Ya han pasado varios meses desde aquel ataque, tiempo en el cual caí en una profunda depresión, tan fuerte que tuve muchísimo miedo de salir a la calle. En ese tiempo no me valieron las veces que se acercó mi madre y hermana a hablarme, ni las caricias de Gabriel, mucho menos las intervenciones de la psiquiatra que muy amblemente se quedaba conmigo más del tiempo acordado. Mi despertar fue escuchar a mi hijo Luis desesperado y rompiendo en llanto, al no saber que hacer por mí, al no encontrar la forma de ayudarme. Aunque mi hijo no se encuentra en casa, estoy como en estado de enguayabo, me siento con mareo, fastidio a la luz y dolor de cabeza. La auxiliar de la casa es desconocida para mí, me asusté, pero fuí valiente al no volver a encerrarme, ella muy tranquilamente se presentó y me sirvió agua, le pedí un jugo o algo frío, ya sabía mi gusto, me pasó un matcha helado. Llamó a mi hijo a la oficina, luego me lo informó. Entendí que debía asearme y verme como la mujer que soy y nunca debí dejar.
Esa ducha fue eterna, mientras el agua me cubría, los recuerdos iban y venían, recordé absolutamente el ataque, pero no dejaba de ver en mi agresor la cara del papá de Luis. No entendía porque, empecé a llorar de rabia y gritar, me calme, hice ejercicios de respiración, terminé de bañarme, escogí un lindo atuendo, bajé y decidí hacer la llamada decisiva. Llamé a Nelsón.
- Aló
- Nelson, te habla Nubia y me urge nos veamos para hablar, ¿Qué día puedes?... mejor dicho ahora mismo puedes, estoy en mi casa.
- Nubia...... me has dejado ..... sí, voy para allá.
Colgué la llamada, nuevamente sintiendo esa rabia explosiva.
Salí al jardín, nuevamente el miedo, me invadía, no podía dar un paso fuera de la casa, era una sensación jamás comprendida, jamás sentida ni imaginada.
Llegó Luis, me encontraba sentada mirando al infinito, recordando.
Mi hijo estaba emocionado verme fuera de la cama, yo solo lo abrazaba, sentía que mi vida lo había abandonado por muchos siglos y necesitaba demostrarle que no, que su mamá estaba ahí para él. Lloramos y hablamos largo rato, recordamos muchas cosas, llegó Mamá, Patricia, llegó mucha gente del barrio, la sala estaba llena, me sentía abrumada, quería que se quedaran, al mismo tiempo que se fueran, me sentía triste por eos pensamientos, ante gente que me amaba. Rompí en llanto delante de todos sin saber el motivo, me acurruque en los brazos de Luis, Patricia entendió y pidió disculpas a todos esos lindos vecino que fueron a decirme con su visita que siempre podía contar con ellos, lastimosamente era muy pronto para mí, el estar rodeada de tantas personas. En esos momentos Nelson, tocó la puerta, no era su culpa el estar ahí y precisamente en mi momento de angustía. le dije al oído a Luis.
- Necesito hablar con tu papá, dile que me de una hora.
Luis me subió a la habitación, me ayudó a refrescarme la cara, me peinó, fueron instantes nunca antes vividos por los dos. Luis llorando me pedía que siguiera fuerte, que no me dejara destruir por un incidente, que yo era mas valiosa que ese suceso y que siempre iba a contar con personas que me amaban sinceramente.
Ya lista decicí bajar y hablar por fin con la persona que en mi mente era la causante de todo lo malo que ocurría en mi vida. Me senté a cierta distancia de él, pues no es fácil combatir el fastidio hacia una persona, a Nelson se le notaba los nervios y no sabía como hablar conmigo, además se que también notaba mi incomodidad.
Luis entró en escena, trayendonos café y matcha, luego de esto volvimos a quedar solos aunque con la vigilancia activa y cuidadosa de mi hijo.
Luego de media taza de mi bebida, hable sin rodeos a Nelson y comencé con descargas de furia, pero a medida que me escuchaba y veía su cara algo en mí empezaba a conectar, fuí bajando mi tono, era más calmada y coherente con lo que le refutaba, pocas veces pudo hablar, la verdad necesitaba descargarme tanto peso que por muchos años había cargado. Al final entendí con mirarlo que él nunca había tenido la culpa, que solamente había sido yo quién le había dado de más, que lo había endiosado tanto, que me olvidé de mí misma, no dejaba de mirarlo y aunque parezca raro, sentí una paz, que sentía tantas ganas de reír de vivir, me había perdonado a mí misma en ese instante, por haberme reprimido, guardado dolor y rencor. Me levante y abracé a Nelson diciendole gracias por tu tiempo y por haberme escuchado. Le explique que podía seguir tranquilamente la relación con Luis, pero obviamente nosotros jamás podríamos ser ni amigos, conocidos logicamente sí, hasta ahí.
Me despedí de él y llamando a Luis, decidí irme a donde mi mamá, alla estaba mi hermana, mi comadre y una que otra vecina, las saludé a todas, nadie me preguntó sobre mi llorada, me trajeron mi aromática de toronjil y nos sentamos todos en el patio, bajo el palo de mango, que tanta falta me hacía, me enteré de los últimos chismes del momento, mi mamá en una de esas, la pillé mirandome sonriente, noté lo mucho que sufrió al saberme así, tan deprimida. Luego de ciertas horas y ya con las nalgas dormidas me levanté de la mesedora y le propuse a todos un paseo de olla pal domingo. Obvio que todos aceptaron.
Me devolví a la casa y cogiendo mi celular después de tantos días, noté la infinidad de mensajes y llamadas de tantas personas que me estiman. Devolví mensajes, llamadas, a unos los invité al paseo, en fin la bola estaba creciendo.
Con nervios decidí hacer la llamada ganadora, llamé a Gabriel, me contestó al segundo timbrazo.
- Amorcito hermoso que dicha me llames
- Gabriel, amor cómo estás
- Mejor ahora que se que estás más animada
- Caramba, pero que vaina, nojoda aquí si son chismosos... Me empecé a reír a carcajadas.
- Que lindo es volver a escuchar tu sonrisa amor.
- Dónde estás?
- En el club militar con unos militares que llegaron de Rusia, estamos es un intercambio de experiencias.
#4381 en Novela romántica
empoderamiento de la mujer, ansiedad y decepcion, pasion deseo romance erotismo sexo
Editado: 02.07.2024