Un delgado hilo de energía deslizándose lentamente entre la densa niebla del blindaje, al mismo tiempo, gotas de cálido sudor se derraman por su rostro, sus manos duelen por la fuerza con las que aprieta las sábanas de la cama. Es un dolor que no ha experimentado antes, difícil de comparar con otra cosa, es..., es algo que empuja a través de él, irrumpiendo entre sus células por la fuerza.
Algo quiere entrar..., algo quiere buscarlo..., algo se desliza en su consciencia, como una sombra y entonces todo termina.
Harry tiembla de rodillas junto a la cama, el frío que eriza su piel se intensifica por el sudor, uno tras otro, los escalofríos sacuden su cuerpo mientras intenta recomponerse. Siente la vulnerabilidad de su cuerpo desnudo, invadido, una sórdida sensación de locura que golpea su mente.
—Sage —balbucea, tiene la lengua adormecida, su boca seca.
Está mareado.
—Lo..., ¿lo hiciste?
Débil y aturdido, intenta levantar la cabeza. Un par de ojos lo enfrentan, el gris tormentoso se apaga sutilmente y cuando Sage entre cierra la mirada Harry es empujado de golpe hacia atrás, cae de espaldas, la sensación de dientes mordiendo desde adentro lo confunde y desespera.
—Sage... —La sensación no se detiene, una nueva bestia en su interior lo desgarra—. Sage... ¿Qué está..., Sage?
—Detente.
Harry toma una larga bocanada de aire, la presión se alivia de inmediato, tiembla todavía en el suelo, mientras trata de entender...
—Lo siento, debía dejar que se desahogue un poco.
Harry aprieta los dientes con fuerza, el pelaje de su leopardo se desliza bajo la piel, pero no rechaza esta nueva presencia que es oscura pero no perversa, una bestia peligrosa pero no malvada.
—Esto es...
—Una fracción de la mente de mi loba —Sage responde, su voz sale como un suave murmullo agrietado—. No creí poder lograrlo, pero parece que los blindajes no son impenetrables de todos modos.
Cerrando con fuerza los ojos, Harry rueda para ponerse de pie, pero le cuesta trabajo, su energía fue consumida de golpe, sus músculos se han endurecido repentinamente.
Tomando reiteradas bocanadas de aire para estabilizar su respiración, despabilar su mente y calmar el agitado corazón que duele, Harry pregunta:
—¿Qué significa exactamente una purga?
Al encontrarse con la mirada de la loba, siente el suave oleaje de su afecto acariciar los bordes internos del núcleo del vínculo. Un acercamiento suave, cauteloso, solo para saber que está ahí. Harry siente una punzada, la incertidumbre, está en la punta de un acantilado afilado, sin el valor de saltar al vacío.
Pero una loba podría detener su caída, tomarlo en sus brazos...
—Eliminar las emociones nocivas —dice ella quedamente, sumergida en la íntima conexión.
La piel de Harry hormiguea, mientras que el pelaje de su leopardo se arrastra debajo de su piel en un intento por sentirla.
—¿Esto te debilita? —Pregunta, atendiendo las sombras oscuras bajo sus párpados.
No importaba si con esto pudiera eliminar por completo el blindaje, Harry no podría continuar un segundo con esto sabiendo que de esa forma le está haciendo daño a la única persona que se atrevió a destruir todas sus barreras solo porque él le importaba.
Pero su boca se humedece, su cuerpo arde con una necesidad que pulsa desde lo profundo de su consciencia resquebrajada, una orden implícita, proteger a su compañera, alejar el cansancio y dolor... Harry quiere envolverse alrededor de Sage.
—No lo sé, ¿puedo estar más débil? —Ella se encoge de hombros.
El corazón de Harry late con fuerza, sin importar lo que pueda pasar, se acerca y toca su frente. Demasiado caliente. El leopardo sisea en su interior, la salvaje y atormentada consciencia animal rodea el blindaje intentando cruzar.
—Tienes fiebre. —Los pensamientos oscuros no tardan en levantarse, más fuerte, más vicioso, ¿qué clase de compañero drenaba la energía de su pareja?
Dientes presionando por dentro, como una advertencia filosa, agresiva, y la sombra se desliza nuevamente, Harry siente la caricia sedosa en su interior ¿cómo es esto posible? Se pregunta.
—¿Debo llamar a las enfermeras?
Sage niega suavemente.
—No hay mucho que puedan hacer —responde, su voz resignada—. Ya tomé los medicamentos para la fiebre hace dos horas.
—Paños mojados, algo de hielo, eso..., eso servirá.
Harry se apresura a entrar al pequeño baño, destroza su camisa en tiras que empapa en agua del fregadero. Tras remover el exceso de agua, regresa a la habitación y coloca con cuidado las telas húmedas en su cabeza.
Sage sonríe, suave, dulce, como aquella noche que cenaron juntos, como aquella cita en la pista de hielo. Un puño aprieta sus entrañas, los bordes de sus ojos se humedecen, ¿qué hará si Harry pierde su sonrisa? ¿Qué hará si es ella quien lo abandona ahora? Entiende que por su actitud se lo merece, por todo lo que ha hecho, la sangre en sus manos, pero... ¿Será capaz de afrontar semejante dolor?
—Me quedaré, Omega —susurra, con la voz quebradiza, los ojos ardiendo de humedad—. Yo me quedaré contigo.
Harry acuna su mejilla con la mano, Sage la cubre con la suya, un atisbo de esa ferviente determinación brilla en sus ojos grises.
—Pelearé —ella responde, pero su voz se vuelve escalofriantemente delgada—. Debes irte.
Harry sacude su cabeza con violencia.
—No —se resiste, sintiéndose al borde del quiebre—. No.
—Tienes que irte. —Una pausa prolongada, una respiración pesada—. No puedes quedarte aquí.
—No tengo a donde ir.
Es incapaz de funcionar racionalmente en su trabajo, y ocuparse en eso es lo último que quiere, él no podrá concentrarse en otra cosa que no sea Sage.
—Vete, por favor.
Derramó las lágrimas al cerrar los ojos con fuerza, pero las limpió de inmediato, la sombra se deslizó, tibia, acogedora, gentil, como si estuviera tirando de él para alejarlo de ella.
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Editado: 05.11.2021