«—Tarde o temprano cumpliré con la promesa que hice en la tumba de mi madre, y ni tú, ni nadie lo podrá impedir.
—Ahí estaré para detenerte sin importar que— eso no menguaría sus ímpetus.
Ya sabía de antemano a lo que atenerse.
Desde el inicio.
—Ese amor agónico que crece desbordante en tu interior va a terminar por destruirte— eso ya ocurrió, y continuaba en pie.
El mismos había recogido los pedazos.
—No se habla de algo que se está viviendo en carne propia— el silencio reino por unos momentos—. No permitiré que te les acerques― su misión, y deuda era protegerle.
—Estas utilizando a tu favor el hecho de haberte convertido en una de mis pocas debilidades— eso era exactamente lo que hacía.
Manipulaba lo que tenía a su favor.
—No puedo negártelo— acepto mirándolo fijamente—. Eres de las pocas personas, que pese a todo me aprecia de manera genuina— con el existía la confianza de decir las cosas sin tapujos, de ser ella misma sin caretas—. Dado que jamás levantarías uno solo de tus dedos para dañarme, así que puedo jugarlo a mi conveniencia— esa era su naturaleza.
Complementándose hasta hacerlos semejantes.
— ¿Cómo no hacerlo? ― repuso resignado—, si después de todo lo que hemos vivido el título de hermana te queda demasiado corto, y el de amiga ni se diga— sentencio demostrando en sus orbes humanidad mutua.
Ese sentir que había quedado vetado para ellos, no volviéndolo a nombrar.
—Una hermana que pese al gran aprecio que te profesa, acabaría contigo en un parpadeo, si no atiendes su pedido— de eso era consciente el pelinegro.
Que por mucho que lo apreciara sus límites eran diferentes, a la par de sus prioridades.
—Nos veremos pronto Luisa— reverencio con profundo respeto, del que ya no sentía hacia nadie, solo por ella, como de costumbre sucumbiendo a lo que le pedía —. Mi Isa.
—Estaré ansiosa esperando nuestro próximo encuentro Sebastien— agrego de igual forma con un movimiento de cabeza—. Mi Tien»
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«Tu licencia ha expirado querida prometida.
La paciencia en mi ha desertado, y anhelo prontamente tu retorno amada Luisa.
Antes de enero a ser posible, habiéndote otorgado un tiempo bastante generoso para que culmines con lo que te hace daño.
Para así con deseo fervoroso unir nuestras almas.
Espero hallas podido cerrar todos los asuntos pendientes porque, aunque sea paciente con tu entidad, no permitiré que nada empañe nuestra felicidad.
Recuerda que tus hijos por ahora siguen a salvo.
De tus actos dependen las consecuencias.
Lo que me hace recalcarte que Babette cada día está más hermosa.
Definitivamente será una beldad, y no queremos que alguien malogre su futuro por tus actos insensatos.
Y a tu hijo Thierry le falta ser amoldado, ponerle mano dura no estaría de más.
En conclusión, son muy sanos, e inteligentes y sería una pena que malograsen su futuro prometedor.
Ansiando tú retorno amor mío.
Siempre tuyo.
Horacio de Carvajal.
Duque de Abrantes»
Carta entregada, siendo leída al día siguiente de la boda de Lord Adler y Lady Freya Somerset.
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Viola palace.
Noviembre de 1805…
Los sucesos que le hicieron replantearse el norte en cuanto a su entidad fueron los mismos acontecimientos póstumos a esos días en Gretna Green, los cuales marcaron el inicio de una familia, aquella que se estaba enfrentando a contratiempos por culpa de su existencia.
Por no poder detener a tiempo los bríos de su padre, ese que mantenía silencioso, sin dar a conocer su paradero cuando bien sabía por terceros que se hallaba en la misma zona que ella.
Acechándola a las sombras, resguardando su figura, esperando el momento propicio para tomarle bajo su batuta y no soltarle de nuevo.
Ajustando cuantas.
Poniendo las fichas de su propio dominio a comparecer, porque muchas ya eran inservibles, solo que no comprendía el porqué de esperar, si cada segundo las cosas se complicaban más.
Aunque eso no era lo que la tenía tan meditabunda antes del amanecer, caminando de un lado a otro sin entender a ciencia cierta que acontecía en el panorama.
Si no los sucesos que no se llegaron a culminar, por el simple hecho de discernir que era demasiado tarde.
Tornando esas cuestiones insulsas, aunque su corazón las necesitase.
Aquel:
«— ¿Te cuidaras?
—Te lo prometo.
—Tendremos una conversación a tu regreso»
Esa escueta conversación la estaba matando lentamente, porque la charla hasta el momento no había ocurrido, y de eso ya transcurrían alrededor de cinco meses.
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Editado: 17.12.2022