Capítulo 44: Quien mejor guarda secretos, parte VII.
¿Dónde está Anabel Miller?
Cuando me desperté, escuché que alguien estaba tocando la puerta de la habitación en la que me encontraba, me froté los ojos, que aún tenían rastros de las lágrimas que había derramado todo el día anterior después de ver el cadáver de Dánae, caminé hasta la puerta, y al abrirla, vi a Dalila parada al otro lado.
—Vamos a desayunar —dijo tanteándome con la mirada.
Miré de reojo la urna llena de cenizas que había sobre la pequeña mesa junto a la cama—. ¿Cómo está Ortega? —pregunté mientras salía de mi habitación y cerraba la puerta.
Ella me sonrió—. ¿Y tú? ¿Ya estás lo suficientemente bien para preguntar por otros?
Me encogí de hombros—. Eso creo.
Me dio unas palmadas en la espalda—. Ortega ya está mejor. Vamos, Alexander y ella nos están esperando.
Caminamos hacia uno de los dos elevadores, y subimos al tercer piso en donde se encontraba el comedor, el cual era tan grande que parecía un restaurante. Pensé que las mesas estarían llenas, pero cuando llegamos, solo había una mesa ocupada por Ale y Katia; Dalila y yo caminamos hacia esa mesa y nos sentamos en las sillas vacías enfrente de ellos. La cocinera, la señora Verónica, salió de la cocina para servirnos el desayuno, y luego de dedicarnos una sonrisa, regresó a la cocina.
—Mi abuelo me dijo que decidiéramos entre nosotros qué hacer con las cenizas de Frayssinet —comentó Dalila.
—Su familia —dije en voz baja con tono culpable—… ellos no saben lo que pasó con ella, para ellos, Dánae desapareció después de la escuela, no llegó a dormir a casa y quién sabe dónde estará. ¿No sería correcto contarles a ellos lo que sucedió y que ellos decidan qué hacer con las cenizas?
—Es cierto que eso sería lo correcto, pero…
—Pero, ¿cómo se los vamos a explicar? —preguntó Ale.
Dalila asintió—. No podemos contarles las circunstancias bajo las que murió Frayssinet, en primera, porque no hay garantía de que nos crean, y el dolor podría hacer que se pusieran en nuestra contra y nos acusaran a nosotros de su muerte, segunda, cualquiera que tenga información sobre nosotros, está en peligro.
—¿Y si Dalila les borra la memoria? —sugirió Katia en voz baja—. Así como borró la existencia de Alexander, el vicepresidente y mía, ¿no podría borrar la de Dánae?
—De hecho, esa es la mejor opción —concordó Ale—. Su familia no sufriría por la pérdida de Frayssinet, y tampoco tendríamos que decirles nada sobre nosotros.
—Uhm… no me gusta mucho la idea —confesé—, pero… entiendo que es la mejor opción.
—Así que volvemos a lo mismo, ¿qué hacemos con las cenizas?
—Podríamos enterrarlas en el patio y plantar un árbol encima —propuse—, a ella le gustaban los árboles, una vez me dijo que se sentía segura cuando se trepaba a ellos.
—Sentía que ahí arriba estaba a salvo de cualquier peligro —completó Katia con una sonrisa—. Estoy de acuerdo.
Dalila y Alexander intercambiaron una mirada y luego asintieron para mostrar su acuerdo.
Unas horas más tarde, todos salimos al jardín vestidos con ropas negras, y vacié las cenizas de Dánae en un agujero que Ale y Paris me habían ayudado a cavar, luego coloqué un pequeño árbol y puse un poco de tierra, con ayuda de una pala, hasta taparle las raíces. Uno por uno, dejó una flor junto al pequeño árbol mientras decía algunas palabras, y cuando llegó el turno de Katia, no pudo evitar que sus palabras se le atoraran entre lágrimas, provocando que yo también me soltara a llorar.
Más tarde, cuando terminamos de cenar, aunque lo único que quería hacer en ese momento era encerrarme en mi habitación a llorar de nuevo, entendí que necesitaba hacer mi esfuerzo por seguir adelante, así que fui con todos y nos reunimos en la sala de juntas en el 5to piso, en donde nos acomodamos cada uno en una silla para exponer toda la información que teníamos sobre los sucesos ocurridos el día anterior.
—Creo que primero deberíamos de discutir lo que pasó cuando Dalila y compañía fueron a Adelfi en busca de Andrés Halffter —propuso el abuelo de Dalila.
—¿Por qué fueron a buscarlo? —pregunté.
—Porque no habían podido contactarlo —respondió Ale—. ¿Recuerdas que te conté que Andrés iba a tratar de obtener información de Nael Halffter? Fue luego de que la pequeña Katia y yo averiguáramos que trabaja para el papá de Dalila, no pudimos contactarlo desde entonces, por eso lo fuimos a buscar.
—Y por lo que parece, no lo encontraron —dijo Emily con una falsa calma.
—No…
Dalila, Ale, Katia, Paris y Hannia se reunieron a las afueras de Kleidi para ir todos juntos en el auto de Paris a la ciudad Adelfi, luego de que Dalila le indicara a Paris el lugar en el que se encontraba la gran mansión en la que los señores Halffter y Andrés se habían mudado poco después de que Andrés comenzara la preparatoria, dejando atrás la casa en Vátrachos que Andrés compartió alguna vez con su hermana y padre, Paris estacionó el auto una cuadra antes de llegar a la casa.
Ale y Katia salieron del auto, y luego de que Katia se subiera a la espalda de Ale, ambos desaparecieron con el poder de Katia, entonces Ale usó su telequinesis para elevarse en el aire y así investigar si era seguro que los demás se acercaran a la mansión Halffter. Regresaron 20 minutos después, entraron al auto de Paris y el desconcierto se reflejó en sus caras.