Para él, las reuniones se volvieron algo de lo más normal cuando asumió el papel de rey de los Estados Unidos de Auradon. Aunque le desagradaba no poder disfrutar de su vida adolescente por tener que hacerse cargo de muchos asuntos de estado y reuniones sorpresa que siempre resultaban ser diferencias entre dos ciudadanos de Auradon.
No podía quejarse, desde que era niño fue educado con el fin de ser un chico valiente y bondadoso. Le enseñaron ver más allá de las apariencias y saber esperar lo mejor de cada persona, algo que puede ser obvio al ser hijo de la Bella y la Bestia. Pero no faltó la educación de monarca que le daba su padre, recordaba los paseos por los jardines del castillo junto con el imponente y apuesto rey mientras le explicaba como un soberano debe gobernar con mano firme pero siempre preocupándose por el bienestar de su pueblo.
Siempre intentó hacer eso.
Tuvo una vida feliz junto con sus padres, los sirvientes de su padre que habían sido utensilios de cocina y decoraciones con vida en un pasado y con su abuelo inventor que siempre lo divertía con algún que otro fallo que tenía su máquina.
Vivir en Auradon fue siempre un sueño.
Un sueño que disfrutaba pero que lo hacía sentir triste en algunas ocasiones.
El hecho de que los héroes fueran padres haría pensar a la mayoría que todos los jóvenes descendientes eran igual de bondadosos que ellos. Pero a muchos les creció el rencor, el final de la historia de la mayoría de sus padres terminaba con ellos siendo convertidos en reyes de sus reinos, y que no lo sean de los Estados Unidos de Auradon los hacía sentir celosos y provocó que se rodeara de un par de amistades falsas.
Como Chad (el hijo de la Cenicienta), quien siempre era un tipo pesado con todo mundo, con actitud egocéntrica y sus comentarios ofensivos hacia algunos (había ocasiones en las que Ben pensaba que en vez de ser hijo de la humilde princesa era descendiente de su madrastra). Siempre habían sido amigos, pero en ocasiones lo hacía gruñir internamente. No olvida el comentario que les hizo a Jay y Carlos cuando Uma lo secuestró y, según sus amigos, mostró más satisfacción que preocupación.
O también su ex novia Audrey (la hija de la Bella Durmiente). Se conocían desde que eran niños, y desde entonces, la Reina Leah (la madre de Aurora) ya los quería ver comprometidos, solo porque él era el legítimo soberano de todos los reinos unidos y quería que su nieta fuera igual. El enojo de ambas cuando llegó Mal y el chico quedó enamorado de ella aún era latente en el reino.
Fue entonces que llegaron los descendientes de los villanos. Todos les tenían miedo y puede que hubieran tenido razón de tenerlo hasta cierto punto. Pero Ben vio en ellos algo más que una simple amenaza, el tener una vida donde no tienes ni el amor de tus padres es bastante dura, cuando finalmente te llega la oportunidad de tener algo e incluso amistades que se preocupan por ti, te dedicas a cuidarlas y esperar a que nunca termine ese momento.
Y es lo que Ben quería, vio en los chicos de la isla amistades sinceras y sobre todo en su novia, Mal, un amor verdadero que no importaba si era el rey o no. Y eso fue porque supo internarse en el corazón de piedra de la chica del dragón viendo lo mejor de ella y hacer que ella lo viera.
Por esas razones disfrutaba siempre el tiempo que le permitían tener con ellos. Cada salida, cada baile y cada almuerzo… Uno que le fue reducido por un aviso de reunión urgente con el Consejo de los Segundones.
El Consejo de los Segundones se podía considerar una gran fuerza política en el reino, solo detrás de los reyes y de la misma Hada Madrina. Eran los que se encargaban de informarle al rey todos los problemas que hubiera en Auradon y entre todos intentaban encontrarle una posible solución.
Ben supo mejorar su relación con ellos desde que fue su primera reunión y todo terminó con los integrantes yéndose de ahí bastante enojados e incluso algunos se sentían insultados por la explosiva reacción del entonces futuro rey. Ahora todos hablaban por partes y le daban unos minutos al chico de que digiriera toda la información dada.
Camino por el castillo de sus padres donde estaba la sala de reunión y entró con lentitud. Era una estancia circular con grandes ventanales coloridos esparcidos en las paredes y separados por columnas. Cada uno representaba los diferentes reinos que se extendían por todo Auradon. El Castillo de Blanca Nieves, el Castillo de Cenicienta, Agrabah e incluso la Roca del Rey en la Sabana.
La gigantesca mesa de mármol con sillas repartidas alrededor estaba vacía, era temprano y todavía no llegaba ningún miembro. Pero era mejor llegar temprano a dejarlos esperando.
El Consejo de los Segundones no eran muy pacientes.
Tomó su respectivo lugar y espero a que comenzaran a llegar los miembros del consejo. No tuvo que esperar demasiado, pues se comenzaron a escuchar pasos que venían del pasillo exterior.
La puerta fue abierta, y como era costumbre, los primeros en entrar fueron los Siete Enanos.
Doc (quien se veía tan sabio como siempre aunque a veces si resultaba un poco torpe), Gruñón (con la misma mueca de disgusto que lo caracterizaba), Feliz (soltando leves risitas y con una sonrisa tan grande que era contagiosa), Dormilón (con los ojos caídos y pareciendo que estaba a punto de quedarse dormido), Tímido (escondiendo su rostro carmesí detrás de su larga barba plateada), Estornudo (limpiándose la nariz y soltando un sonoro estornudo cuanto tomó asiento) y Tontín (con sus ropas que le quedaban grandes, lampiño y con la lengua de fuera como siempre).