Ofrenda De Amor (lady Frivolidad) Trilogia Prohibido 1 Y 2

XXIX PARTE 2

Ante eso no supo cómo proceder, pues no se esperaba que le dijese aquello y de manera tan vehemencial.

Asi que agradeció tener un gran mueble que los separase, para poder procesar la información con más tranquilidad.

Cosa que no fue por mucho tiempo, ya que su rapidez a la hora de rodearlo no lo premedito, y el poder de reacción no fue el esperado, pues este la tomo del brazo poniéndole a su altura, haciéndola tragar grueso ante la nueva invasión.

—Déjeme protegerle— rogo peligrosamente cerca de su rostro—. Estoy dispuesto a resguardarle con tal…

— ¿Cuál es el módico precio que tengo que pagar por su muestra de solidaridad?— pese a que sentía un vacío en el estómago que le generaba angustia, en ningún momento bajo la cabeza.

Mostrar debilidad nunca estaba en sus planes.

— ¿Cómo se te…? — trato de interpelar, aunque como era de esperar no se lo permitió.

—Es un hombre de negocios, y la avaricia va por encima de los principios— se adelantó a su refutación—. Más cuando se trata específicamente de beneficios, y usted no es precisamente de las personas que hacen una obra desinteresada— no estaba diciendo más que la verdad.

—Sé que puedes tener una idea errónea de mi proceder, pero te aseguro que si se trata de ti…— endulzarle el oído no servía con su persona.

Tenía que terminar ese encuentro cuanto antes, pero no habia conseguido lo que deseaba, y era que el fuese la parte determinante en el asunto.

Esa que le ayudaría a culminar con todo.

—Muy lindas palabras que valoro— volvió a cortarle, mientras se zafaba de su agarre, poniendo un poco de distancia, pero este acortándola consiguiendo que se sintiese acorralada cuando su parte trasera se topó con el escritorio—, no obstante mi objetividad no la he perdido pese a los percances— expuso tratando de que la voz no se le quebrara al considerar que estaba sola, y en cualquier momento aquel le pudiese hacer algo.

Porque podía hacerlo… si lo deseaba, lo intentaría.

Y aunque sabía defenderse, percibía su cuerpo levemente paralizado.

»Asi que sera mejor que deje las sandeces, e inicie a hablar con la frialdad que el caso requiere, dando un punto de vista ecuánime y que me sirva como puesto de partida— no seguiría con las digresiones—, abonando a su deuda con mi entidad, o si ese no es el caso, sera más propio que se marche dejándome lidiar con mis inconvenientes sin intervenir— aunque no era opción, y eso él lo sabía pese a que estuviese diciendo lo contrario—, teniendo por seguro, que no me mediré a la hora de pasar por encima de quien sea para cumplir mis objetivos, incluyéndolo— eso si era al entero una verdad.

— ¿Es por el?— la aprisiono de tal manera contra el mueble sin verlo venir que no pudo siquiera procesar su acusación, logrando que se arqueara a tal punto de quedar casi recostada, y con las manos puestas sobre el pecho de este tratando de apartarle—. Por ese maldito francés que no te valora como lo hago yo— trato de pegarle en sus partes nobles, pero lo intuyo porque cerro las piernas dificultándole el acceso, entretanto la tomaba con fuerza de las manos para inmovilizarla, recostándola al completo en el escritorio.

Siguió forcejeando sin éxito.

Ignorando sus frases fuera de tono.

Bufando, pero este solo le miraba con los ojos más oscuros cada segundo.

Le echo un vistazo a la entrada con ansiedad, esperando una ayuda que aparentemente no iba a llegar.

Porque si ella sabía que este iría a su encuentro por una información de la cabeza de todo, era más que predecible que intuía que Froilán se ubicaba en los senderos de aquella propiedad, cuidándole desde las sombras.

No se hallaba tan solitaria.

Él no le dejaría desprotegida.

A su suerte.

O eso era lo que pensaba hasta ese momento, puesto que no veía una acción de por medio.

Retorno a su ineludible presente cuando sintió que algo humedecía su cuello, logrando estremecerle y que su cuerpo reaccionase como mecanismo de defensa, tratando de propinarle una patada al susodicho, que intercepto dejándole fuera de combate.

—Te dije que me estabas malinterpretando— esbozo sobre su extremidad, provocando que se removiese con asco, aunque este lo malinterpreto porque continuo con su cometido—. Soy un caballero, pero endulzar el oído de damitas en edad casadera no está como uno de mis planes en el presente— ¿Eso quería decir que?—. No tienes por qué sentir pánico, cuando soy de los pocos que daría la vida por ti— se sacudió con más fuerza, tratando de zafarse cuando descendió hasta el inicio de sus pechos, acariciándolos con la nariz y aliento.

Estaba en evidente peligro.

«Reacciona Luisa o te va a romper»

— ¡Lord Abrantes!—solto en tono de advertencia, consiguiendo sacar un gruñido de este, que debió imaginarse que estaba a una letra de mostrarse al completo sin caretas.

Porque ella no conocía su verdadera esencia.

Nadie lo hacía aparte de su esposa y Eunice.

Siendo las dos víctimas de sus abusos.

La primera por no ser dueña de sus afectos, y la segunda al lastimosamente obtenerlos.

»Cavile muy bien sus próximos movimientos— señaló en tono sereno, aunque por dentro gritaba asustada—, porque si continua por este camino, en donde el príncipe azul de brillante armadura que salva damiselas en apuros desaparece, mostrando el villano de cuento que realmente es, y del cual todas las que le conocen son presas de aborrecimiento, supondrá una verdadera calamidad para su entidad— reafirmo su agarre, logrando que se quejase de dolor, demostrando que su exposición no lo inquietaba, ni siquiera le quitaba el aliento—, puesto que no tendrá vida para asimilar lo que su cochina existencia acaba de efectuar—una risa ronca desequilibrada fue la respuesta que necesito para que la mujer altiva dejase su cuerpo, comprendiendo que no era más que un desquiciado que pretendía forzarle.




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