquel le indico donde se podía adecentar, se dirigió de inmediato a la habitación que yacía en la única planta que poseía el terreno, compuesta por una gran cama con dosel, y todo lo requerido para ser medianamente habitable.

Se encerró en esta, y esperar siquiera ayuda o que le preparasen el baño, se deshizo de las prendas dejándolas sin cuidado alguno desperdigadas en el suelo, apreciando como su cuerpo recibía un relamazo de ventisca estremeciéndola aún más.

Logrando erizar su entidad al completo.

Repaso su escrutinio por toda el área, ubicando al lado de un biombo la jofaina y una tina con agua, que después de encaminarse a esta e introducir los dedos de sus manos, se percató que estaba helada, aguardando aquella que la pudiese tibiar, y sin sopesarlo demasiado suspiro resuelta introduciendo uno de sus pies y consecuentemente cada extremidad, hasta quedar dentro en su totalidad.

Sus dientes castañearon.

Se le engarroto al completo el cuerpo, y tiritar se le supuso imposible al tener la lengua inmóvil por el helaje.

Justo lo que le hacía falta.

La piel se le torno un tanto amoratada cuando el frio le calo en cada articulación, pues esta le sobrecogía hasta el cuello.

Era lo que precisamente necesitaba para dejar de pensar.

Para no cuestionarse todo cuanto le atormentaba, teniendo más presente que nunca aquel acuerdo.

Deshacerse de él era poco probable.

Estimar una forma de romperlo inverosímil.

No podía simplemente ignorar las clausulas, y todo lo que significaba ocultar la verdad.

Plasmo su firma con conocimiento de causa. y exigió teniendo muy presente pese a la consternación por aquella nota que no habia vuelta atrás.

Que entregaba su alma sin el beneficio de rectificar.

«… Recuerde Lady Borja las enseñanzas de su progenitor, porque cuando llegue el momento lo que menos me tocare sera el corazón para culminar con lo iniciado.

Darle fin al legado.

Ese que es tan maldito para mí, con la misma intensidad que para usted es preciado…»

Recordar cada letra plasmada con contundencia le hacía poner los pies en la tierra.

Que dejase de soñar con pajarillos en el aire cantando alegremente, demostrándole que la felicidad plena podía existir.

Echándole en cara que pese a que no tenía tiempo concreto para entregar a su padre, no la eximia de su responsabilidad, aunque algo le impedía actuar, llevando como resultado que considerase ocultar ese detalle aterrador para toda la vida.

Los actos accionados por su progenitor no solo se merecían la horca, pues si quiera pensar en el nombre de tamaña atrocidad la hacía sentir inadecuada.

Pero era su padre, su familia, el hombre que le crio, que mostró verdadera entereza por su entidad.

El único que se preocupó por las veces que estuvo en cama a causa de una dolencia, bien sea por beneficios egoístas, pero constó ahí.

Sostuvo su mano y velo sus atribulados sueños.

Fue él.

Solo él.

Frio, inhumano, un ser que no merecía respirar, pero con ella si fue pese a todo… especial.

Rezagando un poco, las veces que le agredió y que ultrajo a su hermano.

Algo bueno se destacaba en él.

Porque en su tiempo lo hubo, y no podía ignorarlo tan fácilmente.

Aunque tambien estaban sus hijos de por medio.

Alex.

Sus tres amores.

Los cuales se verían afectados por sus decisiones.

Babette y Thierry serian resguardados por su padre, pues este tenía el amparo de Francia e Inglaterra.

Tampoco sería difícil seguirles protegiendo.

Que no llegasen a manos de gente inadecuada.

Pero que faltase a su palabra daba más contundencia de accionar negativo de uno de los soberanos que le respaldaba.

Asi que no podía estimar que ocurriría si ella se echaba para atrás.

Regresando al mismo dilema, porque su alteza Jorge III no era el verdadero enemigo.

Estaba en un camino sin salida.

No hallaba punto de retorno por más de que lo cavilara.

¿Qué haría?

Se sumergió por entero en el agua, aguantando la respiración.

Necesitaba claridad.

Una idea definitiva que no supusiese más dolor.

Al percatarse que no serviría de nada dejar de enviar aire a sus pulmones y cerebro, emergió de la profundidad, pasándose las manos por la cara y el cabello quitando el exceso de agua, para acto continuo doblar las piernas abrazándoselas en el proceso.

No supo cuánto tiempo estuvo en esa posición, lo único que noto es que cuando salió de la tina, ignorando los llamados incesantes en la puerta, el agua gracias al calor corporal que despedía su organismo ya se apreciaba más aclimatada al ambiente, al igual que sus dedos se encontraban arrugados y las uñas algo blandas a causa del excesivo remojo.




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