¿Pero qué carajos estás haciendo? ¿Por qué has salido corriendo en busca de tu sirena? Tu mente te tortura con esas preguntas, has sido un idiota, has dejado en evidencia que algo tienes que ver con esa mujer, ahora los piratas de tu tripulación, a quienes alguna vez llamaste amigos te seguirán hasta encontrar a tú dulce y querida sirena.
Eres idiota y lo sabes bien, sigues herido, y no sabes exactamente para dónde ir, sin embargo, corres cojeando observando el cielo amanecer lentamente, quieres encontrar a tu sirena, escaparte con ella, lejos del mar, lejos de Dione y los piratas, harás lo imposible para que eso se cumpla, la lastimarás, lo sabes, pero, no hay otra opción, si ambos desean estar juntos deben apartarse del mar, nunca más volver a meter una aleta en él.
A lo lejos oyes aquel duce cantar que tanto amas, es una señal, como si ella también te estuviera buscando, te atrae con su voz, tan pacífica y tranquila, indescriptible, ella te seduce, te vuelve loco, amas oírla cantar, amas su voz, y sabe a la perfección que usa aquel método para encontrarte, siempre lo ha hecho, eres débil a ella, a sus encantos. Te hipnotiza, y, como un tonto, acudes a sus encantos.
Pobre e ingenuo marineros has sido para caer en su trampa dos veces, sin embargo, no te arrepientes de nada, no te arrepientes de haberla vuelto a encontrar, de poder apreciar una vez más su bello rostro, lleno de pesar, y, aunque no has sabido cómo reaccionar, de besar sus deliciosos y salados labios por última vez. Te sientes realizado, pero, los sueños que has tenido con ella reavivaron al igual que esos recuerdos, la familia que han querido formar tal vez la formen en esta vida, estarán juntos sin que Dione vuelva a interferir.
O eso te has querido creer, la realidad es otra, una cruel y despiadada, una que los llevará a ambos a la perdición.
La divisas no muy a lo lejos, su cabello rojizo ondea con el viento, observa el mar melancólica, sus preciosos ojos derraman pequeñas lagrimas saladas, incluso triste ella se ve hermosa. Su pesar te duele, te rompe el alma verla así. Decides acercarte a ella lentamente, las olas del mar chocan con violencia contra las rocas de la playa advirtiéndote que no lo hagas, pero, estas tan cegado por el amor que sientes que lo haces igual.
— Coral, hay que irnos.
Susurras con suavidad, la sirena voltea levemente, sus ojos melancólicos se posan sobre ti y asiente levemente.
— Has recordado al fin, sin embargo, Daniel, Dione otra vez se saldrá con la suya.
Murmuró, su voz, su dulce y suave voz te enloquece, ella se ha rendido, ha de aceptar este destino cruel que les depara a ambos, pero tú no, ¡Tú no quieres rendirte! No la volverás a dejar, no quieres hacerlo, te has encaprichado con ella.
— Coral, será mejor que nos vayamos lejos del mar a un lugar donde nadie pueda encontrarnos... Por favor, te imploro que digas que sí.
La idea parece gustarle, su rostro entristecido cambia lentamente, sus carnosos y rojizos labios forman una leve sonrisa, que, al verte a los ojos, se ensancha. Sus ojos jades derraman lágrimas aún pero muestran esperanza, afirma con la cabeza varias veces y toma de tu mano besándola levemente.
Oh, cuanto has extrañado esa bella sonrisa. Te acercas a ella y notas su respiración acelerarse, la sirena cierra sus ojos en cuanto tu rostro se acerca al de ella, el mínimo roce produce un escalofríos en ambos, anhela besarte tanto como tú a ella. Sus labios se juntan, suaves y salados, gentiles como el mar, te aceptan y te devoran al instante, te enriadas entre las olas y te ahogan lentamente, te gusta, te encanta tanto como a ella.
— ¡Daniel apártate de ella! — oyes la orden de tu capitán tras de ti, te separas un poco de la pelirroja pero, aun así, tus manos toman los brazos de ella.
El capitán, quien alguna vez fue tu amigo y mano derecha, ahora está apuntándote con un arma, la misma que has tirado en cuanto saliste corriendo en búsqueda de tu amada sirena. Usas tu cuerpo para protegerla lo más que puedes, ella es pequeña a comparación tuya, si hablas con el capitán tal vez entienda, o eso quieres creer. Él está segado por los encantos de Dione, no le hará caso a nadie más.
— Hermana... ¿Por qué? — pregunta tu amada, su rostro, su bello y maldito rostro cargado de pesar ha vuelto a ella, te duele verla de esa forma, te duele que ella sufra.
Dione niega con la cabeza y le arrebata el arma al marinero, sin embargo, no te apunta a ti, su mirada, su puntería, su enfado y dolor va dirigido a la bella sirena que has querido proteger todo este tiempo, que has amado incondicionalmente.
— Una sirena no puede estar con un humano, reglas son reglas.
Fueron las últimaspalabras de la rubia antes de disparar, antes de que tu mundo vuelva a hacersetrisas frente a tus ojos
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Editado: 28.10.2018