Tragué saliva con dificultad, sintiendo cómo cada respiración se volvía un desafío. Al instante, Derek se acercó a mí, su presencia fue tan invasiva como siempre, y posó una mano en mi vientre, ejerciendo una leve presión que me hizo contener el aliento. Esta vez no pidió permiso para tocarme, como hasta ahora lo había hecho, y el estómago se me revolvió de decepción.
El gesto no pasó desapercibido. Pude ver en los rostros de la multitud cómo sus expresiones cambiaban, como si el simple hecho de que su "futura Luna" fuera tocada de esa manera los llenara de ternura y esperanza. Sus ojos brillaban con admiración, incluso con una extraña y retorcida envidia. Ellos veían una historia de amor, un cuento perfecto de poder y unión.
Pero yo solo sentía náuseas.
Esa misma gente, la que ahora nos observaba con fascinación, se había aliado al Alpha Leonard por ambición. No les importaba el costo, no veían más allá de sus propios deseos de expansión, de poder. Sus corazones estaban corrompidos por la promesa de tierras y victorias. No les importaba la guerra que desatarían, ni las miles de vidas inocentes que se perderían en el proceso. Todo se reducía a un juego para ellos.
La multitud aplaudió de nuevo, rompiendo mi trance. Me obligué a devolver una sonrisa vacía, sabiendo que todo esto no era más que una fachada.
Bajé casi tambaleándome del escenario improvisado en el que estaba y, al instante, un montón de gente se acercó a mí, y poco a poco me fueron separando de Derek, mientras el mar de gente me ahogaba con preguntas.
"¿Es cierto que ya están planeando una familia más grande?" "¿Cómo te sientes al ser la futura Luna de la manada más grande?" "¿Cómo es estar con alguien tan fuerte y decidido como Derek?" "¿Qué será lo primero que harás como Luna de la manada?" "¿Ayudarás a liderar a los nuestros para someter a los traidores?"
Sus rostros se acercaban demasiado, los sonidos de sus voces se volvían confusos, y la presión en mi pecho aumentaba con cada segundo. Intenté retroceder, pero cada paso atrás solo me empujaba hacia otra pregunta, otro rostro ansioso por una respuesta.
—Es un honor... todo esto... —logré murmurar, pero ni siquiera estaba segura de haber dicho las palabras en voz alta.— Iremos... respondiendo todas sus dudas poco a poco —sentencié, pero las preguntas no cesaban, y las personas seguían acercándose, invadiendo mi espacio personal cada vez más.
El bullicio a mi alrededor se hacía insoportable. Mi visión comenzó a nublarse, cada vez más borrosa, mientras los rostros se fundían en sombras amorfas, acercándose, invadiendo, absorbiendo cada resquicio de mi aire. Sentí mi corazón latir descontrolado en mis oídos, y la presión en mi pecho alcanzó su punto de ruptura.
Hasta que, después de lo que me parecieron horas, de repente, todo se apagó.
El lugar cayó en una oscuridad absoluta, como si el cielo mismo hubiera sido cubierto por un manto de sombras. Las luces parpadearon y se extinguieron, sumiendo a la multitud primero en un silencio confuso y, unos minutos después, se escucharon gritos y cosas rompiéndose hasta que el pánico alcanzó a todos los presentes, y el lugar se llenó de gritos.
Sentí que la gente me empujaba, ansiosa por salir de ahí corriendo, y lo único que alcancé a hacer fue tratar de acostumbrar mi vista y tratar de ver o distinguir algo en la oscuridad. Caminé a ciegas, confundida, con el corazón palpitando a mil, tratando de mantener la calma. Sin embargo, una mano áspera me tomó de repente de mi brazo izquierdo.
—¡¿Qué...?!—alcancé a exclamar, pero antes de que pudiera reaccionar, una segunda mano cubrió mi boca, sofocando cualquier intento de gritar, y pronto, mis ojos y boca estaban cubiertos, nublando mis sentidos y desorientándome aún más de lo que estaba.
Mi corazón se aceleró, el pánico me envolvía por completo. Intenté zafarme, pero quien me sujetaba era demasiado fuerte. Me arrastraron con rapidez, zigzagueando entre las sombras, lejos de la multitud que seguía agitada y confundida por el apagón. Me sacaron apresuradamente de la mansión, lo sabía porque sentía el frío de la noche en mi piel y el suelo se volvió desigual bajo mis pies mientras era conducida a la fuerza a no sé dónde. Todo parecía una pesadilla.
Finalmente, me empujaron dentro de un coche. Forcejeé lo más que pude, aunque sin éxito, y escuché que el carro echó a andar en cuanto yo estuve dentro.
—No hagas ruido —ordenó el desconocido, sus palabras goteaban una amenaza que no podía ignorar.
Mi respiración era agitada, y por toda la conmoción, de repente empecé a sollozar, presa del miedo.
—Lo lamento, futura Luna —dijo uno de ellos con una burla apenas contenida—, pero eres muy importante para nosotros y, ahora que Leonard ha declarado oficialmente un enfrentamiento, teníamos que actuar.
Intenté moverme, gritar, pero el terror me había congelado. Mis pensamientos corrían desenfrenados, tratando de entender quiénes eran y qué querían. ¿Eran enemigos de Leonard?
—Si cooperas, todo será más fácil —continuó el segundo hombre, que parecía estar al mando—. Tenemos nuestros propios planes para ti. Planes que no incluyen a Derek, Leonard o los demás traidores, ni a su maldita y absurda guerra.
El motor del coche rugía, cortando el aire nocturno con una velocidad que solo aumentaba mi desesperación. Estaba atrapada en un capullo de oscuridad y miedo, sin poder ver, sin poder gritar, con el corazón golpeando contra mi pecho. Intenté concentrarme en mi respiración, en no perder el control, pero los sollozos seguían brotando de mis labios, apagados por el pañuelo que cubría mi boca.
El aire en el coche era sofocante, cargado de una tensión palpable. Los hombres no hablaban entre ellos, pero podía sentir la hostilidad flotando en el ambiente. Cada vez que me movía, uno de ellos tensaba su agarre, como si estuvieran anticipando cualquier intento de fuga. El pánico crecía dentro de mí, pero mi mente se aferraba desesperadamente a la idea de que tenía que mantenerme consciente, alerta. Si me dejaba dominar por el miedo, perdería toda oportunidad de escapar.
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Editado: 18.09.2024