Olvidarte seria olvidarme /yueliang

Capítulo XXXIII

Capítulo XXXIII

"Principiantes"

Narra la autora.

Día siguiente.

La vida de Keng, con respecto a los entrenamientos, es la mejor que etiqueta hasta ahora. Kamba no lo obliga a comer comida mala para los músculos ni la salud, le permite desvíos a su nueva dieta, le enseña a andar con armas en sus tiempos libres, a ser más sigiloso y, sobre todo, lo escucha hablar por horas. Aunque sabe que muy pocas veces son las que le hace caso, pero le permite andar con él todo el tiempo. De aquí para allá, de allá para acá. Incluso lo incluye en sus tareas diarias. Está feliz. Muy feliz.

— Señoritas —habla el agente antes mencionado, poniendo en formación a todos los masculinos presentes en la sala. Hace un ademán de volver a hablar cuando la puerta se abre y tres niñas entran corriendo a gran velocidad hasta incorporarse en las filas.

Lucy viene detrás de ellas: Mitsuki, Rebecca y Riley, una niña igual de rubia que las hermanas Miller y pálida como la piel de Keng. Contemporánea con las otras dos. "Bunguee" le dicen.

Con mucha seguridad en sus pasos, saludan a Kamba de manera muy militar y él las sigue.

— ¡Buenos días, señor! —dicen al unísono con voz fuerte.

— Así quiero que hablen —las señala, en llamado de atención al resto de los presentes. Vuelve a su forma erecta, manos enlazadas por la espalda baja y una mirada severa—. Drake, firme —dice en advertencia—. Bien, señoritas. Como decía, este es otro día más en el cual serán forjados por la senda del dolor. Y yo tengo la fortuna de ser su instructor.

La seriedad y satisfacción en su semblante hace temblar un poco a Martin, al lado de Keng, pero no va más allá de que todos tengan su vista fija en algún punto de la pared, detrás de Kamba.

Suena un silbato por todo el espacio en silencio y, en segundos, ya hay más de media fila corriendo en pisadas de una línea blanca.

— ¡Rápido, rápido! ¿Qué no comieron ayer? ¡MUEVAN ESAS PIERNAS! —corre al lado de ellos como si fuera ir caminando—. Un, dos. Un, dos. Un, dos....

Martin deja su lengua un poco afuera, Keng lo hala por los hombros y N' bamba le ayuda dándole unos empujones por la espalda. Este es un moreno que se muestra muy precavido, pero demasiado curioso como para detenerse cuando debe. Le dicen "Shalashaka".

Detrás, a unos cuantos marines con zancadas cortas, pero con firmeza en sus músculos, corren Drake, el otro mulato de cabello rasurado. Solía ser el líder de un grupo de niños que asaltaban las calles de Detroit. Su picardía y mañas lo acompañan con el sobrenombre "revolver". A su lado viene Rick, "mamba", de cuatro años con piel bronceada y cabellos marrones como sus ojos. Parece ser el más relajada, desprende mucha alegría con su vida de trotes suaves.

— ¡Drake! —la voz de Kamba resuena sobre los hombros de todos— ¡Diez flexiones por detenerte!

El chico lamenta su vida y corre al centro, cumpliendo orden. Por otro lado, a toda marcha, Richard "Ghost" pasa a Rick y Shalashaka. Activa turbo y llega a los costados de Keng, intenta empujarlo, pero esto por sus reflejos esquiva el codazo y Ghost cae al suelo revolcado.

— ¡Richard! ¡Quince flexiones!

Sale rápido se las filas, a gateo, antes de ser aplastado por los otros que parecen estampida.

— Pero...

— ¡Dieciocho y veinte abdominales!

Gira sus ojos a todo lo que dan y cumple orden. La sonrisa en el rostro de Keng solo se agranda de oreja a oreja y se coloca de primero en la fila. Haciendo ejercicios de respiración para evitar su falta de aire.

— ¡Baja más, Drake! —coloca la suela de su bota negra en la espalda del niño. El mulato parece sudar gotas del gordo de la punta de sus cordones—. ¡Más rápido, señoritas! ¿Así piensan defender el mundo? ¡Quiero ver vuestro potencial aquí!

Los pensamientos de Keng viajan. Analiza toda su anatomía y siente cada músculo que emplea en movimiento. Recuerda las palabras que le dijo días atrás: "mi trabajo se basa en que, mientras más me odien, mejor será el entrenamiento y, por ende, mejor rendimiento". También recuerda haberle dicho que, si le hace sentir frustrado, solo se ganaría una patada en el culo; pero Kamba no pareció darles importancia a sus palabras. Aunque admite la admirable profesionalidad que carga.

Casi tropieza en media fila, pero continúa sin parar.

Antes de entrar cada día, claro porque el pequeño lo persigue a todos lados, le recalca en pensamientos que, de la puerta para afuera, son amigos y, de la puerta para adentro, son entrenador y aprendiz. Por lo que no tendrá compasión en que caiga de culo para que aprenda mejor.

El castaño siempre le sonríe y dice que se relaje, pero no puede negar que cada día esas palabras están más grabadas en sus neuronas. Luego pasan a los siguientes ejercicios, a la práctica de combate y algo de leyes siendo recitadas por Kamba.

En camino a decirle a su entrenador que necesita tomar agua, Keng se encuentra un walkie-talkie tirado en el suelo y abre sus ojos a gran dimensión cuando recapacita que casi lo pisa.

— ¡Oh, boqui toqui onli loqui! —dice en ráfaga, exaltado en adrenalina.

El resto de bocas en el salón sonríen y los más pequeños que se basan en Drake, Riley, Rick, N' bamba, Richard, Rebecca, Mitsuki y Martin resaltan sus risas en el eco.

— "Boqui toqui onli loqui" —repiten los pequeños en aires de burla.

Pero Keng les sigue la risa y da unos pasos al frente. Señalando a cada uno con una palabra que dice en ráfaga, nuevamente.

— Pendejos torpes muertos acabarán.

— Tiemblo con tus palabras... —exagera Richard en voz aguda.

— ¿Quieren hacer un picnic ya de paso? —escuchan decir a Kamba—. ¿Quién dio descanso por aquí? ¡Andando!

Y todos vuelven a sus asuntos. El sudor hace brillar sus pieles de distintos colores, las paletas de color resaltan en todos lados y mientras más se muevan a los ojos de Kamba, mejor.

Vuelven a correr en filas y esta vez el príncipe no puede disimular su cara de molestia. Puede hacer de todo, cuenta con las habilidades sobrenaturales que tiene de manera natal. Pero correr.... correr se le ha vuelto algo difícil desde que le colocaron pesos en sus tobilleras para que no tropezara o se cayera por sus propios traspiés. Kamba no acaba de entender cómo si es tan torpe, puede ser sigiloso a cualquier hora. Es algo contradictorio.




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