Capítulo 6: Quien heredó los ojos violetas, parte VI.
Soy serio
Al llegar la tercera semana de clases, Marilyn le dio la bienvenida a los nuevos alumnos que habían ingresado desde otras escuelas, la mayoría de éstos eran de primer grado, pero también hubo casos raros en que alumnos de segundo y hasta de tercer año también decidieron transferirse, y por lo mucho que Gustavo estuvo quejándose con nosotros, Emanuel y yo supimos que los padres de este último tipo de alumnos estuvieron por arrancarle la cabeza a Gustavo cuando se negó a que vieran al director, sus molestias se debían a que solo unos cuantos alumnos tenían permitido ingresar en el grado que les correspondía, porque la mayoría de los casos, provenían de escuelas con una forma muy distinta de enseñar y ellos debían de ingresar a Marilyn desde primer grado.
En la mañana del lunes de esa semana, yo me encontraba dentro de la sala del consejo estudiantil junto con Emanuel, estaba comenzando a sentirme mal por la falta de sueño tras trabajar sin mucho descanso durante las dos semanas anteriores, además de que había estado peleando con Gustavo por la misma razón que los padres enfurecidos, quería ver al director para quejarme con él, porque estábamos realizando un trabajo que, a mi parecer, era más su responsabilidad que de Emanuel y mía, pero por más que le grité y pataleé, Gustavo no me dejó verlo.
—¿En serio no quieres que te lleve a la enfermería? —me preguntó Emanuel por cuarta vez en los últimos 5 minutos.
Negué con la cabeza—. Creo que solo necesito aire fresco.
Salí al balcón para sentir el viento, se sentía muy bien, pero me costaba un poco de trabajo permanecer de pie, así que me recargué en el barandal con la intención de no caerme, sin embargo, supongo que me recargué de más y terminé perdiendo el equilibrio, por lo que caí hacia otro lado, y Emanuel se dio cuenta demasiado tarde, así que no pudo ayudarme. Yo estaba segura de que podía arreglármelas para girar en el aire para no golpearme tan duro al caer, pero antes de hacerlo un muchacho pegó un brinco y me atrapó, cargándome como princesa.
—Estuvo cerca —dijo él luego de recuperar el aliento.
Yo lo miré con furia, porque me dio la impresión de que él era el tipo de chico estúpido al que le gustaba hacerse el héroe para alimentar su ego. Además, yo no estaba acostumbrada a recibir ayuda, e incluso si me la ofrecían, no me gustaba aceptarla, yo era el tipo de persona que le gustaba hacer las cosas por sí misma y no deberle nada a nadie, sumándole el vergonzoso hecho de que estaba siendo cargada como princesa, me sentí completamente humillada.
—Oye, ¿cuánto tiempo piensas cargarme? Bájame —dije con tono despectivo.
—B-bien —contestó un poco confundido, puesto que él esperaba un «gracias» que nunca llegó.
Volteé a ver a Emanuel, quien se encontraba viéndonos desde el balcón—. Gibson, vámonos, tenemos que ir a ver a Lozano. —Comencé a caminar para irme, ignorando completamente la presencia del chico que me rescató.
—¡Oye, espérame! ¡Tengo que bajar! —gritó Emanuel mientras corría hacia la puerta.
—… Justo ahora, cuando cargaba a esa chica —dijo mi salvador cuando la amiga que lo acompañaba se acercó—, ella… me miró muy enojada, ¿cierto?
Su amiga soltó una risa—. Sí, yo también lo noté. No todo el mundo puede amarte, Damián. Espero que nos encontremos con esa chica de nuevo, fue gracioso ver cómo te fulminó con la mirada, y también —, miró hacia el balcón en donde se hallaba Emanuel segundos atrás—… no puedo esperar a que él vea que estoy aquí.
—¿Él? ¿A quién te refieres, Alexa?
—A un viejo amigo —dijo sonriendo—. Bien, sigamos buscando donde está la dirección.
—Sí, démonos prisa.
Luego de una semana, durante la mañana, Gustavo me contó que había oído por los pasillos que había una persona lo suficientemente valiente, o más bien estúpida, como para haberse interesado en entrar al consejo, y me pidió que, si esa persona me pedía unirse, no pusiera mala cara y lo aceptara.
Después de que terminaron las clases, Emanuel y yo estuvimos trabajando dos horas sin parar hasta que Emanuel me pidió un pequeño un descanso, y ya que me comenzaba a dar hambre, accedí a que fuéramos a la cafetería. Al salir de la sala del consejo, nos encontramos con el chico que me había atrapado luego caer del balcón, parecía que estaba caminando hacia la sala del consejo, e hice un mueca luego de pensar que quizás él era el interesado en entrar al consejo.
—Oh, tú eres el chico que salvó a Melisa de caerse la semana pasada —dijo Emanuel un poco sorprendido.
—… Sí —contestó Damián mientras su rostro palidecía luego de verme—. ¿Ustedes son parte del consejo estudiantil?
—Sí, mi nombre es Emanuel Gibson, soy el vicepresidente, y ella es Melisa Eisenhide, la presidente.
—Ah… ya veo...
—Oye, ¿tú no serás el chico que quiere entrar al consejo? —preguntó con una sonrisa, pensó que por fin podría librarse de un poco de trabajo.
—¿Eh? Bueno…
—Aunque él quisiera entrar, no importa, no puede hacerlo —aseguré luego de comprobar en su cara que Damián parecía interesado.