Oh~my lady?!

Entre líneas

Mientras más pasaban los días peor me sentía. La idea de que algo más había pasado entre lo que recordaba y cuando había despertado en el hospital pero nadie estaba conmigo cuando me caí.

Los demás empleados fueron muy claros conmigo: eso no había ocurrido en la casa. En la oficina menos, porque no usaba las escaleras. Ni siquiera sabía quién me había encontrado y había llamado a emergencias.

Pero mis respuestas seguramente estaban en el hospital. Obtuve una cita con el doctor que me había atendido y quien llevaba mi registro médico de aquel día. Necesitaban saber cómo estaba mi estado de salud y con una tomografía lograron descartar cualquier daño que hubiese.

 

Los dolores de cabeza serían constantes durante un tiempo y era necesario que estuviese tranquila —eso era como misión imposible– para que lograra acomodar poco a poco mis recuerdos.

Antes de irme, decidí preguntarle directamente sobre mi ingreso.

No tuvo problema en entregarme el reporte, es más, el mismo doctor sabía que no había caído por las escaleras o desde alguna altura, de que el golpe que tenía fue intencional y que una agresión como esa debía ser denunciada.

Estaba de acuerdo con eso pero, ¿a quién se supone que debería denunciar?

En mi ropa había rastro de algún tipo de vino y de vidrio perteneciente a una botella de este, ciertamente en la casa no faltaba ninguna de las que guardaban en la cocina, en la oficina no bebían, ¿Dónde demonios me había metido?

 

Pasaba a diario con Sascha, o salía a hacer encargos junto al chofer. Y justamente este era la única persona que podría ayudarme.

 

—Tal vez se metió en otro rollo en algún bar…

 

Suspiré pesadamente ante esa posibilidad. Si era así no había nada más que indagar y solo me estaba haciendo líos en la cabeza sin ningún motivo. Aun así no dejaba de ser un trabajo complicado.

— No estoy seguro de cómo pasaron las cosas. Simplemente vi cómo te sacaba la ambulancia de aquella casa.

Fue lo único que me logró responder el chofer y no culpo, en una situación así seguramente estaba preocupado de perder su trabajo o de meterse en problemas pero necesitaba indagar, ese comentario había derrumbado mi teoría anterior de un solo golpe.

— La casa de familia Betancourt. Fuimos a dejar a la hija de estos y ella pidió que la acompañaras porque mandaría algo contigo, y hasta ahí supe de ti. Dicen que habían encerado el suelo y resbalaste. Incluso la señorita Isis mandó los mejores para tu recuperación.

— ¿Isis…? Yo no recuerdo alguna comunicación con alguien con ese nombre… ¿Hay algo más que recuerdes?

—Pues, la fiesta de la noche anterior. Allí hay fotos del evento e incluso sales tú en las fotografías. Allí la conociste, fue una de las chicas a las que llevamos un presente que el señor Rupert mandó a comprar.

—Y compramos rosas…

—Exactamente… Si quieres ver esas fotos, hay algunas revistas en la cocina. Muchas comentan que la acompañante del joven Sascha era una mujer hermosa y estaban intrigados si tenían una relación o algo.

— ¿Era Isis…?

—Claro que no. Eras tú en un hermoso vestido. Ve a ver las fotos y verás.

 

« Que mierda acaba de pasar…», pensé entre risas. Ni siquiera podía tomar en serio las palabras del chofer, y menos en el hecho de que saliera en una fotografía junto a Sascha sin que haya intentado matarlo en el intento.

 

—No recuerdo cuando fue la última vez que me reí tanto…

No duró mucho. Lo confieso, me tomó por sorpresa esas fotografías y sobre todo los comentarios y reportaje que había alrededor de ese evento. Pero mi interés no era como me veía en esas fotos, era ver quien era la tal Isis. Y la encontré. Aparecía en una de las fotografías junto a Sascha, era una mujer realmente hermosa, había que aceptarlo. Los programas de farándulas harían un tremendo festín con una relación entre ellos.

—Sí, eso también decían esas ofrecidas.

Voltee rápidamente al escuchar aquello pero no había nadie conmigo. La voz parecía extrañamente familiar pero no lograba recordarla.

— ¿Qué ofrecidas…?

Murmuré en voz baja. Me quedé pensativa ante esas palabras que me repetía una y otra vez tratando de ubicarlas en alguna situación.

 

Salí de mis pensamientos cuando el iPad sonó. Era una de las alarmas que había dejado previamente programada.

Sascha ni siquiera estaba en la ciudad, ni siquiera quiso llevarme pensando que el sol de la playa me afectaría como la vez anterior así que solo debía pendiente de sus correos electrónicos y que su habitación estuviera ordenada. Ya no me extrañaba que en sus viajes apresurados ni siquiera tuviera tiempo de organizar lo que el mismo de alborotaba en su vestidor.




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