Destruimos vidas, pero no somos destrucción.
Incendiamos ciudades, pero no somos fuego.
Avivamos la flama del caos, pero ni siquiera somos la chispa que la enciende.
La gente nos odiara y nos repudiara.
Escupirán nuestros nombres, hasta el fin de los tiempos.
Pero estamos bien con eso, porque significa que nuestra misión tuvo éxito
—Yublan J. Jaeger.
Egipto, año 2011...
La mitología egipcia está llena de deidades increíbles, dioses capaces de reconstruir la estructura de la vida y guardianes de conocimientos inmemoriales viviendo y convergiendo en un reino majestuoso.
Ha habido muchos similares Asgard, el olimpo o el patíbulo celestial, pero ninguno era tan majestuoso como lo fue Luxor.
Por milenios se creyó un lugar ficticio, pero ahora ante los expectantes mercenarios solo podían preguntarse, << ¿cómo fue que esta majestuosa ciudad cayó en desgracia de esta forma? >>
—Padre, ¿por qué esas criaturas no nos han seguido? —pregunta Kruger
—En estos momentos nos encontramos en terreno divino, los Wraiths no pondrán un pie en este lugar. —responde el anciano.
—Realmente me había hablado por años de esas criaturas, pero si no las hubiese visto en persona nunca le hubiese creído por completo. —señala el joven.
—Jackson, no ha visto ni la punta del iceberg; criaturas como estas son muy comunes en todo el mundo ocultos en bosques, mares e incluso… con forma humana entre la sociedad, ¿o me equivoco, señor Drawter? —afirma señalando a uno de los soldados que quedaban a su lado —¿O debería llamarlo Yublan Jaeger?
Al decir esas palabras el mercenario se pone en guardia alejándose del grupo con hostilidad…
Este se retira el casco rebelando un rostro caucásico, cabellos negros y un par de ojos con dotes reptilianos.
Al verlo los demás agentes apuntan sus armas contra él…
—¿Por cuánto tiempo lo has sabido? —pregunta el mercenario preparándose para pelear.
—No es la primera vez que me encuentro con un Jaeger, el clan de los dragones es bueno para esconderse, pero si conoces sus trucos es fácil detectarlos —responde de forma tranquila.
—También puedo ver que tú no eres un viejo ordinario...
—Nadie aquí es ordinario —señala con certeza, dirigiendo su mirada a Kruger.
Kruger extiende sus manos hacia su sombra creando un gigante hecho de oscuridad…
Rápidamente extiende sus manos contra uno de los edificios ordenando al gigante cortarlo con una larga guadaña de sombras; Kruger era un usuario con el don de la Umbrakinesis, el poder que domina sobre la oscuridad.
—No elegí a los hombres junto a ustedes sin motivo alguno, se perfectamente que todos ustedes poseen habilidades especiales, algunos de parte de sus ancestros —señala mirando a Jaeger —La práctica de artes antiguas e incluso quienes las poseen desde su propio nacimiento.
—¿Entonces eso significa que hay más como nosotros? —pregunta un hombre de ojos dorados, tez morena y cabellos largos.
—De momento son pocos, pero el mundo está por cambiar, pronto poderes similares despertaran en todas partes.
—Quisiera saber… —aclama Jaeger—¿Qué fue lo que vinimos a hacer aquí en realidad?, no estará pensando en usarnos para matar a un monstruo ¿o sí?
—Nada de eso, ustedes me ayudaran a llevarla con nosotros...
—¿Llevar... a quién?
—Lo descubrirán cuando estemos todos.
—¿Todos…?
El anciano se da la vuelta y entre la oscuridad de uno de los templos logra divisar un par de profundos ojos verde esmeralda acercándose a ellos.
Una monstruosa criatura cuadrúpeda emergió de entre las sombras, de piel negra y brillante con una larga fila de tentáculos rojos en su lomo, todos la vieron con horror, pero el anciano estaba tranquilo en su presencia, pues esta criatura era quien lo cambiaria todo.
Hace algunos años…
Esta es la historia de una niña…
Las noches de tormentas, un huracán de incertidumbre donde el miedo invade el corazón de las criaturas de la tierra, solo a excepción de dos.
Los peces en las profundidades del océano donde ni el huracán más fuerte puede crear secuelas y a los humanos resguardados en sus hogares de acero y concreto; pero… ¿qué hay de las otras especies?
En la mitad de la selva, se erguía una ciudadela con una torre plateada en el centro y una tormenta arreciaba sobre ellos esta noche.
No era la más grande ni tampoco causó daños notables a la estructura, esa noche los habitantes durmieron tranquilamente bajo sus techos de acero, todos a excepción de uno.
Bajo la torre de Babel en una de las habitaciones más profundas una persona era incapaz de conciliar el sueño.