Olvídate del Pasado

✨Capítulo 16✨

Sin decirme nada, me enrosco con sus brazos apretándome contra él, su cabeza se encontraba cerca de mi cuello, podía sentir su respiración agitada sobre mi cuello, mientras seguía llorando.  

Mi tía decía que a veces la gente que parecía ser mala, es la que más necesitaba desplomarse en un abrazo, gente que necesitaba ser recibida al desplomarse, solo necesitaban dejar de ser juzgadas y ser más escuchadas. Cuando todos me decían que Ares era alguien malo, algo de mi les creía, pero una pequeña parte de mi sabía que la vida a veces golpea tan fuerte que se lleva hasta al antiguo tú con ella, y no cabe duda que no puedes hacer nada para detener el proceso de cambiar obligatoriamente. Después de todo yo si lo entendía, si teníamos algo en común quizás, y lo que más me chocaba de su personalidad era que aunque intentara ser malo, el no lo era, en el fondo solo era un niño asustado. Estaba muy dolido, sin conocerlo podía sentir su corazón hacerse mierda con esa noticia.

Intenté buscar palabras adecuadas para poder consolarle, pero ¿qué iba a decirle a una persona que acaba de enterarse que vivió al lado de una persona tan horrenda como su padre? si ni si quiera yo sabía que decirme a mi misma en esas noches en las que no podía más. Dicen que si no tienes nada mejor que decir, es mejor solo callar, solo estar ahí, y eso pretendía en este momento, porque realmente también me había chocado esto.

—Ven conmigo a casa. —Ordenó Ares sacándome de mis pensamientos, su voz retumbo en mis pensamientos, era algo gruesa y afónica. — Ares, ¿estás seguro de eso? —Pregunté mirando sus ojos hinchados de tanto llorar, observando algo en el suelo de la carretera, el asintió levemente.

Tome las llaves de las motos, me acomode como piloto, a lo que el moreno solo se corrió, dándome el lugar. Encendí la moto y a través de las indicaciones del tatuado llegamos a su casa. Mire el lugar unos segundos, mientras me sacaba el casco.

La casa era algo victoriana, parecía de los años de 80', tenía una gran reja en la entrada, arbustos y muchas plantas en el patio de la casa. —Loreline, abre la puerta soy yo. —Llamó mi atención Ares, quien estaba hablando mediante un panel que estaba en el pilar de la entrada, con varios botones y un pequeño micrófono en el. Simplemente me había quedado anonada, era una casa que parecía ser antigua, pero muy moderna en cuanto a la seguridad.

Pero lo que más me rondaba en mi cabeza era ¿quién lo esperaba a las tres o cuatro de la madrugada? — Las puertas se abrirán en cinco, Loreline estaba dormida ya. —Mencionó él, tomando su moto y subiéndose en ella. — Sube. —Ordenó señalándome la puerta que se abría con su mentón. Sin pensarlo me subí a su moto, él arranco, entrando por un camino de piedra, con miles de plantas y árboles alrededor, las flores le daban un toque de color hermoso a la casa. Él se detuvo en lo que parecía ser un garaje enorme, con un auto en una esquina tapado con una manta, lo que no se lograba ver ni la marca ni el color. —¿Es el auto de Cassiel? —Pregunté viendo acomodar su moto. Aáron se detuvo unos segundos para visualizar el auto y se quedo unos segundos anonado mirándolo. —No, ese auto es mío, es un Chevrolet viejo, le faltan algunos arreglos, vamos dentro. —Comentó caminando hacía una puerta de madera oscura abriéndola para que yo pase.

Caminé dentro de la casa, mirando cada cosa que había dentro, es que realmente estaba fascinada con cada detalle, era hermoso, la casa por fuera en su mayoría era de un material blanco y madera, dentro era mármol blanco, negro y detalles rojos, era una casa hermosa, espaciosa, los muebles eran fieles a los detalles del exterior de la casa pero una madera algo más clara. Lo primero que vi, fueron muchos, demasiados sillones color negro, frente a mi. —Es la sala de estar, para los amigos, ya sabes. —Comentó él moreno mostrándome una mesa con rueditas en la punta de sus patas, era una mesa de madera maciza, color clara, con muchos licores encima, y vasos. —Aunque aquí hace ya mucho que no viene nadie. —Susurró Ares abriendo la puerta a la derecha.

Caminando detrás de él, divisé que la casa estaba llena de pasillos y muchas puertas, sin embargo no había ningún cuadro familiar en ella. — ¿Quieres comer algo? —Preguntó Ares susurrando sin detenerse. — ¿Tengo opción? —Pregunté sabiendo que de todos modos él iba a llevarme a comer. — Si de hecho, hoy hice compras, la heladera estaba vacía, hace mucho no hay gente por aquí. —Mencionó él haciendo referencia a la comida. Negué ante su malentendido.

Entramos a una gran cocina de madera negra y mármol blanco, estaba todo tan limpió que te daba miedo entrar en la habitación y ensuciar algo en ella. En la barra que se encontraba en medio de la habitación, estaba sentada una señora con un café en sus delicadas pero arrugadas manos, ella tenía ojeras, su pelo era color negro carbón, corto, tenía grandes ojeras, sus ojos eran celestes y enormes, vestía muy elegante para la hora y en sus ojos poseía unos lentes para leer el diario que poseía en su mano derecha. La mujer se me hacía muy familiar, como si la conociera o como si se pareciera a alguien familiar. Ella quito su mirada del diario para posarlas sobre mí, sus ojos se volvieron brillosos y comenzó a sollozar. Mire a Ares que reía y se acercó a ella abrazándola.




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