Para cualquiera, terminar con amnesia en un sitio desconocido es terrible, siendo rodeado por tres adolescentes de los cuales sabes que son tus amigos, pero no tienes idea de dónde, puede ser el único consuelo.
Pero para Carlos El Que Sea Su Apellido era una tortura, pues tenía la ligera sospecha de que él siempre era el que tenía buenas ideas. Estaba seguro de que él era el listo de su grupo, pero en ese momento se sentía tan tonto que no había forma de que su autoestima subiera, al menos hasta que pudiera recuperar la memoria.
Algo que no parecía ser muy pronto.
Sin embargo, por alguna razón tenía la extraña sensación de que sus recuerdos estaban volviendo poco a poco. Y es que no los tenía en blanco, simplemente estaban borrosos y no los podía enfocar para que hicieran imágenes concisas.
—¿Dices que estamos aquí buscando a un chico? — preguntó Jay, mirando a Mal, que había quedado en una especie de trance el cual la había dejado estática unos cuantos segundos.
—Eso creo, aunque no recuerdo bien de que se trata— contestó la chica, tocándose la frente constantemente. Al parecer, ese simple momento le había provocado un dolor de cabeza casi insoportable.
—No es ninguna sorpresa en nuestra situación— dijo Carlos, mirando a sus amigos con una expresión exasperada—. Tenemos la memoria borrosa, ¿crees que a ese chico lo conocemos de algún otro lado?
—Es posible— dijo Mal, mirando a sus acompañantes—. Creo que lo conocemos de algún lugar, aunque no estoy segura de dónde.
—Quizá se trate de un viejo amigo nuestro— contestó Evie, se veía esperanzada porque esa idea pudiera ser cierta—. Sería increíble saber que tenemos un conocido en Historioburgo.
—Un conocido que será desconocido, Evie— Carlos la miró. Esa chica era bella, pareciera que la belleza corría por su sangre familiar—. No sabemos de quien se trata, no tenemos memoria de alguien en este pueblo. Puede que lo veamos, pero no sabremos quien sea.
—Sí lo sabremos— contestó Mal.
Se puso de pie y caminó por la habitación mientras seguía frotándose las sienes. Las molestias no se iban y se las sobaba con un dedo de cada mano, cerraba los ojos y soltaba unos cuantos suspiros, intentaba concentrarse lo más posible y encontrar la manera de poder recordar bien lo que se venía.
—Chicos, tengo su imagen grabada en mi cabeza— dijo después de un momento de silencio—. Es el único recuerdo claro que tengo en estos momentos, pero no sé bien como se llama.
Guardo silencio un momento intentando encontrar en aquellas voces algún nombre. Pero no había nada.
—No, no tengo su nombre, pero sí su rostro.
—Con eso debe bastar— dijo Jay, mirando a sus amigos de forma decidida—. Sí Mal tiene la imagen del rostro del tipo que debemos encontrar, entonces debemos empezar la búsqueda y saber qué hacemos en este lugar.
Evie soltó un sonoro bostezo, siendo seguida por Carlos, Mal y por último Jay. Los cuatro estaban demasiado cansados como para poder empezar algún tipo de búsqueda, no habían podido descansar o dormir en la noche y querían hacerlo antes de comenzar con cualquier cosa que requiriera algún esfuerzo.
—Mejor hay que descansar hoy y mañana comenzamos— sugirió Evie, después de ver las reacciones que habían tenido sus acompañantes.
—De acuerdo, a descansar.
Y sin decir nada más, los cuatro empezaron a acomodarse para poder dormir. Finalmente, en una cama que resultaba ser más cómoda que los catres de la prisión.
Carlos había despertado primero que cualquiera de sus amigos. Por suerte, el borrado de memoria no influyo en que no supiera leer un reloj viejo que se encontraba en la habitación que compartía con sus amigos, por lo tanto, supo ver que solo había podido descansar una hora.
Y a pesar de que sentía la espalda adolorida por dormir (o tratar de hacerlo) en el duro e incómodo piso, no sentía la necesidad de volver a descansar. Era más la confusión que estaba hecha en su cabeza que el sentimiento de querer regresar a la cómoda cama que le había tocado compartir con Jay.
Se levantó y se tallo la cara, no había podido quitarse la ropa (ya que las chicas estaban con ellos) y la tenía hecha girones y un poco húmeda por sudor. Estaba haciendo calor, era pleno día y sentía la necesidad de volver a salir para poder recorrer Historioburgo. Después de todo, la alcaldesa no les había prohibido pasearse por el pueblo.
Con un poco de suerte, parte de su memoria se reactivaría y tendría una idea más clara de su presencia en ese lugar.
Entró al baño, se mojó la cara, arreglo su ropa hecha girones e intentó peinarse un poco el cabello castaño (que sospechaba ese no era su color natural) y con sumo silencio, salió de la habitación, tomando todas las precauciones posibles de no despertar a sus amigos.
Necesitaba estar solo y eso era algo raro.
Afuera de la habitación había un largo pasillo que seguía su camino hasta las escaleras, que daban una media vuelta y llegaban a la recepción donde una mujer yacía aburrida y a punto de caer dormida detrás de un escritorio de madera esperaba a que alguien llegara a registrarse a parte de los cuatro muchachos que al parecer habían entrado a ese lugar de colados por preferencia de la alcaldesa.