No había perdido, ni una vez desde que se volvió peleador en la arena. Fue una promesa que se hizo así mismo: “Jamás caer derrotado en el lugar donde nació como campeón” y sin embargo, había perdido para proteger al profesor que le había dado asilo en una tierra extraña como Piltover.
Habían confundido sus sentidos con una droga y su cuerpo estaba debilitado. Aún así, su mente parecía mantenerlo entre la dulce ignorancia y la realidad. Estaba consciente que lo arrastraban en contra de su voluntad a un lugar desconocido ante alguien que jamás había visto pero era incapaz de ordenarle a su cuerpo que luchará por soltarse de esas manos que lo apresaban.
Sentía su cuerpo arder, estaba sudando, tenía mucha sed y respiraba con dificultad.
“No me dijiste que era tan atractivo. Parece un hombre cualquiera, de no ser por estas hermosas orejas rojas; son tan suaves que me dan ganas de cortarlas”
Sintió que alguien acarició sus orejas. Nunca nadie aparte de Aphelios y su madre había tocado el único símbolo de que en sus venas corría sangre vastaya. Se sintió asqueado por el roce de aquellas manos extrañas y meneó la cabeza en un intento en vano de alejarse de ellas
“Creí que estaba inconsciente”
“Lo está, no le dará problemas. Un mestizo fue lo que me pidió y un mestizo fue lo que traje. Como usted, ordenó my lady”
“Llévalo a…”
Sett ya no pudo seguir su conversación, su mente comenzó a divagar nuevamente y lo alejó lejos de aquella escena. Lo llevó a un momento sepultado en sus recuerdos, cuando Barlok comenzó a entrenarlo después de que él le perdonara la vida en la arena.
Él mismo se lo había pedido porque el día que peleó contra el viejo ronin se dio cuenta que había estado a punto de perder contra él de no ser por aquel extraño golpe que había convocado de la nada. Quería volver a sentir esa energía recorriendo su cuerpo y usarla cuando él quisiera. Debía encontrar la manera de hacerlo nuevamente por lo que le había pedido a su nuevo aliado que entrenará con él, Barlok lo sometió a varios entrenamientos y uno que recordaba perfectamente, era cuando el viejo ronin había llevado a varios hombres para que lo atacaran.
No creyó poder someter a diez hombres a la vez pero de algún modo lo había logrado, por supuesto no salió muy bien librado y le reclamó furioso a Barlok por su atrevimiento pero luego de escuchar las razones del ronin su enojo se desvaneció. Nunca olvidaría esa lección durante el resto de su vida:
“Fuera de la arena no existen reglas, no siempre podrá elegir sus peleas. Por eso recuerde esto siempre: Cuando alce sus puños no solo está luchando por defender su título si no también su vida. En el momento que caiga al suelo, lo perderá todo y los carroñeros siempre están sedientos y hambrientos de poder; estará solo”.
Estaba solo; nadie ni él mismo sabía donde se encontraba. Tenía que hallar la forma de liberarse por sus propios medios.
—Ya está anocheciendo— Dijo Ezreal cerrando la ventana del cuarto del profesor, quien descansaba tranquilo en su cama con un vendaje sobre su cabeza.
Kara estaba al otro lado de la habitación, recargada en la pared y con los brazos cruzados en actitud pensativa. Su vista estaba fija en Aphelios, que se encontraba sentado en una silla a lado de la cama del profesor, apretaba con fuerza sus rodillas con un actitud impaciente. Luego de que Ezreal hubiera intervenido entre esos dos, habían contactado a la policía para reportar la desaparición de Sett y lo que ésta les dijo no fue muy alentador.
—¡Sabía que ese idiota se había metido en Zaun! Lo que más me temía se volvió realidad— dijo Ezreal martillando su frente con el borde de su mano.
—No sé qué hacemos aquí perdiendo el tiempo, deberíamos estar allá afuera buscándolo. Si es cierto lo que dicen esos policías, esos traficantes de esclavos podrían estar llevándolo en este momento fuera de Piltover ¡Tenemos que hacer algo!— gritó Kara.
—Entiendo como te sientes pero baja la voz,por favor; el profesor aún está convaleciente. Tengo contactos en Zaun que podrían ayudarnos, no podemos adentrarnos como si nada al territorio de esas personas. Seguramente nos superan en número...—explicó el rubio.—Si tuviéramos alguna pista, yo podría...—
En ese instante Aphelios se puso de pie y se dirigió a la puerta sin decir nada al respecto.
—¡Phel, espera!— gritó Ezreal estirando su mano hacia él, haciendo que él chico se detuviera. —Sé que quieres encontrarlo pero Zaun no es un lugar amable con los forasteros. Él es fuerte, sé que estará bien; tenemos que confiar....—
—¿Ezreal?... ¡Ezreal!— Todos los presentes voltearon hacia el profesor que acababa de despertar. Tanto Kara como Ezreal se aproximaron a él pero Aphelios aprovechó para salir del cuarto sin que nadie se diera cuenta y se dirigió al cuarto que había ocupado Sett hasta hace poco.
Al abrir la habitación, un viento frío proveniente de la ventana rota le recibió pero el chico no se inmuto por ello. El escenario era desastroso, la cama estaba llena de vidrios y la colcha estaba deshecha, los cajones estaban regados en el piso al igual que algunas prendas de ropa. Aphelios se inclinó a recoger el ensamble que Sett siempre usaba y no pudo evitar oler la esencia de su amado. Pensar que hace unas horas había pensado marcharse sin despedirse de él para volver a su hogar, le hirió y lo hizo sentir molesto consigo mismo. ¿En que había estado pensando? La vida le había dado otra oportunidad de ver de nuevo a la persona de la que se había enamorado; los designios de su órbita lo habían llevado a reunirse al mismo tiempo en la misma ciudad ¿Cómo podría ser eso una coincidencia? Si lo pensaba bien, cómo se atrevió a considerar que Sett sería un estorbo para su deber.