¿Debería, amada mía, versar sobre tus montañas pintarrajeadas?
¿Sobre los pliegues de tus mejillas, o el extraño crujir de tu mandíbula?
Describir el armonioso camino al éxtasis que he de recorrer cuando mi peñero busca tu orilla
O la austeridad de tu capitanía en mis velas.
La manera en que ese movimiento tuyo transforma un tormentoso día de enero en un silencioso octavo día de abril
La manera en la que robas mi sueño para crear una pasión en ti
O de aquella manía tuya que me hace temer una vez más a los fantasmas de mi alcoba
Versas, quizás, sobre ese insecto en aquella sucia habitación pastel
O la llama de tus ojos cuando tu mano y la mía son una pequeña mariposa.