Omega

Capítulo 14 |Discusión|

—¿Te gusta el café, Eleonor? —preguntó Sicilia mientras le hacía una seña a una mujer que inmediatamente se acercó a mí, lista para servirme.

El ambiente se sentía tan tenso que podría cortarse fácilmente con un cuchillo.

En la mesa, estábamos Sicilia, Thomas, Derek y yo, junto a varios guardias que venían de nuestra parte, otros tantos de parte de la Manada del Sol y personas que ayudaban en el servicio.

Carraspeé, asintiendo en voz baja y empujé un poco mi taza para que me sirvieran café. La mujer se acercó a mi con una sonrisa profesional mientras vertía el líquido oscuro en la taza; sus movimientos fueron precisos y silenciosos. Me percaté, mientras daba un sorbo al café, de que Sicilia no apartaba la vista de mí; sus ojos oscuros me evaluaban, buscando y analizando cada uno de mis movimientos.

Thomas estaba sentado junto a su esposa, frente a nosotros. Mantenía una expresión neutral, aunque sus ojos observaban atentamente cada interacción, como si estuviera evaluando las palabras antes de que fueran pronunciadas. Derek, a mi izquierda, parecía absorto en su desayuno, pero no podía ocultar su tensión: sus dedos tamborileaban inquietos sobre la mesa.

Traté de esconderme en mi taza de café, di sorbos largos y tragos igual de largos, pero nada funcionaba. Nadie hablaba.

—Creo que es momento de abordar el motivo principal de nuestra reunión —Sicilia finalmente rompió el silencio, con una voz suave pero firme.

—Podemos hablarlo con más tranquilidad a solas, Thomas —dijo Derek, dirigiéndose al Alpha.

—Cualquier cosa que incluya a mi manada se puede hablar aquí, conmigo presente —respondió Sicilia.

—Bueno, mi padre me envió a ustedes por un asunto delicado que, insisto, es mejor hablar en privado —insistió Derek.

La tensión en la sala crecía con cada segundo que pasaba en silencio. Sicilia, sin apartar la mirada de mí, se acomodó en su silla con una elegancia que solo acentuaba su autoridad. Los movimientos de sus manos eran suaves pero calculados, como si cualquier gesto pudiera desatar una tormenta. Finalmente, sus ojos se dirigieron hacia Derek, y pude ver en su expresión que no cedería tan fácilmente.

—Mi querido Derek, entiendo tu preocupación —respondió Sicilia con un tono que mezclaba cortesía y autoridad—, pero debes comprender que la seguridad de mi manada es mi prioridad. No hay secretos entre nosotros cuando se trata de su bienestar, además, qué mejor que hablarlo aquí, con tu prometida también presente. Las mujeres también jugamos un papel muy importante en estas decisiones.

Derek apretó los labios, claramente incómodo con la situación. Sus ojos buscaron a Thomas, esperando quizás un aliado en este conflicto de voluntades, pero el Alpha permaneció en silencio, su expresión impenetrable.

—Sicilia tiene razón, Derek —intervino Thomas finalmente, con su voz resonando con la firmeza de un líder—. Si lo que vienes a decirnos afecta a cualquiera de los nuestros, es mejor que todos lo escuchen.

Sentí que el aire se hacía más denso. Mi mirada se desvió hacia la ventana, donde los primeros rayos del sol empezaban a iluminar el jardín. Pensé en cómo la paz de ese paisaje contrastaba con la tensión que se vivía en esta mesa. Mis pensamientos fueron interrumpidos por la mano de Derek, que se posó sobre la mía de manera protectora, un gesto que no pasó desapercibido por Sicilia.

—Está bien, hablaremos aquí —concedió Derek suspirando y retirando su mano de la mía con una rapidez que sugería que ya se arrepentía del contacto—. Mi padre ha recibido informes inquietantes sobre movimientos inusuales cerca de nuestros territorios. Se teme que haya quienes quieran desestabilizar las alianzas que tanto nos ha costado construir.

—¿Y qué sugieres que hagamos? —preguntó el Alpha, y todos los ojos se posaron ahora en él—. Hasta ahora nosotros hemos estado en paz.

—Bueno, mi padre sugiere...

—El Alpha Leonard no está aquí, Derek. ¿Qué sugieres tú? —interrumpió Sicilia.

Derek carraspeó, claramente incómodo por la toma de poder que había entre ambos.

Le di otro sorbo a mi café, como si eso lograra esconderme de la lucha que se estaba desatando en la mesa. Sin embargo, todo lo que yo hiciera era completamente en vano.

—Sugiero que reforcemos nuestras defensas, quizás con patrullas conjuntas, estableciendo puntos de vigilancia adicionales en las fronteras. Así, todos estaremos más seguros.

Hubo un silencio prolongado mientras Sicilia y Thomas intercambiaban miradas cargadas de un significado que yo desconocía.

—¿Qué opinas tú, Eleonor? —Sicilia se dirigió esta vez a mí, mirándome con atención, justo como lo había hecho toda la mañana.

Su pregunta me tomó por sorpresa.

—El bienestar de nuestras manadas es primordial —comencé hablando a ciegas. La situación me era complicada porque Derek no había platicado nada conmigo, sin embargo, me apoyé en mi reciente ataque—. Hace unos días, mientras estábamos de visita en la manada del Río, tres invasores me atacaron.

El Alpha y la Luna me prestaban total atención. Además, sentí que Derek puso su mano en una de mis piernas, por debajo de la mesa, y me dio un ligero apretón que sinceramente no supe cómo interpretar, así que yo continué.

—Estábamos de cacería y estos lobos irrumpieron. Esto no solo fue un ataque a mi persona o a mi manada, sino también a todos nosotros. —Respiré, tomando una pequeña pausa y seguí—. No se trataba de una disputa de territorio o un simple ataque incidental; quiero que comprendan que así como ellos irrumpieron sin más en la manada del Río, lo pueden hacer en esta manada y en otras. Ellos desafían nuestras reglas, no respetan nuestra vida o nuestras leyes. Mucho menos lo harán con la paz que nuestras alianzas han logrado mantener.

Sicilia me sonrió satisfecha y Thomas asintió con aprobación.

—Eres más sabia de lo que aparentas, Eleonor —dijo ella, suavizando un poco su postura—. Quizás deberíamos escucharte más a menudo, me gusta que seas sincera.




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