Las noches fueron horribles, Harry pasaba una por una con la disciplina y el pavor escaldando sus venas. Cada noche experimentaba un pasado diferente, el sabor del miedo era ahora un gusto que le sería imposible de olvidar, tanto como el latigazo de dolor al despertar y las náuseas.
Cuando fue el turno de vivir el horror de su primera cacería con desenlace fatal; donde su víctima había sido secuestrada con antelación para ser liberada en las tierras de Bulgakov para el entrenamiento de su pequeño asesino, ella tenía la misma edad de Harry.
Nueve inofensivos años.
El horror de la muerte fue insoportable, Harry vomitó sobre el suelo de la habitación, el sudor frío sobre su cuerpo y sus ojos doloridos y húmedos, no era necesario que la sombra le diera una reprimenda. El dolor de lo que hizo era suficiente, una huella caliente que quemaba su cerebro.
Harry sabía que no debía matar inocentes.
Sin embargo, durante el día, atravesaba un optimismo casi radiante. Y aunque se veía como un hombre deshecho, el cabello revuelto, bolsas oscuras bajo los ojos y la piel más pálida de lo normal, se sentía fuerte. Poco a poco el blindaje sobre el vínculo iba cayéndose a pedazos y podía sentir a Sage del otro lado, su vida abriéndose paso lentamente para abrazar la suya.
Harry estaba ansioso por ese abrazo, ansioso por ella.
Porque era su razón para seguir adelante, atravesar cada miedo existente dentro de su alma rota. Con eso en mente, terminó de arreglar la casa de Sage en dos días, luego consiguió el número de Primrose para preguntarle por las tareas diarias de Sage y sus responsabilidades. Harry no podía ocuparse de ninguna de ellas... Excepto del jardín subterráneo que ella cuidaba.
No creía que las plantas pudieran crecer bajo tierra hasta que lo encontró. Un trozo de paraíso a tres metros por debajo de la superficie, con un techo de cristal especial que permitía ver el exterior pero no dejaba ver el interior. Allí había flores con los colores más vívidos y hermosos que había visto, los perfumes más dulces que jamás había sentido en su vida.
Después de echarles agua según la libreta de tareas que Primrose había digitalizado en un archivo electrónico directo a su anotador digital, Harry se recostó en el suelo cerca de las flores.
La tranquilidad que sintió en ese lugar incluso eclipsó los recuerdos de la noche. Demasiado hermoso, demasiado frágil, demasiado lleno de Sage...
Pero momentos relajados son escasos, sobre todo cuando estás dentro de un clan grande y enfermo, al borde del colapso.
Por eso ahora, Harry ha vuelto a su condición natural, un puño de ira contenida y rabia caliente. Pocas horas atrás, tres lobos del clan habían acudido a él con una orden específica. Había un problema grave y Sawyer estaba metido hasta el fondo.
El asunto: Derek Miller había sido interceptado en un viaje de urgencia a Paradise City y tomado como rehén.
Como la mayoría de las fuerzas que todavía estaban ilesas habían sido destinadas a proteger el territorio frente a cualquier amenaza, no quedaban muchos lobos disponibles para sumarse al rescate y las órdenes de Derek exigían que cada uno dedicara su fuerza al clan.
Por eso los lobos recurrieron al leopardo de las nieves que había tomado la casa de Sage Smith.
Fue así como Harry se encontró con la terrible idea del intercambio, lo que significaba que Sawyer y un tipo ruso llamado Vladímir debían exponerse en un plan que no alcanzó a comprender, porque la desagradable presencia de Caden Tucker le hacía ruido de fondo, un criminal a sueldo que embarraba sus garras en todo lo que fuera capaz de llenar con dinero sus bolsillos, y eran unos bolsillos enormes. Su organización criminal era pequeña pero estaban dispuestos a todo, robos, estafas, tráfico de drogas, trata, cacería... Cualquier cosa.
Sawyer había tenido la pésima idea de recurrir a él durante su investigación con Jessie. Había sido un milagro que Caden no se haya dado cuenta de que era un leopardo de Amur en su primer encuentro hace quince años, donde casi terminaron en un reformatorio por un incidente dentro de un casino.
Eran jóvenes desesperados por dinero que se metieron donde no debían, Caden perdonó eso, también el robo de sus ganancias esa noche. Llegaron a un acuerdo donde ninguno volvería a permanecer en el mismo territorio. Estuvieron bien con eso. Hasta que Sawyer rompió el trato.
Caden ya no se quedaría quieto.
Harry no tenía dudas de que había movido sus piezas para investigar a Sawyer.
Y luego el desastre vino cuando se dio cuenta de que tenía una mina de oro...
No obstante, el maldito puma infeliz estaba muerto. Un demonio menos en la tierra. Habían logrado rescatar a Derek, pero el alfa estaba herido y débil.
Y Jessie..., bueno, ella había recibido un disparo. Sawyer estaba irreconocible cuando lo encontró en el granero abandonado donde iba a ocurrir el supuesto intercambio. Se negaba a soltar a la mujer sangrando en sus brazos.
Había planeado golpearlo y gritarle por haber hecho esto, la preocupación ardía junto al dolor y la angustia. Quería gritarle que era un idiota al pensar que podía venderse a sí mismo a los traficantes, como si no fuera nada, sólo un adorno con manchas bonitas.
Pero aunque estaba furioso con él por haberse arrojado a esa clase de peligro, lo vio tan abatido que se mordió la lengua y aplazó el regaño para después.
Ahora, tanto él como Jessie, Derek y el resto de heridos estaban siendo trasladados en las unidades de emergencia móviles del clan.
—Hay una teoría escalofriante sobre todo esto —dice Heath, uno de los lobos que lo contactó para unirse a la misión—. La enfermedad L pudo haber sido una especie de arma biológica.
Observando de reojo al lobo alto y delgado que se detuvo un par de pasos a su derecha, su piel de un marrón oscuro y apenas una fina capa de cabello negro asomando en su cabeza, Harry chasquea la lengua.
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Editado: 05.11.2021