❝ É L ❞
ANDY VÁZQUEZ
Un bosque, una extraña luz roja y un chico desconocido.
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Escuché un crujido a mis espaldas.
Me giré toda paranoica alumbrando a todas partes, pero no logre ver nada.
Tal vez solo era yo alterando las cosas.
—Bien, Andy... Recuerda todo lo que aprendiste en las series de Netflix —me dije a mi misma volviendo a retomar mi camino.
Ya me encontraba a mitad del bosque, alumbrando a todas partes con mis manos y boca temblando por el frío.
Tenía miedo, no lo negaba, y aunque lo hiciera, no podría ocultarlo.
Los relámpagos ya habían cesado un poco, al igual que la lluvia; solo se podían escuchar las gotas de agua caer sobre las hojas de los árboles.
El bosque era muy familiar, lo conocía de pies a cabeza, pero, aun así, era aterrador visitarlo en la noche, y más cuando estaba lloviendo y el aire hace esos ruidos extraños.
La luz roja no se había ido del todo, aún permanecía la casi fantasmal presencia de ella.
Esa luz era mi brújula.
A lo lejos, también se podía ver el anuncio de la gasera de la señora Dunclair. Parecía que la explosión había sido allí, lo cual me animó seguir mi camino.
Las luces de los relámpagos me asustaban a cada rato, aunque los estruendos no fuesen ni la mitad de ruidosos como los de minutos atrás. Ahora estos eran tan silenciosos que en el momento menos esperado se manifestaban de la nada.
Ya casi llegaba a la gasera, no faltaban ni cien pasos y ya estaba allí. Esto me tranquilizó un poco más, pues sabía que habría personas en el lugar.
Un trueno resonó. Giré alumbrando a todas partes con mi pecho doliendo por el oxígeno que, en ese instante no podía inhalar. Me estaba asfixiando.
El temor y la ansiedad me invadieron por completo a tal punto de actuar de forma paranoica, alumbrando a todas partes como luces en discoteca. Me sentía desfallecer y segura de que de esta no me librada del paro cardiaco.
¿Quién demonios en el mundo se metería a un bosque a horas de la madrugada por una extraña explosión, completamente sola y en medio de una tormenta? Sí, esa estúpida persona era yo.
Hacer eso era igual o más estúpido que aquellas familias en las películas de terror, que aun después de escuchar a voz de la misma dueña de que hubo un terrible homicidio, se mudan más felices que niño en parque de diversiones.
Also Andy Vázquez.
Cuando volví en dirección a la gasera y di un paso, mi mirada se detuvo en algo pálido que brillaba desde el suelo a unos metros de mí.
Entre el lodo, yacían lo que parecían ser como dos piernas humanas extremadamente pálidas, las cuales salían de entre unos arbustos.
No jodas...
Temiendo lo peor, me acerqué con pasos torpes rodeando el arbusto, hasta que la luz de su linterna alumbró algo sorprendente que jamás en mi vida pensé en llegar a encontrarme, algo que me dio escalofríos y unas inmensas ganas de vomitar: Era un cuerpo humano, un chico para ser más exactos; de pálida piel completamente mojada y cubierta de lodo.
Lo peculiar en él, era su cabello extrañamente rubio, casi blanco platinado.
El cuerpo masculino estaba inerte, con sus ojos cerrados y heridas en sus mejillas. Mi mirada viajó desde el rostro del joven hasta su torso, haciéndome volver en mí y cayendo en cuenta que el chico estaba completamente desnudo y cubriendo sus extremidades a como sus brazos podían.
Sentía un gigantesco nudo en la garganta. Cubrí mi boca para no gritar y retrocedí un paso, temiendo estar frente a un cadáver.
Sexy, pero de todos modos un cadáver.
Al dar mi segundo paso hacia atrás, aplasté una rama provocando un crujiente sonido que me detuvo al instante. En ese momento, el chico abrió con pesadez los ojos y levanto su mirada conectando sus brillantes ojos azul zafiro cristalino, con los míos.
Madre mía, eran tan brillantes que me quedé atrapada en ellos por microsegundos.
Tragué saliva fuertemente cuando aquel contacto visual ocurrió, quedándome eclipsada por las finas facciones del chico y aquellos ojos cansados que me transmitieron dolor y agonía con solo verlos.
—Ayuda... —masculló el chico de forma temblorosa y átona antes de volver a cerrar sus ojos mostrando debilidad.
—Santo cielo —susurré jalando mi cabello hacia atrás.
No sabía qué hacer.
En ese instante, mi mente había quedado en blanco debido al shock de ver moverse y escuchar la voz de aquel chico a quien creía estaba muerto.
Miré a mis espaldas, viendo como a lo lejos, y entre los árboles, se podía ver la luz de mi casa.
Sin cuestionármelo dos veces, me quité el impermeable con rapidez y cubrí al chico lo más que pude.
—Te ayudaré, pero necesito que camines conmigo... —pedí poniendo el brazo del joven sobre mi hombro.
El chico, somnoliento, abrió los ojos y después de mirare, asintió y con lo que le quedaba de fuerzas, se levantó aferrándose a mi cuerpo. Cubrí bien el cuerpo del chico y comenzamos a caminar en dirección a mi casa.
Los pasos fueron un martirio para mí, puesto a que tenía gran parte de su peso sobre mí. También pude ver que para el joven era una agonía darlos, debido a las constantes quejas por su parte.
El cuerpo del chico era demasiado pesado y sus pasos muy torpes y flojos. A cada momento este resbalaba y se sobresaltaba debido a los truenos que no habían parado junto con la lluvia, la cual ya había tomado más fuerza.
Al llegar a mi propiedad, me cuestioné internamente en si llevar al chico a casa y resguardarlo en mi habitación, o dejarlo descansar en el establo.
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Editado: 03.06.2020