Capítulo 134: Quien heredó los ojos violetas, parte LXII.
No lo odio
A la mañana siguiente, Emily y yo nos despertamos temprano para desayunar algo antes de dirigirnos con el señor Oliver hacia Vátrachos, una vez terminamos de alistarnos, tomamos nuestras cosas y salimos hacia el elevador para bajar a la recepción en donde el señor Oliver dijo que nos esperaría, solo que omitió el pequeño detalle de que esperaría ahí junto con alguien más, Andrés.
Nunca había visto un rostro que reflejara tanto sus ganas de huir como el que Emily puso esa mañana, aun así, más tarde, mientras el señor Oliver y Andrés fueron por el auto al estacionamiento, Emily me dijo que ella ya había contemplado la posibilidad de que Andrés fuera con nosotras, después de todo, íbamos en camino a devolverle sus recuerdos perdidos a su hermana, solo que ella había mantenido la esperanza de que no fuera el caso.
Durante las casi dos horas de trayecto hasta la casa del señor Rufino Binder, el auto estuvo plagado de uno de los más incómodos silencios que yo había experimentado en mi vida, y aunque el señor Oliver intentó aligerar el ambiente poniendo música y buscando con desesperación iniciar una conversación un par de veces, las cosas no cambiaron demasiado.
Una vez llegamos a nuestro destino, fue Renata quien nos abrió la puerta de la casa y miró con sorpresa a su hermano, era la primera vez que lo veía, y le pareció asombroso lo mucho que los dos se parecían, mientras que él, se emocionó tanto de verla que los ojos se le pusieron llorosos y casi se lanza hacia ella para abrazarla. Cuando entramos a la casa, caminamos detrás de Renata hasta que llegamos a la sala, en donde el señor Rufino se encontraba descansando, y su mirada se clavó en el rostro de Andrés por unos segundos antes de dedicarle una sonrisa burlona al señor Oliver.
—Él también se parece a tu ex esposa, qué suerte que ambos salieron a ella.
—¿Abuelo, me estás diciendo feo? —preguntó el señor Oliver con resentimiento.
El señor Rufino miró el techo como si se hubiese detenido a meditar qué decir, pero al final se limitó a volver a sonreírle a su nieto.
El señor Oliver chasqueó la lengua y se sentó enfurruñado en un sillón.
—Bueno, bueno, haz lo que tengas que hacer —me dijo el señor Rufino con amabilidad—, será bueno que Reni por fin recupere sus recuerdos, ella no la ha pasado bien.
Asentí con la cabeza y di dos pasos hacia mi derecha para que mi mano pudiera alcanzar la cabeza de Renata, entonces pensé en la misma palabra en la que había pensado 8 años atrás cuando ayudé a Esteban a separarla de su familia.
Ella se mantuvo viéndome a los ojos todo el tiempo, algo me hizo pensar vagamente que Renata estaba feliz de verme, entonces recordé que ella creía que era Valentina Eisenhide, la hija adoptiva de Esteban, y que veía a Melisa como una hermana, o eso era lo que ella le había contado al señor Oliver; me pregunté si ella se alegraba de verme porque mi rostro era igual al de Melisa, pero de pronto, su mirada cambió cuando su cabeza fue llenada por todos los momentos que conformaban a aquella niña que era hermana de Andrés, hija del señor Oliver y la señora Luciana, y amiga especial de Alexander.
Renata se giró hacia su hermano con lágrimas en los ojos, y luego también miró a su padre, por fin volvía a comprender lo increíble que era ver a esos dos juntos, porque ella mejor nadie podía entender lo mucho que Andrés extrañó al señor Oliver cuando se separó de la señora Luciana, y también cuánto lo buscó. El deseo más grande de su hermano se había cumplido, y ella estaba ahí para presenciarlo.
—Me alegro tanto, Andrés —, se limpió las lágrimas que rápidamente volvieron a salir y sonrió ampliamente—, ¡encontraste a papá!
Andrés saltó del sillón en el que estaba sentado y corrió para abrazarla—. ¡Lo encontré! ¡Yo lo encontré! —exclamó llorando.
El señor Rufino le dio un codazo al señor Oliver para que fuera con ellos, y aunque al principio parecía un poco tímido por acercarse a sus hijos, se levantó del sillón y, sin decir nada, abrazó a sus dos hijos con una expresión en el rostro que jamás olvidaré, era una expresión que yo nunca había visto, una que reflejaba el inmenso amor que un padre le tenía a sus hijos.
—Quería decir esto después de recuperar mis recuerdos —anunció Renata más tarde mientras estábamos comiendo—, porque no quería que pensaran que cambiaría de idea cuando los recuperara… yo… no voy a regresar a Adelfi, quiero quedarme aquí con papá Rufino.
El señor Rufino se encogió de hombros—. Igual no me queda mucho tiempo de vida, así que tendrán a Reni de regreso muy pronto —, rio ligeramente cuando notó una cara de enfado en ella—, no pongas esa cara, solo estoy diciendo la verdad de un anciano como yo.
—¿Hablas en serio? —preguntó el señor Oliver mientras arqueaba una ceja—. Abuelo, tienes más energía que todos nosotros juntos, das la impresión de que vivirás más tiempo que cualquiera de aquí, así que deja de hablar sobre morirte.
—Cállate, Oli, arruinas mi momento. Por cierto, ¿cuándo vas a ir a Kleidi a visitar a tu novio?
—Probablemente la siguiente semana. Ah —, me miró con vergüenza y luego volvió a girarse hacia su abuelo—, no llames a Esteban así frente a su hija —susurró entre dientes—, por favor. ¿Por qué preguntas?