Ojos Color Violeta.

Cap. 123: Me devolvió mis recuerdos.

Capítulo 123: Quien heredó los ojos violetas, parte LIII.

Me devolvió los recuerdos

Vi a Damián detenerse enfrente de mí, encorvarse hacia delante e intentar recuperar el aliento para poder hablarme, tenía el rostro rojo de tanto correr, y cuando se pasó la manga de su camisa por la frente para limpiarse el sudor, mi pecho dio un brinco en el momento en que me miró a los ojos con una sonrisa, y sentí una calidez que no había sentido desde hacía 5 años.

—Vi a Ortega en la cafetería donde trabajo —me explicó mientras se sentaba a mi lado y dejaba caer su cabeza hacia atrás—, así que supuse que tú estarías de vuelta también. —Soltó una pequeña risa—. Ni siquiera ha terminado mi turno, pero aventé todo y salí corriendo para ir a buscarte, y aunque no tenía ni idea de dónde estabas, estaba seguro de que iba a encontrarte, y mira —, giró su cabeza hacia mí y volvió a sonreírme, con igual o más dulzura que antes—, te encontré.

Desvié la mirada con vergüenza, y muy probablemente con el rostro sonrojado—. Bien hecho, supongo.

Él se soltó a reír y luego dejó caer su cabeza en mi hombro, lo que logró ponerme nerviosa—. ¿Me extrañaste?

Hice una mueca—. Oh, vamos, ¿qué demonios te pasa? ¿Has perdido todo sentido de la vergüenza?

—Es que yo sí te extrañé —admitió en voz baja, y con un tono levemente triste—. Dalila, quiero que me cuentes todo sobre lo que hiciste los últimos 5 años, incluso si dudas porque la verdad parece imposible, yo te voy a creer… a cambio, yo te contaré algo sobre Melisa.

Arqueé una ceja—. ¿Qué puedes saber tú sobre ella?

­—Voy a ayudarte a empezar: Yo sé que no me llevaste contigo porque no querías que yo arriesgara mi vida, tú me amabas, así que habría sido un golpe muy duro perderme.

—¿Tienes que decirlo de esa forma? —cuestioné azorada.

—Pero te llevaste contigo a Emanuel, tu mejor amigo, a quien supongo también temías perder —, arrugó las cejas mientras chasqueaba la lengua—, eso significa que Emanuel es más confiable que yo, lo cual es un duro golpe para mí, pero por si eso fuera poco, no solo no confiaste en mí y me dejaste atrás, me borraste la memoria para librarte por completo de mí. Estoy muy molesto por eso. Así que, creo que lo mínimo que puedes hacer por mí, es contarme qué estuviste haciendo mientras vivías bajo el mismo techo que Emanuel y tu adorado Leo.

Tragué saliva—. ¿Lo siento? Espera —, me separé de él para verlo a los ojos—, ¿cómo sabes eso?

—Me lo dijo Melisa —, puso una mano enfrente de mi cara para interrumpir la ola de preguntas que vio que yo estaba por hacerle—, primero cuéntame tú lo que quiero saber, y luego lo haré yo, ¿bien? Ah, espera —, sacó su celular cuando lo escuchó sonar y su rostro palideció al ver la pantalla—, rayos… es mi jefa, seguro me va matar cuando regrese. —Sacó un plumón de su bolsillo y, luego de tomar mi brazo, escribió su número de teléfono en él—. Llámame en la noche, necesitamos terminar esta conversación, y también ve a verme a la cafetería San Francisco un día de estos, luego de graduarme del Instituto de Gastronomía y Repostería, terminé trabajando ahí a tiempo completo, y no es por nada, pero soy muy bueno en lo que hago, y para tu suerte, me especializo en postres con sabor a café o que van bien con éste.

Sentí mi boca llenarse de saliva.

Él guardó su plumón, se puso de pie y se inclinó hacia mí para besarme la mejilla—. Te estaré esperando.

Me toqué la mejilla cuando lo vi alejarse, con el rostro sonrojado hasta las orejas, y sonreí cuando bajé la cabeza y miré su número de teléfono escrito en mi brazo. Regresé a mi departamento después de mandarle un mensaje a Emanuel, para reclamarle por dejarme sola cuando yo no estaba mentalmente preparada para volver a ver a Damián, sin embargo no la pasé mal, así que tampoco es como si me hubiera enojado mucho.

Cuando llegué al departamento, escuché pasos corriendo tan pronto abrí la puerta, y luego vi a Cristián saltar sobre mí para abrazarme, lo cual casi provocó que nos cayéramos al suelo si no es porque me alcancé a agarrar de la pared.

—¿Qué haces aquí? —pregunté mientras lo empujaba para sacármelo de encima.

—¿Puedes regresar a vivir a la mansión Eisenhide? —pidió como un niño rogaría por un dulce. Se separó de mí, estiró su brazo para cerrar la puerta y luego me tomó de los hombros para masajearlos mientras yo caminaba hacia el sillón de la sala—. Ignecio contrató un terapeuta para mí… ya sabes, para tratar mi depresión. Es una molestia, pero sé que lo hizo porque está preocupado por mí. La cosa es que Ignecio pensó que me sería problemático ir de Kleidi al C.I. todos los días, por lo que me estaré quedando en la mansión Eisenhide, pero me siento muy solo ahí, así que ven conmigo, ¿sí?

—No dejes que te engañe —me advirtió Aylin mientras me mostraba un mensaje que mi abuelo le había mandado a su celular—, tu abuelo se va a quedar con él, así que no estará solito como quiere hacerte creer.

Cristián mal miró a Aylin y luego chasqueó la lengua.

Haciendo que ella sonriera satisfecha mientras se sentaba al lado de mí en el sillón—. Si te sientes tan solo, ¿por qué no le pides a Emily que te haga compañía?

—¿Y cómo, si ella se encuentra en Adelfi?




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