Opal & Rose: Cyan's Twin // #o&r3

Capítulo VII

  Algún tiempo después, no demasiado ni excesivamente corto, se reunió a toda la población en el salón principal del castillo. Ese sitio, tan poco concurrido por cualquiera, se trataba de una extensión mayor a las demás habitaciones donde se hallaban las escaleras principales. Estas formaban una curva, partiendo de cada lado del cuarto, más o menos desde la mitad de este, y uniéndose en el centro del muro perpendicular. Debajo de dicho punto en que se unían estas, dando lugar al gran pasillo principal del siguiente piso, había una gran vitrina llena de objetos altamente valiosos para su antiguo poseedor, así como un par de sofás a cada lado de esta. A su vez, había varios y más largos asientos repletos de ostentosos detalles, ubicados a los laterales de la habitación. Uno de ellos se encontraba contra una pared que gozaba el poseer dos ventanales bastante amplios, el muro paralelo estaba cubierto por viejas pinturas que las gemelas lograron rescatar de su propia masacre. En realidad, se trataba de un salón usado habitualmente, en su pasado, para danzas y reuniones, cosa que sus dueñas no acostumbraban a hacer. Pero entonces era diferente, puesto que todo residente del planeta, al que sus habitantes comenzaron a denominar Theia, se hallaba dentro de ese sitio. Estaban Kiah, Venus, Mike y Leo, así como también Raphael y Nathan, esparcidos en dicho amplio rincón del castillo.

—¿Dónde diablos están todos? —dijo refiriéndose, en realidad, a los pocos que faltaban.

—Quizás en medio de una aventura, más si es tu madre quien está al mando. —Sonrió, llevando a que su hijo girara los ojos con gracia.

  Él llevaba, a su propio parecer, bastante tiempo afianzando la relación con su padre, cosa que no era del todo errónea. Pero fuera de repentinas compañías por parte de sus tíos u Opal, sucedidas cada cierto período intermitente de tiempo, había perdido de vista lo que cualquiera ajeno a él o Nathan estuviera haciendo. Hace ya bastante tiempo sospechaba de la extraña actividad atribuida a sus parientes, pero estos eran siempre sigilosos y más astutos de lo que le permitiera notar su percepción.

  Entonces esperaban la llegada de Cyan a su hogar, nuevamente, después de varias semanas. Sabían muy bien que, para ella, el tiempo había sucedido de forma distinta. Aquellos ansiaban presenciar por primera vez la nueva apariencia de la que fue su niña, ya posiblemente adulta, así como pasó con su padre algún tiempo atrás. Por ende, a Rapha sorprendía el hecho de que las gemelas no estuvieran presentes, no en una ocasión como esa. Cuando pensaba en salir a buscarlos, pudo ver a través de un ventanal cómo Opal corría hacia la entrada, apareciendo poco después en el mismo espacio que ellos. Saludó alegremente a los únicos que no eran parte de su familia, aunque con una notable falta de aliento. Luego se dirigió hacia los dos hombres restantes, ganándose un interrogatorio por parte de su sobrino.

—¿Quieres decirme qué es lo que pasa con ustedes? —soltó de modo acusador, como si escupiera aquella frase frente a la albina que aún no recuperaba del todo el aire—. Están muy raros últimamente.

—Ah, no es nada. —Le sonrió, ocultando. como en todo ese último tiempo. determinada información confidencial—. Nos poníamos al día con tus tíos, los chicos aún no llegan porque Li metió el pie entre unas piedras y los demás intentan sacarlo. Me enviaron a avisarles para que no se preocuparan.

  Sonreía con gracia, dándole a Nathan la sensación de que esa situación no había sido un invento para quitarse de encima las dudas de Raphael. La realidad era que no siempre se escapaban a esa «tercera dimensión» en busca de las gemas pertenecientes a su niña, sino que, en ocasiones, solo se dedicaban a pasar el tiempo juntos y contarse aquellas anécdotas de las que los demás no habían sido partícipes; como el viaje de los trillizos o las ocurrencias de sus amigas las gemelas. La muchacha albina, dueña de aquel lugar, se quedó en esa sala narrando entre risas la escena pasada, la forma en que su amigo había metido por error el pie en un hoyo cubierto por rocas y que hasta entonces no lo podían liberar. Los hilarantes comentarios de Derek y Rose, como eso de cortarle la extremidad, y la risa del muchacho que en todo momento la utilizaba para intentar ocultar su desesperación.

  Poco tiempo después, entradas las primeras horas nocturnas, los tres restantes se hicieron presentes. El accidentado iba rengueando, usaba a sus compañeros como apoyo dado a que estos se ubicaban a cada lado de su cuerpo, sujetándolo en caso de que cayera. Tenía vendada la zona del tobillo e iba con el ceño fruncido, a la vez que un ligero rubor producto de la vergüenza, culpando a Opal del mal rato que los dos peores de su grupo le habían hecho pasar entre sus burlas y bromas de poca gracia. Nuevamente hubo varias risas, dando vida al salón que tan vacío acostumbraba a estar.

—Ya, hay que ponerse serios —dijo Rose luego de cederle su lugar como apoyo a Mike, quien ya había conocido a los muchachos y tenía una relación relativamente buena con ellos. El hecho de ser los únicos hombres, ajenos a los que ya conocía, que concurrían dicho sitio desde que él mismo llegó allí, era de fuerte influencia—. Vuelve nuestra niña. ¿Cómo te sientes, Raphy?

  Él resopló, soltando el aire con brusquedad aunque igualmente sonriendo.

—No lo sé, es un remolino de sensaciones... pero lo que sí, estoy muy nervioso. —Y luego dejó escapar una inocente risa confirmando sus palabras, lo que enterneció al que se había unificado como un gran grupo. —Además, tengo algo en mente cuando la vea...

—Pues atento, que en cualquier momento llega —respondió, con la misma sonrisa, su tía.

  Y, muy curiosamente, segundos después se oyeron varios golpecitos en la puerta principal. Quienes estaban de espaldas se giraron con intenciones de ver quién entraba, aunque supieran que claramente era esa chica. Al notar que todo mundo se quedó estático, Kiah tomó la iniciativa de ir a abrir la condenada puerta. Tras desaparecer detrás de la abertura, dejando un hueco en el pecho de varios allí presentes, pudo oírse con claridad todo lo que sucedió después. Desde el cerrojo de la puerta abriéndose, hasta el grito de emoción que quiso ahogar la xomata. Luego la breve conversación entre estas antes de volver al salón, adonde entró primero Kiah, echando una mirada por sobre su hombro. Cyan llegaba detrás de ella.




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