El camino para llegar a la Playa de los Duendes estuvo menos peligros que su caminata del puerto al Castillo de las Gangas. De hecho, a pesar del silencio que gobernaba entre ellos, la caminata fue más cómoda de lo que esperaban.
Mal entendía la razón de tan pocas palabras entre sus amigos, no querían hablar del encuentro de sus padres después de tanto tiempo sin verlos, agradecía internamente que los reyes y el Hada Madrina no hayan querido hacer preguntas sobre cómo se sentían, incluso Ben se había mantenido en silencio sin decir una sola palabra, solo caminando a un lado de su novia agarrados de la mano.
La chica sintió un temblor en el brazo de su novio. Estaba nervioso de estar de vuelta en territorio malvado, no lo culpaba. Durante su otra visita había sido capturado por una banda de piratas de segunda, y amenazado con tirarlo al mar por la hija de Úrsula, si Mal no le daba la varita mágica para derribar la barrera de la isla.
No tuvieron otro encuentro desafortunado con algún villano o algún descendiente. Las sucias calles estaban completamente desiertas, no se oía ni un solo ruido proveniente de las casas decadentes de lámina. Pero eso tampoco era una sorpresa, Jay, que en esos tiempos se dedicaba a robar incluso de noche, sabía que todos los malvados dormían durante toda la noche.
Tener una vida en el exilio hace que solo dormir sea lo más reconfortante que puedas hacer, más si hablamos de todos los antiguos villanos que deseaban tener de nuevo poderes… cosa imposible bajo aquella barrera.
Finalmente, la playa sucia estaba a la vista. Cruzaron la tienda de pesca del Señor Smith, (la cual vendía artículos de pesca hechos con las cosas más miserables encontradas en el basurero de la isla) y bajaron hasta la arena con basura y comida echada a perder que a veces era llevada a ese lugar por los mismos duendes de la playa.
—De acuerdo— dijo Mal, observando a lo lejos—. Ahí está la Isla de los Malditos.
A lo lejos, entre la neblina que había más allá, donde todavía la barrera de la isla cubría el océano, se notaba una gran montaña como una sombre proyectada entre lo borroso. Y coronada, la silueta de un antiguo y tenebroso castillo que seguramente se estaba cayendo a pedazos, la Fortaleza Prohibida, el viejo hogar de Maléfica y donde se mantuvo oculto el Ojo del Dragón.
—Muy bien— dijo Ben, observando a su alrededor—. Según Mama Odie, el Dr. Facilier fue visto por última vez aquí, en la playa cerca de la Isla de los Malditos.
—Hay que buscar— comentó Carlos, mirando a todos—. Tenemos que irnos de aquí antes de que amanezca, no queremos que ningún villano sepa que estamos aquí.
Todos se pusieron a buscar, Bella y Bestia caminaban entre la playa (ambos por poco se caen en varias ocasiones por pisar alguna basura oculta entre la arena), Evie y Carlos hacían lo mismo mientras que Jay miraba atentamente los cachivaches que estaban en el piso, algunos enterrados, Ben y Mal decidieron alejarse un poco más con el Hada Madrina, quien tenía su varita en alto, con chispas blancas que salían de la punto, pero por la expresión de la mujer, parecía que lo que intentaba hacer no estaba funcionando.
La escucharon susurrar varias veces de forma molesta su “bíbbidi, bábbidi, bú”, pero fruncía los labios cuando veía como reaccionaba su varita.
—¿Te molesta seguir sólo? Quisiera hablar con el Hada Madrina un momento— dijo Mal, observando a su novio.
—Claro, no hay problema— respondió él. Soltó la mano de su novia, pero ella añadió.
—No te alejes, por favor.
Ben le dedico una sonrisa.
—No lo haré, y aunque lo haga, sé que siempre me salvaras.
El chico continuó buscando, mientras que la chica se acercó a la mujer.
—Hola, Hada Madrina ¿Qué sucede?
—Hola, Mal— la mujer bajó su varita y la movió insistentemente—. He intentado hacer un hechizo de localización para encontrar al Dr. Facilier, pero no funciona.
—Pensé que la varita si funcionaría… ya sabe, porque la barrera solo impide que funcione la magia malvada aquí— dijo Mal confundida, observando como la varita parecía tener una especie de falla.
—No es eso— dijo el Hada Madrina—. La barrera sí sirve para que los villanos no puedan usar su magia— agitó con fuerza la varita—. Pero también puede confundir la magia blanca, es por eso que mi varita no funciona con normalidad.
—Y por lo que no podremos encontrar al Dr. Facilier por medio de magia— Mal se veía un tanto frustrada.
—Querida, sé que quieres que todo ese tema del escape de un villano se acabe. Pero esperaba verte un poco más contenta. Después de todo, hace poco eras tú la que quería volver a la Isla de los Perdidos— el Hada Madrina le sonrió.
—No es que no me alegra. La isla siempre ha sido una parte de mí, pero…—Mal no lo quería decir. Se sentía incomoda desde que por poco termina revelando más información de ese tema que para ella era imposible de hablar.
—No quieres que, por estar aquí, termines hablando de más y revelar quien es tu padre ¿no? Bueno, creo que Hades no se sentiría humillado si le dijeras a las personas más cercanas de tu vida la verdad.
Eso de inmediato hizo que Mal se sorprendiera y viera a la mujer con una gran sorpresa. El Hada Madrina se veía tan calmada, agitando la varita de forma constante, sin darle mayor importancia a la reacción que la joven de cabello morado había tenido con esas palabras.