Ola de Amor

Capítulo 7

—¿Es necesario hacer esto? —vuelvo a preguntar a Clara, mientras salimos de los dormitorios.

—¡Lo es, Romy! —responde con mucho entusiasmo—. No tengo que ponerme para esta noche. Sí tan solo me hubieran dicho con anticipación…

La miro de reojo. Nos dirigimos al centro comercial, cerca al campus.

—Pero si tienes un armario lleno —le recuerdo. Ella niega.

—No hay nada nuevo ahí, y no puedo ir con algo repetitivo. —Se me acerca más— Él tiene que ver lo deslumbrante que soy.

Sonrió.

Pasamos la mañana buscando un vestido azul marino de tirante, según dicho por ella, pero termina eligiendo un pantalón corto con cinturón y un top negro de cuello en forma V, o eso entendí a la señorita que la tienda.

—¿Crees que me veré bien? —dice dudosa mirando las bolsas que sujeta.

—Lo harás, no hay duda.

Sus ojos brillan y sus labios se curvan.

—¿En la otra bolsa que llevas? —Clara me lo da.

—Es para ti —Enarco una ceja —. Ni pienses en devolvérmelo. Sé que es de tu gusto, porque no parabas de mirarlo.

—No era necesario… —Siempre tan considerada—. Gracias.

Llego la noche. No dejaba de pensarlo una y otra vez. ¿Fue buena idea aceptar la invitación de Clara? ¿Por qué Lucah cambio de opinión así de repente?

—Solo espero que esto no termine mal… —Me digo a mi misma en susurros, mientras me analizo en frente del espejo.

Llevo puesto un jean básico y la blusa de hombros caídos que Clara me regalo. La parte de mi cuerpo que más me gusta son mis hombros y este atuendo lo resalta muy bien.

Una extraña sensación me presiona el estómago. Un viejo recuerdo se cuela en mi mente.

“Tus hombros son suaves...”

Sonrió con amargura. Aún sigue en mi mente, en mis pensamientos y en cada cosa que hago.

—Qué frustrante.

Termino de recogerme el cabello en una coleta alta cuando escucho el llamado de Clara antes de tocar la puerta.

—¡Vamos! —Me toma de la mano con apuro—. Lucah nos espera abajo. ¡Se hace tarde!

—Espera, con cuidado —me sujeto de su brazo al bajar por las escaleras, temiendo caer.

Lucah nos espera al lado de un auto negro. No es el suyo, eso lo sé porque no tiene uno propio, pero sabe conducir.

—Te dije que te lo prestaría —Clara dice con orgullo acomodándose el cinturón de seguridad. Lucah y yo imitamos su acción.

—Pero solo tenemos cuatro horas antes de devolvérselo —Lucah hace énfasis en el tiempo límite, justo antes de mirarme por el retrovisor y volver a sonreírme.

—Es suficiente con ese tiempo —dice más para ella misma que para nosotros—. ¡Ahora vámonos!

Afueras del local está lleno de gente, esperando su turno para ingresar. Ya siento como me arrepiento de haber acepto venir…

—¿Estás segura que nos van a dejar entrar? —pregunta con duda, mientras se estaciona al frente.

—Con esto sí —Nos muestras tres pulseras fosforescentes—. Pónganselos.

De mi muñeca cuelga una pulsera celeste con el nombre del local. Se la muestro al hombre de la entrada, quién después de confirmar que nuestros pases son verdaderos nos deja pasar.

El ambiente cambia drásticamente de frio a cálido. El olor a perfume inunda mi nariz provocando que la arrugue. No aguanto y me cubro con el antebrazo.

—¿Estás bien?

Asiento calmando la preocupación de Lucah. Nos apresuramos a seguirle el paso a Clara hasta llegar al bar.

—No te alejes mucho, Clara. —La sujeta de los hombros—. Ya hablamos de esto, recuerda.

—Sí, señor —bromea.

—No van a alejarse de mí —Voltea a mirarla—. Lo digo especialmente por ti —le advierte.

—Sí, ya me lo has repetido mil veces —Se cuelga de mi brazo—. ¡Vamos, Romy! Dejemos a esta aguafiestas.

—Clara, hablo en serio. No me hagas que te recuerde lo que paso el semestre pasado…

El rostro de Clara ligeramente se tiñe de rojo bajo la capa de maquillaje.

—Primero debemos encontrar una mesa y asientos libres —Vuelve a mirarla—, lejos del bar.

Una risita se me escapa.

«¡Eres cruel!», refunfuñaba Clara a lo que encontramos, con suerte, una mesa libre. Lo bueno es que estaba cerca de los servicios higiénicos. Ya me urge ir…

—¡Ahora vuelvo!

No logro escuchar lo que dice Lucah por lo rápido que camino hasta los baños. Ya recuerdo por qué me arrepentí de venir aquí. El baño está repleto de chicas “retocándose” frente al gran espejo. El olor a perfume es demasiado.

¿Acaso no se bañan o qué?

—¿Y esa cara, Romy? — Me siento en la silla, intentado aspirar algo de aire limpio. Niego.




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