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Aparecí en lo que a simple vista era una especie de arena de combate tipo coliseo romano pero a menor escala, y eso lo confirmé a penas mis ojos detallaron el lugar.
El inmenso círculo se encontraba rodeado por paredes de madera oscura de más de dos metros de altura, y justo en sima filas y filas de gradas atestadas de personas en su mayoría vestidas con los mismos atuendos negros, lo que provocó un gran impacto en mí, porque esto significaba que todas mis teorías eran inútiles. Esto no era obra de dos personas y mucho menos de una, sino de cientos de ellas.
Mi cuerpo comenzó a girar de forma involuntaria sumida en el trance que me había producido toda esta escena mórbida. Era como estar rodeada de una secta de psicópatas. Observé a medida que iba moviéndome cada detalle. Las paredes de madera estaban completamente llena de marcas de al parecer combates anteriores. La arena que cubría toda la superficie del suelo se encontraba llena de manchas de lo que supe sin ninguna duda era sangre, otorgándole a este escenario un toque más bizarro y escalofriante de lo que ya era.
En frente de mí apareció un enorme cristal polarizado parecido a los que se ven en las salas de interrogación, por lo que no cabía duda que detrás de este se encontraban más personas.
Mis ojos se quedaron fijos en esa dirección como si pudiera ver a través de el, pero en su lugar percibí el reflejo de una chica de 19 años que a simple vista aparentaba tener menos edad, enjaulada en medio de esta gran estructura que la hacía ver más pequeña de lo que era, sosteniendo dos diminutas dagas que en sus manos se veían inofensivas. Al presenciar mi imagen de esa manera un ardor recorrió mis fosas nasales haciendo que mis ojos se cristalizaran de lágrimas, pero no iba a permitir que me vieran derrumbarme de esa manera, así que me tragué toda esa impotencia y la convertí en una ira que me hizo temblar, reflejando en mi cara todo el odio que acumulaba...
Una algarabía de las cientos de personas que me rodeaban me hizo girar y dar la espalda a ese cristal, encontrándome al otro extremo con un hombre que caminaba de un lado a otro como si estuviera a tope de adrenalina o lo hubieran dopado con algo potente. No lo rodeaba ninguna jaula y estaba vestido como yo, unos pantalones de cuero que se ajustaban al cuerpo de un negro brillante y un chaleco sin mangas que dejaba ver unos brazos musculosos sosteniendo en su mano una especie de espada, pero no tan larga como las que estaba acostumbrada a ver en las pelis de guerreros. A esa distancia pude distinguir que me sobrepasaba en altura solo por unos centímetros, lo que podía ser mi única ventaja.
Al ver a ese hombre empuñando su arma de manera firme y amenazante supe que, como ya había asumido, este era mi fin, no había forma de que saliera de una sola pieza de aquí y eso me causaba terror. Esta era una de las muertes que más pavor me daba. No sabía qué hacer, si salir huyendo por toda la arena a penas se abriera la jaula, o rendirme y esperar quieta hasta que me volara la cabeza de un tajo con la esperanza de que no fuera tan doloroso.
Mi mente era un hervidero de pensamientos y ninguno positivo. Miles de escenas se me dibujaron y ninguna favorable, solo tenía una pregunta que se repetía una y otra vez, «¿qué hago?».
«—Concéntrate y dime que ves reflejado en el espejo —una de las tantas escenas que rondaban mi mente se desarrolló de repente.
—Una niñata que a simple vista no puede ni con una mosca —mi padre estaba empeñado en darme clases de defensa personal, cosa que aunque encontraba interesante no me apetecía en lo más mínimo por los horarios que buscaba para sus clasesillas.
—No te enfoques en lo obvio, exterioriza esa imagen, analízala, conoce tus debilidades, fortalezas y las ventajas que puedes sacar con ellas.
—Pues debilidades muchas, demasiadas para mencionarlas todas, y en cuanto a fortalezas solo destaca mi inteligencia —dije de forma burlona.
—Ok, eres inteligente, que harías con esa sola cosa a tu favor, teniendo tantas debilidades y encontrándote acorralada por alguien.
De forma inconsciente me encontré mirándome fijamente en el espejo, detallando y viendo mis posibilidades en la escena que había creado mi mente.
—Una estrategia, toda acción previamente calculada da buenos resultados —digo, a lo que mi padre levanta una ceja sin saber muy bien a lo que me refiero, así que prosigo —Si en una guerra tu estrategia es mejor tienes altas probabilidades de ser el vencedor, en este caso mi fortaleza es mi ingenio e inteligencia, lo que me hace una buena estratega, al ver mi reflejo veo a una niña que a simple vista parece inofensiva, eso mismo ve mi atacante, una presa fácil con la que puede jugar sin miedo a que pueda atacar, y ese es su primer error, confiarse, él no espera que lo ataque, cree que estoy paralizada, muerta de miedo y que puede hacerme lo que quiera, nunca podré con él, por eso se acerca como si tuviera el control de la situación sin detallar nada más que sus ansias, una vez que está lo suficientemente cerca y sin que él se lo espere, saco el spray de pimienta que me dio papá y zasss se lo echo en la cara, eso me da los segundos exactos para escapar, claro que si papá le diera a su hija un arma con suficientes balas sería más fácil y efectivo ante más de un atacante — finalizo con mi explicación dibujando una sonrisa de triunfo.
—Esa es mi pequeña, definitivamente tienes que ser psicóloga como papá, ese papá que jamás le va a dar un arma a su hija —dice alzando los brazos como si acabara de meter el mejor gol de la liga».
Un chasquido en el techo de mi jaula me saca de mis pensamientos y me hace levantar la vista hacia ese punto donde observo que la parte superior sale disparada hacia un costado quedando esa área libre, acto seguido los barrotes que me rodean empiezan a descender dejándome completamente expuesta.
Editado: 27.08.2023