Oh~my lady?!

Un par de tragos

Mis problemas sólo aumentaron. Aquel carácter del demonio solo empeoró hacia mí, era como si pusiera la responsabilidad de todos los asistentes sobre mis hombros. Incluso me volví asistente de un par de pasantes que no desaprovecharon la oportunidad para hacerme desear renunciar. Solo cuando debía cargar con las consecuencias caía en cuenta de mis actos: No debí tocarlo ni dejar salir ese molesto lado impulsivo ante el mismísimo engendro de satanás.

Su padre me prohibió que me disculpara ante él, es más, dejaba sobre mi libre albedrío toda situación fuera de lo común.

Entonces, ¿a quién mismo debía hacerle caso?

Solo había pasado una semana en la que había empezado a creer que realmente era más tiempo, deseaba fervientemente que faltara menos tiempo en ese trabajo pero mi contrato estaba entero.

El fin de semana estaría libre, él se iría de regreso a Alemania por asuntos personales y eso me daba días para mí. Eran como las vacaciones deseadas por cualquiera que trabaje a tiempo completo, realmente había entendido el concepto de ganarse el sueldo con el sudor de la frente.

Era sábado y había despertado casi al medio día. Mis tobillos dolían y podía sentir ardor en ciertas partes de mis pies simplemente con el roce de la sábana. Tocar el piso el tacones de por medio era como tocar el cielo, o al menos así debía sentirse. Ese día no debía usar ropa cara, solo mi ropa convencional con tenis.

No quería sentirme una completa inútil así que empecé a ayudar con los quehaceres en esa gran casa. Solo era Febrero y en país céntrico como el mío era casi imposible sobrevivir a temperaturas mayores a los 30° y nadie en su sano juicio estaría afuera.

Desde mi habitación había logrado ver un hermoso jardín con rosas blancas, me había encantado pero no había visto la oportunidad de ir a verlas personalmente.

Me había pasado toda la tarde y parte de la noche en el jardín, simplemente observando. Tal vez observando como mi juventud se iba volviendo en canas verdes por aquel sujeto.

—Quien quisiera tener un jardín como este… Y solo olvidarse de todo el mundo.

Como no había nadie más que los empleados las únicas luces encendidas eran las de la cocina por lo que al ver que las luces de la sala principal estaban encendidas terminé ingresando, mi curiosidad nuevamente había ganado.

No había ningún empleado pero pude apreciar la figura de una mujer junto a la mesa de centro. No hizo falta que hablara pero mi sorpresa fue muy grande al reconocer a aquella mujer, era la misma que se estaba comiendo a Sascha, que si no hubiese sido por su estado de embriaguez que superaba los límites pensados realmente podría afirmar que era muy bella. Era de esas mujeres que incluso si usara un saco de patatas se vería hermosa.

—¿Qué haces aquí…?

—Desquitarme contigo, claro está. Ese día en el bar me dejaste en vergüenza frente a todos… Y tuve demasiada curiosidad sobre ti. Eres otro caso de beneficencia para él, que amable de su parte.

—¿Y qué? No te debo justificativos de mis actos.

Empezaba a enfurecerme, pero solo respiré profundo antes de cruzarme de brazos, seguramente fruncí el ceño.

—Me los debes, porque en toda esa cara de mosca muerta puedo ver tus intensiones de arribista. Ni que fueras la primera que intenta meterse con mi prometido.

—¿Tan mal gusto tiene…?

—¿Disculpa?

—Estás disculpada, no debe ser fácil para él elegir entre tantas arribistas y aprovechadas, pero debes estar feliz. Le ganaste a las demás. A simple vista debes tener algo bueno o al menos satisfacerlo sexualmente. Bueno, felicidades.

Respiré profundamente, ni siquiera debía estarme peleando con ella pero los nervios ya los tenía alterados.

NI siquiera me quedé a escuchar sus insultos y aquellos gritos desesperados. Sin más me fui a la cocina, necesitaba un café muy cargado para relajarme o al menos para quemarme la lengua.

—No sabía que era posible que alguien como él tuviera novia…

Estuve perdida en mis pensamientos hasta que una sombra sobre la mesa me hizo volver abruptamente, encontrándome con Killiam.

—Deberías ir a tu habitación... —mencionó mientras se servía un poco de café en su taza—. Vi que tu invitada se dirigió a tu habitación.

« ¿Qué demonios...?», pensé.

Corrí hacia la habitación, podía escuchar como las cosas se rompían, e incluso había empezado a tener miedo de abrir la puerta, hasta que escuché un grito ahogado de frustración. Al abrir la puerta todo se quedó en silencio, crucé miradas con aquella loca. Mis ojos se habían llenado de lágrimas, estúpidas lágrimas al ver cómo había rasgado aquella ropa que incluso para mi resultaba una gran pena usarla, ella solo lo había destrozado como si fuese una hoja de papel.




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