Oh~my lady?!

Bienvenida al infierno

Esa fue la noche más intensa que tuve, me sentía como si fuese la presa de miles de criminales peligrosos y solo estaba a merced de los guardias, al menos en mi mente parecía todo un torbellino de pesadillas sin fin y de tristeza inexplicable. Inútilmente trataba de mantenerme apegada a la idea de que había sido una muy mala broma todo ese asunto y que al despertar, estaría nuevamente en casa. Con mamá.

―Eso no pasará…

Debía reaccionar de una forma u otra, por alguna razón ya sentía que mi vida estaba vendida hacia aquella familia. Era como una especie de muñeca de trapo que aquel tipo podría zarandear como le diera la gana, pero no iba a permitirlo. Había visto suficientes películas de terror como para saber que hasta el muñeco más inofensivo resulta letal.

Mis actividades diarias empezaban a las ocho de la mañana pero, me había despertado a las cinco por miedo a fracasar en el primer día. Deambulé por mi habitación antes de tomar una ducha, esas que regeneran todas las energías solo con sentir el agua. Si después de todo tenía todo un vestidor para mi al menos podría aprovecharlo, además con lo caro que parecía seguramente no tendría otra oportunidad de usar esas prendas.

« ¿Qué color sería mejor para no desagradarle al sujeto tan desagradable?», pensé. Golpee un poco mis mejillas antes de tomar lo primero que llamara mi atención. Un vestido negro que terminaba justo arriba de la rodilla. Solo para saciar mi curiosidad busqué medias negras y sin dudarlo las usé y para finalizar unos botines del mismo color. Bolsos, tenía para pasarme dos horas buscando pero tomé una donde entrara el iPad.

Nunca tuve habilidad para maquillarme, lo más lejos que llegué fue a usar base y pintalabios. Y esa ocasión no sería la excepción. Además, aprovechando que mi cabello era corto, ni tuve que arreglarlo solo pasé mis dedos entre este. Fin de la rutina de belleza.

Una vez lista, decidí ayudar al resto de empleados en sus actividades pero al salir de mi habitación me encontré con un hombre que hablaba con Killiam, este apenas y me dirigió la mirada. Aquel hombre se acercó a mi y me entregó una carpeta que llevaba en la mano, donde se encontraba el dichoso contrato.

― Espero que seas inteligente y te quedes con nosotros esos dos meses―mencionó aquel hombre―. Es más, ¿Qué mujer se resistiría a vestir bien y vivir como reina durante dos meses?

Una sonrisa burlona se formó en sus labios para cuando terminé por firmar. «No es que no me resista, simplemente no tengo donde vivir», pensé tratando de distraerme y devolverle la misma sonrisa mientras me aguantaba de atravesar su mano con el bolígrafo.

Aquel hombre se iba de viaje, en eso se iba su vida. O pasaba mucho tiempo en su oficina, era como si evitara por completo compartir tiempo con su hijo. Según supe de Killiam, el señor de la casa salía muy temprano de casa y tenía un carácter muy fuerte, arrogante. No me sorprendía después de todo: de tal palo, tal astilla.

Eran las seis y media de la mañana y el desayuno ya estaba preparándose, según la agenda de Sascha su desayuno debía ser a las siete menos quince. En la cocina las muchachas me dieron una explicación rápida de la dieta que debía llevar fuera de la casa, sus alergias pero sobre todo me recalcaron que no debía retrasarme un solo minuto. Mientras preparaba el café para aquel engreído llegó el chófer, quien era uno de los empleados más antiguos y comentó que el señor era conocido como "Satanás" por su forma de hacer negocios y por su frialdad al relacionarse con su hijo. Bueno, ahora comenzaba a tener sentido para mi, o eso creía.

Ni siquiera tuve tiempo de desayunar, solo tomé un vaso de jugo como si mi vida dependiera de ello antes de acompañar a una de las mucamas a la habitación de Sascha. No tenía seguro y entré sin más, ella dejó la charola y se retiró.

― Joven, su desayuno está listo.

Abrí las cortinas de la habitación, podía escuchar sus gruñidos pero no voltee. Solo escuchaba el tintinar de la cuchara con la taza.

Me retiré, no debía intercambiar más palabras que esas y solo debía esperar en el exterior hasta que el saliera.

Sentía una horrible presión en el pecho al no llamar a mi madre, ella ni siquiera podía contactarme de alguna forma y sinceramente yo no estaría dispuesta a dar el primer paso.

«El trabajo borra las heridas del alma», pensé dejando que un pesado suspiro escapara de mis labios.

Tal vez estaba muy distraída. Tanto que solo un golpe en la cabeza me hizo reaccionar.

Aquellos ojos grisáceos me observaban con, me sentía tan imponente que ni siquiera era capaz de devolver el golpe.
Me sentía frágil con un carácter peor al de un perro de pelea, solo así podría definirme y es lo más lejos que llegaría con el metro y medio que me cargaba.




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