LUKE
El frio de la noche me golpeó sin piedad. El viento arrastró consigo varias hojas mientras yo solo veía con dirección a la profundidad del bosque.
No tenía frío pero si un sentimiento de preocupación que no me dejaba dormir.
Di la última calada al cigarro en mis manos y boté la colilla aún lado mientras caminaba con dirección al bosque.
Había velado varias noches el sueño de mi Eleonor pero hoy me sentía especialmente intranquilo.
Había guardado calma varios días, pero no podía controlar siempre a mi lobo. Mucho menos cuando veía a Eleonor a un lado de Derek.
Mis sentidos se agudizaron y empecé a correr mientras sentía que en cada paso, la rabia se apoderaba de mi. Mi corazón latió con fuerza y sin preverlo, mi lobo salió y siguió corriendo.
No podía permitir que nadie me viera así. Se suponía que yo no podía transformarme.
Seguí corriendo, rápido, dejando que mi lobo descargara todo el mal humor que tenía acumulado, mis patas golpeaban el suelo con fuerza, mi respiración era agitada.
A medida que avanzaba, mi mente se llenaba de pensamientos sobre Eleonor y Derek. La rabia y la frustración se entremezclaban, creando un torbellino de emociones que solo se intensificaba con el esfuerzo físico. No podía soportar la idea de Eleonor atrapada en un destino que no había elegido, y menos aún al lado de alguien como Derek.
Si tan solo hubiera aclarado las cosas desde un principio...
Mi lobo movió la cabeza con brusquedad, intentado alejar los pensamientos de Eleonor junto a Derek.
La luna llena iluminaba el bosque, y en su luz plateada, todo parecía más claro y más sombrío a la vez. No había espacio para errores. Tenía que encontrar una solución, proteger a Eleonor y, al mismo tiempo, mantener mi secreto a salvo.
Mientras corría, mi lobo notó algo. Me detuve en seco, mis ojos rastreando el suelo. Huellas. Huellas frescas que marcaban el camino.
Hacía tiempo que había notado estas huellas en los alrededores. Eran de lobos. Pero no podía descifrar exactamente a quién pertenecían. Aparecían casi cada noche, como un recordatorio constante de una presencia vigilante y amenazadora. Las había seguido antes, pero siempre se desvanecían en algún punto, dejándome frustrado y sin respuestas.
Esta noche, sin embargo, quería encontrar alguna otra pista, algún indicio que me dijera de que se trataba todo esto y si tenía que preocuparme lo suficiente como para alertar al Alpha.
El Alpha...
Mi corazón se apretó cuando recordé a Eleonor salir de su oficina. Se veía tan mal y triste que tuve que reunir de toda mi fuerza de voluntad para no entrar y golpear a Leonard.
Cada vez que pensaba en lo que ella estaba pasando por culpa de él, sentía que el control sobre mi lobo se desvanecía. No podía seguir permitiendo que esto ocurriera.
Mi lobo continuó siguiendo el rastro de las huellas. Estábamos en los límites de la manada, y desde aquí, el bosque parecía más oscuro y espeso. A medida que avanzaba, el olor de repente se intensificó y, por instinto, mi lobo levantó las orejas buscando algún ruido que pronto llegó.
Una ramita rompiéndose, indicando una pisada, acompañado de un olor diferente.
Aceleré el paso, mis patas golpeando el suelo con fuerza. Estaba cerca, lo podía sentir.
Entonces la vi. Una loba de pelaje grisáceo se movía con sigilo entre los árboles. Su presencia era cautelosa, como si supiera que estaba siendo observada. Sin perder tiempo, me lancé hacia ella, usando toda la velocidad y fuerza que mi forma de lobo me proporcionaba.
La loba intentó escapar, pero no era rival para mí. En pocos segundos, la tenía acorralada contra un árbol. Sus ojos brillaban con una mezcla de miedo y desafío, y algo en su mirada me hizo pensar que ella sabía más de lo que dejaba ver.
Ella lanzó un gruñido bajo, mostrando los colmillos en un intento de intimidación. No me dejé amedrentar y me abalancé sobre ella, golpeándola con el hombro para desestabilizarla. La loba respondió con rapidez, mordiendo mi pata delantera con fuerza. Sentí el dolor agudo, pero lo ignoré, concentrándome en someterla.
Rodamos por el suelo, envueltos en un forcejeo feroz. Nuestros cuerpos chocaron contra las raíces y las piedras, gruñidos llenando el aire nocturno. Mis garras se hundieron en su costado, y ella aulló de dolor, pero no se rindió. Su tenacidad solo alimentó mi determinación.
Logré colocarme sobre ella, usando mi peso para inmovilizarla. La loba se revolvía, sus ojos llenos de odio y miedo. Mordió mi hombro, y sentí la sangre brotar, pero no me solté. Con un último esfuerzo, la presioné contra el suelo, mi mandíbula rodeando su cuello en una amenaza silenciosa.
Ella finalmente se detuvo, respirando con dificultad. Su resistencia disminuyó, y pude sentir que entendía que no tenía escapatoria. Sus ojos seguían brillando con ese mismo desafío, pero ahora había un matiz de resignación. Cerró los ojos y la vi transformarse en humana, por lo qué, con tranquilidad, pude hacer lo mismo, pero manteniendo mi presión sobre ella.
La levanté con brusquedad y la atrapé contra un árbol.
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Editado: 18.09.2024