Capítulo 4: Quien heredó los ojos violetas, parte IV.
Poder de anulación.
Cumplí 15 años unas semanas después, Esteban no estaba en la mansión, pensé que seguramente estaría en el hospital jactándose con Melisa de mi situación, de cómo habían logrado manipularme exitosamente para que tomara su lugar y así ella pudiera asesinar a gente libremente sin perder su asistencia perfecta en la escuela, yo estaba tan enojada en ese momento, que boté los todos los libros que el tutor privado que había contratado Esteban me obligó a estudiar, como solo tenía dos meses para que asistiera a Marilyn, habían estado ingresando tanta información a mi cerebro que sentí que me iba a explotar la cabeza, aunque según el tutor, yo poseía una increíble capacidad de retención y análisis, y aunque me dejó claro que era imposible que yo obtuviera los mismos conocimientos de Melisa en dos meses, me aseguró que los estudios iban tan bien que quizás podría ponerme a la par con chicos de mi edad en un año o menos, claro, siempre y cuando me siguiera matando estudiando.
Un rato después de que terminó mi ataque de ira y me puse a levantar y acomodar mis libros de nuevo, escuché el timbre del portón, una sirvienta apareció en la biblioteca unos minutos después para avisarme que mi abuelo se encontraba afuera, esperándome para llevarme a dar un paseo por mi cumpleaños, y por supuesto yo no lo pensé un segundo y salí corriendo para irme con él.
Luego de pasar al supermercado por unas galletas con chispas de chocolate, que en un principio pensé que serían para mí y resultaron ser en realidad para mi abuelo, él condujo fuera de la ciudad para llevarme a su base, aunque al parecer el señor Alan se había estado empeñando a llamarla «Centro de Investigación». Una vez llegamos, los hermanos Larethy nos recibieron con balas de pintura cuando pasamos por el pasillo en el que ellos estaban jugando, así que luego de que mi abuelo los regañara y los mandara a limpiar su desastre, subimos las escaleras correspondientes que nos llevaron eventualmente a la habitación donde mi abuelo y el señor Alan organizaban juntas para poner sobre la mesa toda la información relevante.
—Alan dijo que no vendrá —dijo el señor Guilmer, en ese momento él se hallaba sentado en una de las sillas justo frente a la puerta—. Parece realmente enojado, ¿qué demonios le hiciste a mi hijo? —le preguntó a mi abuelo.
Mi abuelo soltó un bufido y se dejó caer en una silla al lado de la que silla en la que yo me senté—. Di con el paradero de un hombre que puede sernos de mucha ayuda… pero cuando Alan descubrió de quién se trataba, trató de convencerme de que no fuera detrás de él y…
—Y entonces le hiciste honor a tu apodo de «Ignecio» y lo ignoraste por completo, ¿fuiste a buscarlo ya?
—… Sí.
—¿Y?
—Se rehusó a venir conmigo.
—¿Y quién es para haber causado que Alan se enfadara tanto? —inquirió el señor Guilmer mientras arqueaba un ceja.
—Eso… en realidad estaba curioso por si usted también lo conocía. El nombre de ese hombre es Yanis Lizardi.
El señor Guilmer dejó caer su mandíbula—… Ahora entiendo por qué Alan reaccionó así —, bajó la cabeza y suspiró—… hace muchos años, cuando Alan aún era un niño, conocí a Yanis y su hermana Yannel en un bar… y los invité a que se quedaran en nuestra casa cuando supe que ellos habían sido los que me devolvieron a salvo a casa en una de mis noches de borrachera, además de que eran solo unos chiquillos que habían escapado de su hogar y que, al menos Yannel, luego de escuchar las lamentaciones de un patético hombre como yo… quiso ayudarme… o eso creía.
—¿Ayudarlo con qué?
Él volvió a suspirar y después me miró de reojo, se detuvo un momento a pensar en cómo explicarlo para que yo también entendiera y luego siguió—. Había un terrible grupo de personas que disfrutaba de atormentar a la gente, se hacían llamar REVENISH, el líder de ellos, llamado Tahiel, secuestró a mi esposa y yo estaba desesperado por traerla de regreso conmigo, reuní a varias personas para hacerles frente, pero Yannel y Yanis nos traicionaron y los únicos sobrevivientes de nuestro lado fuimos Alan y yo. Volví a reunir a más personas y unos años después los volvimos a enfrentar, pero el resultado fue el mismo, aunque en aquella ocasión logramos matar a uno de los suyos. Pero ahora que lo pienso, en esa segunda batalla, ni Yannel ni Yanis estaban presentes esa vez.
—¿Y si dejaron REVENISH? —planteó mi abuelo—. ¿De verdad no es posible darle un lugar a Yanis Lizardi con nosotros?
El señor Guilmer negó con la cabeza—. Alan le tiene un poco… mucho resentimiento, piensa que, si él y Yannel no nos hubieran traicionado, dos de sus más preciados amigos no habrían muerto, Cabellos Rojos y César.
Mi abuelo apretó los labios—. Bueno, me preocuparé por eso más tarde, pero necesito que Alan venga, hay algo que quiero comprobar —dijo mirándome de reojo.
Me quedé en esa habitación mientras mi abuelo y el señor Guilmer iban por el señor Alan, me levanté de mi silla y me acerqué a las enormes ventanas para ver el paisaje, la vista era hermosa, pero yo no la pude disfrutar, cuando vi a la gran altura en la que estaba, recordé el día en que caí del barranco y retrocedí de las ventanas con miedo, así que volví a sentarme y fije mi vista en el suelo mientras intentaba calmarme, y un rato más tarde, mi abuelo atravesó la puerta con el señor Alan, quien parecía que estaba haciendo esfuerzos extremos por no hacer una mueca.