Capitulo diecinueve:
Khalil inspiró profundamente al ser consciente de que Adali se ofrecía como un jugoso pedazo de bistec a él, que era un león enjaulado y hambriento. Ojeó rápidamente los alrededores de su habitación. Sí, podía tomarla allí mismo, en un rapidito.
Una sola mirada a los ojos de la jovencita y su furiosa excitación se enfrió. Ella merecía mucho más que un rapidito.
—Yo… —las ideas juiciosas de su cabeza se arremolinaron dándose de tumbos con su vivida fantasía. El joven, que se jactaba de ser sensato y maduro, parecía ahora un niño tímido que tartamudeaba avergonzado por alguna trastada. —Quiero invitarte a salir, Adali.
Ella lo miró sorprendida y sus hermosos ojos se iluminaron.
—¿Tú, quieres salir conmigo?
—Mereces ser cortejada como una princesa —sonrió con suficiencia. Él podía poner el mundo entero a los pies de su morena, si ella así se lo pedía. —Déjame esforzarme por conseguirte.
—Ya me tienes.
Y ahí iba de nuevo, por el retrete, la intención de comportarse como un caballero con ella. Tuvo que reconocer, desde el fondo de su alma, que Adali era lo que siempre había deseado en una mujer; fuerte como una leona y tenaz por naturaleza. Pero su leoncita tenía un buen corazón y un alma que lo iluminaba. Ella era frágil y temía por todos a los que amaba. El corazón de Khalil se hinchó en medio de su pecho al hacerse consciente de que él era una de esas personas que Adali quería.
—Lo sé, y tu me tienes a mi también —tomó la iniciativa. —Pero quiero hacer algo especial para ti. En realidad, quiero que cada segundo de tu vida a mi lado sea especial —se acercó a ella siendo consciente de que su cuerpo semidesnudo podría causarle reticencia. ¡Bendita fuera Adali! Que en cuanto lo tuvo a su alcance, se lanzó a su encuentro, abrazándolo por la cintura y rastrillando sus uñitas en la zona baja de su espalda. —Esto va a ser difícil si sigues tentándome de esa manera.
La descarada tuvo la desfachatez de reír con coquetería.
—Planeo hacerlo así.
Adali se sentía feliz, tan feliz que pronto cocinaría una perdiz.
—Te quiero, Adali —confesó Khalil sintiéndose en paz y a la misma vez, eufórico al saberse correspondido. —Gracias por salvar mi vida aquella vez. Y mejor aún, gracias por verme cuando no era nada.
Ella levantó su barbilla para mirarlo a los ojos. Su barba de Javier ya no estaba y se vio tentada a acariciar sus mejillas. No importaba que eso la dejara en una posición vulnerable, en donde su cuerpo rozaba todo el de él. Adali se sentía cómoda de tocar a Khalil.
Sonrió.
—¿Quién te dijo que hice eso? —beso su barbilla y él cerró sus ojos disfrutando del contacto. Ella también podía seducirlo y ser encantadora. Ella lo amaba. —Ya sabía yo que eras un jeque importante y que me vería retribuida en algún momento. ¿Por qué crees que te alimenté con los manjares de mi zona? No todo el mundo puede darse el lujo de tener arroz hervido y huevos para comer a diario…. —sus palabras se vieron interrumpidas por los labios del catarí.
Khalil la tomó con su brazo sano y la apretó contra su cuerpo. La joven, más que dispuesta a disfrutar de las caricias de su hombre, se restregó con descaro contra la tersa piel de sus músculos.
Adali debía confesarlo, a ella le encantaba manosear a Khalil y cada vez se mostraba más osada.
Sonrió en medio del beso. Al final, el animalillo en su interior sí era capaz de domesticarse.
Algo blando tocó la parte posterior de sus piernas y antes de darse cuenta, se encontraba tumbada de espaldas en la esponjosa cama del jeque con su cuello siendo atacado sin tregua por besos y mordiscones.
Khalil no se detuvo solo en esa zona esta vez. Su mano, hábil y cooperadora, se encargó de subirle la blusa hasta el cuello dejando al descubierto toda la piel de su torso. Adali reprimió un jadeo al sentir que se llevaba también su sostén deportivo.
Escuchó que él se relamía y decía cosas que en otra ocasión le hubiesen volado los colores, pero ahora, era como música para sus oídos y un bálsamo para su alma. Ella le gustaba a su hombre. Toda ella.
Con el pasar de los años, siempre se sintió algo insegura respecto a su color de piel y sus características. No importaba la zona en la que se encontrara; ella siempre era “la india bonita”. Todos le decían que su belleza era exótica y que los mejores genes de su raza se preservaban en sus rasgos. Sin embargo, al compararse con los libros que leía y estudiaba, se daba cuenta de que su cuerpo era completamente distinto al de las mujeres allí descriptas.
Empezando por su busto; Adali tenía pechos llenos y frugales, ambos pasaban la zona de su pectoral y a veces los sentía caídos. Nada parecido a las descripciones de pechos firmes y tonificados. ¡Gracias al cielo que los sostenes existían! Sus pezones tampoco eran el típico rosa y en punta, más bien eran generosos y oscuros…
Pero a Khalil le gustaban.
Él tomó su pecho entre sus manos y antes de que Adali fuese consciente de lo bien que se sentiría, Khalil lamió la punta.
Ella jadeó sintiendo como el calor se expandía desde su nuca hasta la planta de sus pies.
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Editado: 07.01.2021